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Antón Castro

UN DIÁLOGO CON JOSÉ 'PEPÍN' PELLO

UN DIÁLOGO CON JOSÉ 'PEPÍN' PELLO

[He entrevistado tres veces a Pepín Bello (1904-2008), una en su casa, y puede leerse el diálogo en ’Vidas de cine’, otra en Huesca y una más por teléfono poco antes de su muerte. . La conservaba El Sueño Igualitario.]

 

 

José Bello Lasierra entrevistado por Antón Castro

 

 http://www.cazarabet.com/esi/numeros/5/index.htm#bello

 

Fuente: Heraldo de Aragón

 

- ¿Qué sintió cuando le anunciaron el Premio Aragón 2004?
- Gratitud, agradecimiento de corazón. He dado las gracias al Gobierno de Aragón. Es la máxima distinción, ¿no? Jamás había soñado con ella. Hablé con Marcelino Iglesias, al que apenas conozco. Nos hablamos de usted y me dio la enhorabuena. Me ha sorprendido el galardón, me ha halagado y estoy confuso.

- ¿Ya ha escrito el discurso?
- Ni lo voy a escribir, lo diré de viva voz. He pensado algo, pero no se lo voy a decir a usted.

- De acuerdo. Vayámonos a Huesca, a su niñez...
- Mi padre, Severino Bello, era ingeniero, un auténtico sabio, hizo obras muy importantes como el pantano de la Peña o los Riegos del Alto Aragón, la obra hidráulica más importante de Europa. Yo me he criado en el pantano de la Peña. Era un hombre muy completo, inteligente y muy culto. A su lado se aprendía mucho. Y además dibujaba extraordinariamente, quiso ser pintor.

- ¿Y su madre?
- Se llamaba Adelaida Lasierra. Era encantadora, la admiraban mucho, era el eje de las conversaciones por lo graciosa que era, por su buen hablar. Era inteligente, guapa, natural, pero no tenía la formación de mi padre.

- ¿Por qué lo llamaban Pepín?
- Me puso ese nombre mi hermano Severino, pero ya no me gusta que me llamen así. ¿Seguimos? De niño no había cines, pero sí había una carpa, la de Enrique Farrús "El Farrusini". En las sesiones había un pianista, Daniel Montorio, que tenía mi edad, luego triunfó mucho. Fue un niño prodigio, me acuerdo de él ya desde que teníamos diez años. También había una cupletista que cantaba y bailaba. El cine era un divertimento más, como el circo, que llegaba de higos a brevas. Me llevaban mis padres o las criadas.

- ¿Cómo recuerda su ambiente familiar?
- Era extraordinario. De verdad. Los hermanos nos queríamos mucho. Teníamos muchos amigos. El sitio de reunión casi siempre era mi casa, íbamos poco a las casas de los amigos, salvo a la de Salvador María de Ayerbe. Recuerdo que nos íbamos a bañar a la Santera, en la carretera de Huesca, al río Flumen, íbamos en bicicleta, y también al barranco de Alfóndiga, y allí veíamos los carnuzos y aquella columna de buitres que venía a comer los despojos. Por supuesto que también íbamos a pie o en bicicleta a Loarre y a Montearagón, dos castillos muy emocionantes para mí. Siempre me ha gustado el arte.

- ¿Fue amigo, en Huesca, de Ramón Acín?
- Hombre, claro que sí. Lo conocí muy pronto y éramos muy amigos. Iba a su casa o venía él a la nuestra, aunque era mayor que yo. También conocí a su mujer Conchita Monrás, nos queríamos mucho. Ramón Acín tenía una mano exquisita para el arte y era muy buena gente.

