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Antón Castro

EL ARAGÓN DE KURT HIELSCHER

EL ARAGÓN DE KURT HIELSCHER

El Aragón incógnito de Kurt Hielscher

 

El fotógrafo alemán estuvo cinco años en España, de 1914 a 1919, y visitó Zaragoza, Ansó, Alquézar o Albarracín

 

PIE DE FOTO. KURT HIELSCHER

Panorámica de la muralla de Albarracín que se convertirá casi en un icono de la villa.

 

PIE DE FOTO. KURT HIELSCHER

A Kurt Hielscher le gustó mucho Alquézar. Así captó la plaza con niños que juegan.

 

Antón CASTRO

España fue uno de los grandes espacios románticos de Europa gracias a viajeros, artistas y escritores que dieron una imagen idealizada y tópica: era un país de bandoleros y contrabandistas, toreros, fantasmas, hombres lobo, mujeres misteriosas y apasionadas como la escurridiza Carmen y paisajes deslumbrantes. Merimée, Laborde, Doré, Briet o George Borrow, el vendedor de Biblias, ayudaron a expandir este mito. Quizá por ello vino a España Kurt Hielscher (1881-1948), un joven maestro alemán, antimilitarista, en un viaje de estudios y quizá con un secreto afán: retratar y atrapar sus tradiciones y su magia.

El azar pareció ayudarle: estando aquí estalló la Primera Guerra Mundial y él decidió quedarse. Al parecer ya había estado en 1911. Permaneció casi cinco años, de 1914 a 1919: recorrió más de 45.000 kilómetros, sin guía, y realizó más de 2.000 fotos. Diría: «Retenía en mis fotos todo lo que llamaba mi atención, obras de arte maravillosas, particularidades geográficas, atractivos paisajes, costumbres populares interesantes». De esa cantidad de imágenes, realizó una selección de 304 para un proyecto: ‘La España incógnita’ (Berlín, 1921), volumen que fue editado de inmediato en español e inglés. Ese mismo año, Hielscher le escribió a Alfonso XII y le decía: «España es un gran museo al aire libre, único en su género, que guarda tesoros de arte, de gentes, de épocas».

Kurt Hielscher habló siempre con mucho cariño de su gran compañera de travesía: su cámara. «Mi cámara Zeiss Ikon fue siempre la inseparable y fiel compañera de mis viajes en solitario (...) Lo que mis ojos convertían en propiedad espiritual, lo fijaba para siempre en la foto el ojo de mi compañera de viaje», revelaría, y subraya que en ese lustro fue «desde los ventisqueros de los Pirineos» y las grandes ciudades hasta Tarifa, Elche o Extremadura.

No se puede precisar en qué años o períodos concretos anduvo por Aragón, pero estuvo en las tres provincias. De Zaragoza capital ofrece tres imágenes muy distintas: una instantánea crespuscular del Pilar y el Ebro, de intenso contraste y dramatismo en las nubes; otra de la basílica y el río, más allá de los árboles, serena, luminosa y equilibrada, y a un ‘Aragonés bebiendo en bota’. También visitó Tarazona y Daroca y realizó dos tomas clásicas de paisaje urbano con gente. Kurt Hielscher no parece exactamente un fotógrafo espontáneo que documenta lo que ve; solía hablar con las personas, les pedía que se vistiesen para la ocasión y que posasen. Teruel siempre ha sido una provincia muy fotogénica: el alemán eligió Albarracín y efectuó dos espléndidas composiciones: una con paisanos en una calle típica y otra de la suntuosidad de la muralla, envuelta en humo. Albarracín tenía un aura medieval. Muy cerca de allí, en Guadalaviar, retrató a una joven con cántaro, el río y la iglesia al fondo. También enmarcó a cuatro paisanos en la hornacina de la calle de San Antonio en Manzanera.

De Hielscher no se conservan fotos de Huesca y Teruel capital. O al menos no en el libro; podría ser que sí existan en el archivo que adquirió en 1923 la Hispanic Society. Sus fotos ofrecen un claro paralelismo con bastantes obras de Joaquín Sorolla, sobre todo en las inspiradas en Ansó. Hielscher se anticipó en el registro artístico y etnográfico de un mundo que luego reflejarían Ricardo Compairé, Violant i Simorra, Ortiz Echagüe o Ruth Matilda Anderson. Hielscher captó ibones, montañas,                                                                                                                                                                                                                                                                                                                             estuvo en el valle de Tena y pareció quedarse deslumbrado por Alquézar. Al fin y al cabo, el maestro buscaba la belleza: «He recorrido España por mi propia cuenta, solo para satisfacer mi sed de emociones artísticas».

 

 

LA ANÉCDOTA

Otros álbumes. Después ‘La España incógnita’ (la última edición es de 2006; a veces se le añaden otros vocablos al título: ‘Arquitectura, paisaje y vida popular’), hizo nuevos álbumes de Italia, Dinamarca, Alemania, Austria, Noruega Yugoslavia o Rumanía. El mote que suele adornar su biografía se lo debe a su estancia entre nosotros: «el último viajero romántico». 

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