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Antón Castro

JORDI NADAL Y LA LECTURA

JORDI NADAL Y LA LECTURA

[Recibo esta hermosa nota sobre la lectura de Jordi Nadal, editor de Plataforma editorial y un amigo siempre afectuoso y cálido.]

[Tomo la foto de Jordi Nadal de aquí: 

http://i.ytimg.com/vi/drwbRajlLdo/hqdefault.jpg]


Cuatro ideas para amar la lectura. (y un comentario que es un regalo)  

Abril 2015 en Barcelona.  

 

0. Preámbulo:  

  

Una amiga, D, quien trabaja en una entidad social, me pide si puedo recibir a una chica joven latinoamericana, que actualmente está fuera del circuito educativo, con el ruego de si la puedo atender y motivar a la lectura.  

  

D. ,el día que tiene que venir con ella no puede, y me dice si no me importa atender a tres chicas, todas fuera del circuito escolar, entre 14 y 18 años, de tres países latinoamericanos, que viven cerca de Barcelona, y que deberían ser estimuladas a la lectura. Vienen a mi editorial acompañadas por su coordinadora, una trabajadora social.  

  

1. UNO: Camus  

Charlamos media hora y empiezo leyéndoles estas dos cartas y contextualizando quién fue Albert Camus.  

  

Carta de Albert Camus a su maestro Louis Germain, noviembre 1957  

Querido Señor Germain: Esperé a que se apagara un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiese sucedido nada de todo esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continuarán siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido. Lo abrazo con todas mis fuerzas. Albert Camus  

  

  

Carta de Louis Germain a Albert Camus 30.4.1957  

  

Mi pequeño Albert: He recibido, enviado por ti, el libro Camus, que ha tenido a bien dedicarme su autor, el señor J.-Cl. Brisville. Soy incapaz de expresar la alegría que me has dado con la gentileza de tu gesto ni sé cómo agradecértelo. Si fuera posible, abrazaría muy fuerte al mocetón en que te has convertido y que seguirá siendo para mí "mi pequeño Camus". Todavía no he leído la obra, salvo las primeras páginas. ¿Quién es Camus? Tengo la impresión de que los que tratan de penetrar en tu personalidad no lo consiguen. Siempre has mostrado un pudor instintivo ante la idea de descubrir tu naturaleza, tus sentimientos. Cuando mejor lo consigues es cuando eres simple, directo. ¡Y ahora, bueno! Esas impresiones me las dabas en clase. El pedagogo que quiere desempeñar concienzudamente su oficio no descuida ninguna ocasión para conocer a sus alumnos, sus hijos, y estas se presentan constantemente. Una respuesta, un gesto, una mirada, son ampliamente reveladores. Creo conocer bien al simpático hombrecito que eras y el niño, muy a menudo, contiene en germen al hombre que llegará a ser. El placer de estar en clase resplandecía en toda tu persona. Tu cara expresaba optimismo. [...] He visto la lista en constante aumento de las obras que te están dedicadas o que hablan de ti. Y es para mí una satisfacción muy grande comprobar que tu celebridad  

  

Cuando les digo que no conozco sus circunstancias familiares ni sociales ni económicas, les comento, para que se sitúen, quién era Camus y cómo era su situación económica, Cuando el pequeño Albert Camus de niño, un día recibió el encargo de su abuela de ir a comprar algo de comida, y el pequeño se gastó el dinero en algo (unas golosinas, ir al cine, no lo recuerdo….), cuando la abuela la preguntó dónde estaba el encargo, el pequeño le dijo que le había caído la moneda en el retrete. La abuela se arremangó el brazo y buscó con su mano la moneda, en vano, en el WC.  

  

“eso- les dije- es la pobreza que intuyo que no es la vuestra, por suerte”.  

  

  

  

  

  

  

  

  

  

  

2. DOS: Una vedette.  

  

  

Antes de ir a buscar el fragmento de Benjamin Carson que aquí relaciono, en el anexo, hermosísimo texto clave del primer libro que publiqué en Plataforma, en octubre del 2007, LO QUE MUEVE MI VIDA, les dije que había una actriz de varietés a quien le preguntaron que qué pensaba de la importancia de la lectura. Y ella respondió_  

  

- “yo siempre le digo a mi hija, estudia, hija mía, estudia, que con el tiempo te caen las tetas pero no la cabeza”  

  

  

  

  

3. TRES: Benjamin Carson

Les doy el texto a leer, mientras hago una cosa en otro lado de la editorial.

