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Antón Castro

DANIEL NESQUENS Y SUS 50 NOMBRES

Daniel Nesquens tomó su nombre de Johan Neeskens, aquel centrocampista del Ajax, del Barcelona y de la ’Naranja mecánica’ de Cruyff y los demás. Despliega humor, imaginación, capacidad de trabajo y un talento incuestionable. Acaba de publicar ’Hasta (casi) 50 nombres’ (Anaya), ilustrado por Alberto Gamón.

-¿Qué relación tiene este libro con ‘Hasta (casi) 100 bichos’ y ‘La familia’, también publicados por Anaya, con ilustraciones de Elisa Arguilé?

Creo que los tres tienen mucho de compendio, de bestiario. Un género o subgénero en el que cabe casi de todo. Incluso yo.

 

-¿Cuál fue tu idea, por qué has elegido los nombres, que te interesó de ellos, qué posibilidades te daban? 

La idea primigenia era narrar con la excusa de los nombres propios. Tuve que buscar tres o cuatro nombres por letra que me dieran juego. En algunos casos utilicé nombres complicados que conllevaran el reto de salir ileso del relato; en otros era tan sencillo como celebrar la persona querida con su nombre.

 

-¿Cuál ha sido el método que has empleado? Lo digo porque hay miradas onomásticas, historias inventadas, mitología, elementos del cine, homenajes a los amigos…

Pues precisamente ése: moverme entre todos esos frentes y alguno más. Y siempre bajo una mirada cómplice con lo insólito, imprevisible, sorprendente… Incluso lo estético.

 

-Te costó más de tres años la escritura. ¿Ha sido un proceso complejo, no dabas con la tecla? ¿Qué le debe el resultado final al azar?

Realmente pasó mucho tiempo entre el primer y el último nombre. No tenía prisa de ningún tipo. Iba y venía sobre el material escrito. Tal vez me costó más encontrar el tiempo que la tecla. El azar siempre está ahí. Y te conecta, y te desconecta.

  

-¿Cómo defines tu sentido del humor? ¿Sabe algo de su propio humor?

Aquí debería responder aquello que contestaba Miguel Mihura: definir mi sentido del humor, el humor es como clavar una mariposa con un poste telegráfico. Pero por decir algo: absurdo, surrealista, blanco… Lo que sé al cien por cien es que mi humor tiene seguidores y detractores. Como todo en la vida. Algún día debería llevar una estadística. Imagino que debe de estar en 40% a favor; un 60% en desfavor.

 

-¿Qué se sabe de la mula Catalina que tenía tu abuelo Daniel?

Mi abuelo no tenía una mula, tenía una borrica. Yo tengo bastante de mi abuelo, y de su burra. Y como dijo mi abuelo: “sé que soy tierra quemada”.

 

-Dices: “Las Olvido no son de palabras exuberantes”. ¿Por qué lo sabes?

Mi propia experiencia. Y luego por una encuesta que hice a la entrada del Parque José Antonio Labordeta. Justo donde están las obras.

 

-¿Por qué crees que Eladio es nombre de cura?

Salta a la vista. Y, no me preguntes por qué, pero el nombre me recuerda a “El bosque animado”, del gallego Wenceslao Fernández Flores. Tal vez ahí esté el germen del capítulo del párroco.

 

-¿Qué has querido hacer con Nicolás, crear una historia del doble?

Del doble o del triple. La historia no deja de ser un “tocarle las narices al lector”. Con todo mi respeto, claro.

 

-¿Cuál es el nombre que más te gusta y que has escrito con más placer?

Me gusta mucho Débora, y ese irrumpir en medio de una de mis novelas favoritas: El gran Gastby. Y Sacramento tampoco está nada mal.

 

-¿El que más te ha hecho rabiar?

Tal vez haya sido Daniel. Cómo escribir de este estupendo nombre de pila sin que se note la debilidad por él.

 

-¿Los que vinculas al amor, a la sofisticación y a la locura?

Yunque, Xenofonte y Fina. Los enumero en orden inverso. No sé si me explico.

 

-¿Dejaste alguno por el camino?

Sí, quedaron más de cuarenta por ese bulevar que es editar un texto. Casi otro libro. Y no, no habrá segunda parte.

 

-El libro es divertido, muy tuyo, intervienen el capricho, el juego, el extravío y el disparate. ¿Escribir, en el fondo, es la apología de la pura imaginación?

Lo bueno de la literatura actual es que hay más escritores que semáforos. Tantas tendencias como equipos en La liga 1, 2, 5… En mi caso mi escritura es una defensa encendida de esa chispa que podemos llamar imaginación.

 

-El libro tiene un tono culturalista. ¿En qué lector has pensado?

Pues lo siento, no era mi intención. Sé que el libro está incluido en una colección juvenil de la editorial Anaya, pero creo que, como otros de mi autoría, puede leerlo cualquier lector algo ávido, creativo, promiscuo… Incluso crítico y teórico.

 

-En los proyectos anteriores habías trabajado con Elisa Arguilé. Ahora lo hace con Alberto Gamón, y no es la primera vez. ¿Cómo ha sido la relación, cómo ves los dibujos de Alberto?

Con ambos estoy encantado. Estoy entre amigos. Y cuando se está entre amigos todo es agradable. En Hasta (casi) 50 nombres fue una determinación editorial. Alberto ha realizado un trabajo excepcional. No hay más que verlo. Salta a la vista.

 

Cualquier detalle que te parezca importante.

Como anécdota, me dijeron que en una librería de Zaragoza (tenemos las mejores librerías de España) una señora compró solo la camisa o sobrecubierta del libro porque le habían gustado las notas biográficas de los autores. Y es que se lee poco.

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