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Antón Castro

DOS POEMAS DE JOSÉ ÁNGEL VALENTE

DOS POEMAS DE JOSÉ ÁNGEL VALENTE

Hoy, en la apertura de Cultura de ‘El Mundo’, Manu Llorente, un espléndido para sigiloso periodista, publica un reportaje sobre la vigencia de José Ángel Valente con motivo de la reedición, ampliada, de ‘Poesía completa’. El artículo, en realidad, es una travesía por la vigencia del poeta a través de su vida, de sus textos, de algunos sinsabores como la separación de su primera mujer. Llorente recuerda que aparecer varios inéditos y entre ellos se ofrecen estos dos. Las fotos son de José Aymá, un clásico del oficio y de ‘El mundo’. Llorente dialoga con uno de sus mejores conocedores como es Andrés Sánchez Robayna,que dice: “Valente estaba muy comprometido con la transgresión, con la literatura como indagación. Con el viaje interior de las palabras, la interioridad de las palabras”. Lo visité en su casa de Almería, poco antes de su muerte en 2000, y conversamos para ABC Cultural durante tres ahora en la cocina de su casa.

 

EL DESTINO

Ven a mis labios,

dales la forma del amor,

de bosques, de alto mar, de un grito,

que aunque dure un instante sea mío.

Dales su plenitud de ave,

de llama, de canción,

aunque en vaso se animen.

 

No te pido la eternidad,

te pido el tiempo,

el brote puro de la luz de un día,

para decir que he sido

la forma de un amor,

para hundirme en tu nada.

 

NACE EL DESEO

 

Nace el deseo. Tiene

un tibio y fervoroso rumor de lluvia,

de aire recién cortado,

un rostro puro tal vez, una luz tierna

bajo la cual tanta noche se extrema.

 

Tú mirabas la vida,

correteabas por la casa,

alegrabas la luz. Había un árbol

aquel amanecer,

la tarde, el año,

la risa en que era dulce descansar y morir,

la dicha sólo.

 

Ya tu niñez, tu nieve,

tu ternura colmadas.

 

Vino –de dónde, cuándo-

apenas un rumor, la forma tenue

que en sus adentros hablaba.

Y se adentró en tus ojos,

rodeó tus cabellos,

creció dulce en tu pecho,

ardió en tus labios.

 

Era –no, no era nadie-

apenas un rumor,

un signo pensativo,

una dulce derrota,

la retirada del  jazmín,

de tu alegre y dilatada ternura.

 

Vino un día,

tú mirabas la vida,

estabas sola,

no sabías su nombre.

(Era tan leve su desnuda presencia.)

Y ardió en tus venas su oscura palidez,

su silencio, su noche,

el destino imposible que anega nuestros labios,

cuando lluvia, aire apenas, invadida ternura,

el deseo comienza.

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