4. No conformarse:

Antes de terminar, les digo. Muchachas, Uds son jóvenes, la vida les dará muchas oportunidades. No dejen que su vide estsé en manos de nadie, ni de su madre, hermano, padre, novio, marido, maestro… hagan que sea suya. Tómense en serio su vida, porque si la naturaleza les ha dado la capacidad de llegar de 1 a 10 al numero que sea, digamos, 8, no se conformen con llegar a 7.

Y recuerden que ahora su juventud y belleza les permitirá sentir mucha confianza, pero a partir de los 30 años caen las tetas, y no la cabeza. No le den a nadie el mando a distancia de su vida.

Se fueron, les acompañé a la puerta. Antes, les regalé seis o siete libros de grandes autores de Plataforma, gente cuyo destino no ha sido nada fácil, grandes historias de superación, de gente que ha nacido en un punto de salido MUCHO peor.

UN REGALO:

Una hora más tarde, después de irse, me llamó D. y me dijo que la monitora le había dicho “ cuando íbamos para la editorial se miraban escaparates de tiendas de ropa y zapatos y bolsos. Al salir, se fijaron en dos librerías.”

Jordi Nadal, 30.4.2015


No hay tarea más importante que la paternidad

Benjamin Carson

El doctor Benjamin Carson es director de neurocirugía pediátrica en el Centro Infantil de Johns Hopkins. Su experiencia incluye la separación de siameses y la cirugía cerebral para tratar la apoplejía. La beca del fondo Carson ha ayudado a alrededor de 1 700 estudiantes de instituto. Su madre está retirada y vive con él y con su familia.

Es lo más fácil de decir: creo en mi madre. Empecé a creer cuando no era más que un niño. Soñaba con ser médico.

Mi madre era empleada doméstica. En su trabajo, observó que la gente de éxito pasaba mucho más tiempo leyendo que mirando televisión. Decidió que mi hermano y yo sólo podríamos ver dos o tres programas preseleccionados durante la semana. En nuestro tiempo libre, debíamos leer dos libros cada uno, de la Biblioteca Pública de Detroit, y entregarle nuestros comentarios sobre ellos. Ella los marcaba y subrayaba a medida que los revisaba. Años más tarde, comprendí que sus marcas eran un truco. Mi madre era casi analfabeta, sólo había ido a la escuela hasta el tercer grado.

Aunque no teníamos dinero, entre las cubiertas de aquellos libros yo podía ir a cualquier parte, hacer cualquier cosa y ser quien se me ocurriera.

Cuando entré al instituto, yo era un estudiante de primer nivel, pero eso no duró mucho. Quería ropa extravagante. Quería estar con mis colegas. De alumno de clase A, pasé a ser, primero, de clase B y, luego, de clase C, pero no me importaba. Chocábamos los cinco y nos palmeábamos la espalda. Yo era un tipo a la moda.

Una noche, mi madre llegó a casa después de sus varios trabajos y yo me quejé porque no tenía suficientes camisas de tejido italiano. Me dijo: «De acuerdo. Te daré todo el dinero que he ganado esta semana fregando suelos y limpiando baños, y tú comprarás la comida para la casa y pagarás las facturas. Con lo que te quede, podrás comprarte todas las camisas de tejido italiano que quieras».

El acuerdo me pareció estupendo pero, una vez distribuido el dinero, no me quedó nada. Comprendí que mi madre tenía que ser un genio de las finanzas para mantener un techo sobre nuestras cabezas y comida de toda clase en la mesa, además de comprar ropa.

También comprendí que la gratificación inmediata no me iba a llevar a ninguna parte. El éxito requería preparación intelectual.

Volví a estudiar y a ser un estudiante de primera clase, y finalmente cumplí mi sueño de ser médico.

A lo largo de los años, encontré inspiración en la firme fe en Dios de mi madre, especialmente cuando tuve que realizar intervenciones quirúrgicas extremadamente difíciles o cuando me enfrenté a mi propio miedo clínico.

Siendo aún joven, descubrí que padecía una forma muy agresiva de cáncer de próstata; me dijeron que podía haberse extendido a la columna vertebral. Mi madre se reafirmó en su fe en Dios. Nunca se preocupó. Decía que Dios aún no había terminado conmigo; aquél no podía ser de ningún modo un problema grave. La patología de mi columna resultó ser benigna; me operaron y me curé.

Mi historia es, en realidad, la historia de mi madre, una mujer con escasa educación formal y aún menos bienes mundanos, que utilizó su posición parental para cambiar las vidas de mucha gente en todo el planeta. No hay tarea más importante que la paternidad. Creo en ello. 

 

*La foto de Albert Camus es de Loomis Dean.

 

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