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Antón Castro

EL EBRO A SU CAPRICHO

EL EBRO A SU CAPRICHO

Cuentos de domingo / Antón Castro*

 

El Ebro a su capricho

 

El Ebro es el río de mi vida. Como el de tantos y tantos zaragozanos y aragoneses. Lo vi por primera vez, a los 18 años, en el verano de 1978 y estuve, algunas semanas después, contemplándolo todos los días durante tres o cuatro meses, en un paseo que empezaba en Casta Álvarez y el Mercado y Central y culminaba ante la corriente. El Ebro ha sido cantado y narrado por un sinfín de autores. De manera desordenada fui un imitador del bibliófilo José Luis Melero: buscaba y coleccionaba libros del Ebro, los de Arbó, los de Moncada, los de Marcuello, y anotaba citas de viajeros, navegantes, bañistas de verano o escritores que lo vieron fugazmente como José Martí o Juan Benet. Y no solo eso: buscaba criaturas vinculadas al río, como Casta Álvarez, que envejeció en una casa desvencijada en Pradilla, apedreada por los niños, como el barquero Tío Toni o el pescador de Alagón Jesús Martínez. Luego supe que el Ebro, en las tierras de Alcalá y Pedrola, había sido la Ínsula Barataria del gobernador Sancho y había tenido riadas épicas, días de crecida incesante, de desvelo y de miedo, que captó desde el aire, en los años 20, el fotógrafo Lucas Cepero, asesinado por “rencores mutuos” con un marido despechado. Ahora ha vuelto a ocurrir: la Ribera Alta parece un territorio turbulento de marismas o un mar que se expande con sus aguas lodosas. La gente ama el río, lo siente suyo, sabe que es certidumbre de riqueza y de progreso, pero cuando sucede esto la impotencia es absoluta. En la exposición ‘Ideal de Aragón’, en el Paraninfo, hay dos cuadros de Rafael Aguado Arnal, al que bien podría adjudicarse el título de ‘pintor del Ebro’, y dos obras del riojano Ángel Díaz Domínguez, y en una de ellas se prolonga la línea azul y undosa del río. Y está el lienzo ‘Los placeres del Ebro’ (1934-1938) de Francisco Marín Bagüés, que realizó una obra de vanguardia, con ecos del impresionismo. Felizmente, tras la inundación, el río recobrará su ser natural de sol, alegría y ocio. El llorado Félix Romeo soñaba con dedicarle un libro semejante a ‘El Danubio’ de Claudio Magris; el Ebro –furioso, suave y legendario- lo merece.

 

*Aparecido el pasado domingo en Heraldo. En la foto 'Los placeres del Ebro' de Francisco Marín Bagüés.

 

1 comentario

Eva -

Grande!