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Antón Castro

'MATERIA Y LUZ' DE CARMELO REBULLIDA

'MATERIA Y LUZ' DE CARMELO REBULLIDA

Carmelo Ramos Rebullida está radiante: ayer, en la Lonja de Zaragoza, con la inauguración de su exposición ‘Materia y luz’, cumplía un sueño. Lleva más de 40 años viviendo de la pintura, desde que expuso en 19878 en la galería Trazos, y resume en 58 obras dos de sus líneas esteticas: sus ‘Aproximaciones a los fósiles’, serie que inició en 1992, donde rinde homenaje a los minerales y al paso del tiempo, y sus ‘Planetas’, una treintena de piezas, realizadas entre 2015 y 2017, donde refleja su pasión por los cuerpos celestes, las constelaciones, que abren un nuevo camino en su pintura: poético, como siempre, placentero, vitalista y de indagación en el trabajo y en los sueños. “Son planetas imaginarios que tienen algo de paisajes del subconsciente y, por lo tanto, algo extraño. Hay planetas rosas, gaseosos, planetas líquidos como ríos inmensos.

Dice: “Pintar ha sido una terapia para mí. Me ha salvado de muchas cosas y me ha ayudado a vivir. ‘Materia y luz’ es una exposición gozosa, terapéutica, un canto a la alegría de vivir. Yo me considero un clásico moderno. Las armonías del color me salen así, sin afectación, de un modo natural, y reflejan lo que soy. Esta es una muestra lúdica: he disfrutado con cada cuadro”. Insiste en que ya no tiene edad para intentar deslumbrar a nadie ni aparentar ser lo que no es, pero tiene clara una cosa: “Siempre he querido hacer cosas nuevas. No acomodarme. Al fin y al cabo el arte contemporáneo es una evolución constante. Se trata de cambiar y cambiar. Yo he aprendido siempre”.

Carmelo Ramos Rebullida es autodidacto absoluto, pero quiere aprender todo el tiempo: le sucedió con un tío suyo, perito mercantil, manco, al que veía pintar con una mano los domingo, y que le acabaría regalando una caja norteamericana de pinturas; le sucedió luego con Eduardo Laborda, con quien compartió una buhardilla; le sucedió en el Museo del Prado, donde veía a los copistas de Goya y, años más tarde, en Zúrich, lo deslumbró la pintura de Paul Klee.

No voy de nada. Ni me creo nada. La pintura me sale así, unas veces con muchas texturas, otras veces con esta ligereza, aguada, sutil. Muchos de los cuadros de estos dos últimos años son como de primera intención, sin retoques. He buscado la frescura y aquí está, pero también el resultado, sobre todo en algunas piezas, creo que es refinado; lo digo sin arrogancia alguna. Hace años que he amansado el ego”, matiza.

Desde que Rafael Ordóñez Fernández, exdirector de Servicio de Cultura, le confirmó en 2015 que ocuparía la Lonja en la primavera de 2018, no ha parado de trabajar y de acumular, casi a partes iguales, pasión, ansiedad, ambición, deseo de ser como es, más que de agradar exactamente. “En esta última serie de planetas no utilizo pincel. He trabajado con diversas herramietnes, esponjas, escorrederas, con la mano, con la escoba. Pieza a pieza, me siento reflejado y creo que me reconozco”.

 

*La foto es de Raquel Labodía.

 

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