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Antón Castro

NICANOR PARRA Y SUN AXELSSON

NICANOR PARRA Y SUN AXELSSON

El pasado 5 de septiembre el poeta chileno Nicano Parra, el antipoeta por excelencia, cumplió cien años, vivo y coleando, con esa memoria prodigiosa, tan pródiga en andanzas, palabras y amores. La vida sentimental de Parra es más intensa, si cabe, que su lírica. Amó a muchas mujeres y lo hizo de manera tumultuosa, con heridas de sangre, pasión y odio. Amó, y a menudo en relaciones disparejas, a Nuri Toca, Ana Troncoso, Inga Palmer, Stella Díaz Varín, Rosa Muñoz, Ana María Molinare (ella, tan estilosa, acabó suicidándose) o Andrea Lodeiro. He dejado al margen una de sus grandes amores: la sueca Sun Axelsson (1935-2011), presentada en los cuadernos poéticos de Tarazona por Francisco Uriz y luego, en Zaragoza, en Libros del Innombrable, por Marina Torres, que tradujo su poemario ‘Arena’. Sun hizo muchas cosas: escribió poesía, teatro, novela, memorias, fue crítica de cine. En 1959, cuando era estudiante, conoció a Nicanor Parra, 21 años mayor que ella. Se encendió el volcán: ella, en aquellos días, lo mantuvo, lo acogió en su cuarto de estudiante y vivieron unos meses inolvidables. Diría después que Nicanor Parra era “un profesor estricto” y “un amante dulce”; también le reconocería cierta condición de genio y en  su libro ‘La estación de la noche’ lo calificaría de “increíble, celoso y brusco”. Nicanor Parra se marchó a Chile, donde lo esperaba su esposa, la sueca Inga Palmer, y le mandó a Sun muchas cartas de amor y de ardor. Al final, rendida a la explosividad del deseo, la joven partió hacia el país y apareció por Las Cruces donde vivía el poeta. Inga se había enterado del ‘affaire’ y le hizo la vida un poco más amarga; él acogió de malos modos a su joven amante y la encerró en una casa, en un claro caso de “absorción posesiva”. Cuando estaba muy enferma, sería Violeta Parra –que se suicidaría por desamor y por cierta sensación de fracaso- quien la trasladaría a un hospital. Allí se sanó Sun. Tradujo a poetas chilenos, entre ellos a Neruda, y regresó a Suecia. A veces, recordaba cuando a ella y a Nicanor les animaba el placer de vivir y recordaba que, pese a todo, ella no se oponía ni se había opuesto al Nobel para Parra.

 

*La ilustración es de Carreño.

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