- Con once años, partió usted a la Residencia de Estudiantes.
- Sí, claro. Fui a hacer el Bachillerato a la Residencia de Estudiantes ya. Mi padre había sido nombrado director del Canal de Isabel II. Mis asignaturas favoritas eran la geografía, el arte y la historia. Por entonces, lo recuerdo perfectamente, yo iba mucho al Museo del Prado con mi padre. Soy el visitante más antiguo y el más constante del Prado. Me gustaban mucho Velázquez, Goya, Zurbarán o El Greco. Es el mejor museo del mundo. He ido cientos, miles de veces.

- En 1918, llegó a la Residencia de Estudiantes Luis Buñuel...
- Establecimos relación de inmediato. Recuerdo que no destacaba en nada. Quería ser escritor y escribió algo. Estudió Ciencias Naturales, Filosofía y Letras. No tenía una vocación específica.

- ¿Ya lo conocían como "El león de Calanda"?
- Luis Buñuel mentía como un bellaco. Era un gran fabulador. Sólo hizo un combate y yo fui su manager. Hizo tres o cuatro o cinco asaltos, pero le aseguro que ni él ni su contrincante se intercambiaron golpes. Pronto se convirtió en el novio de la poetisa Concha Méndez, tengo un libro de ella dedicado por entonces.

- Y algo más tarde, apareció Dalí.
- ¿Le digo una cosa? Fui yo quien lo descubrió. Llegó en 1922, acompañado de su padre el notario Salvador Dalí Cusí y de su hermana Ana María. Estuvieron allí tres o cuatro días. Era estrafalario, vestía de artista, con un traje de terciopelo negro, con cinturón, llevaba melena. Era raro. No tanto como Juan Ramón Jiménez, que venía a menudo a ver a García Lorca. Sabíamos que pintaba, pero un día vi su puerta entreabierta y empujé. Vi unos dibujos maravillosos, excelentes. Le pregunté: "¿Son tuyos?". "Claro", dijo. Me faltó tiempo para decírselo a los demás: Lorca, Vicéns, Buñuel. "Este tío catalán pinta muy bien", les dije. Así empezó todo. Muchos años después, hace más de 20 ó 30 años, ya no recuerdo la fecha, fui a verlo al hotel Palace. Entonces, conocí a Gala. Traté a Salvador Dalí hasta su muerte.

- Ahora que citamos a Buñuel y Dalí, ¿cuál fue su responsabilidad real en la película de ambos, "Un perro andaluz", y también en "La edad de oro"?
- Yo creo que en algunas cosas. Por ejemplo, el ojo rasgado con la navaja barbera, el carnuzo sobre el piano, los curas marianistas cogidos a una pata del piano... Eran imágenes mías. Pero yo no intervine propiamente en las películas, no figuro para nada en "Un perro andaluz", eran cosas que nos decíamos en las charlas...

- ¿Y Federico García Lorca?
- Estaba fascinado con él como todos. Era realmente extraordinario, simpático, hablador, alegre, ingenioso, mentiroso. Era el hombre espectáculo. Recuerdo que Jorge Guillén decía: "Federico es irresistible". Y realmente lo era: tocando el piano, contando cosas, cantando, dibujando, hacía caricaturas musicales extraordinarias, perfectas, de Mozart, de Stravinski. Y tenía un talento poético inmenso.

- ¿Es cierto que usted llegó a dedicar algunos de sus libros?
- Algunos no, el "Libro de poemas". Como no le cabían todos los ejemplares en su cuarto, pasó unos cuantos al mío. Y a veces venía gente que me decía: "Bello, le hemos escrito a Lorca, no nos ha contestado, ya va a terminar el curso, ¿podría decirle que nos dedique su libro?". Y yo, con el consentimiento de Federico, acababa haciéndolo: dedicaba el libro.

- Entonces, ¿cuál era exactamente su papel en el grupo, el de incitador o azuzador de otros intelectuales?

No, no. Yo daba ideas, sugería temas, hablábamos, bromeaba. Supongo que cogerían algo de mí, pero yo no he pretendido pasar a la posteridad. Soy una persona muy modesta. No figuro en ninguna parte.

- Dijo usted alguna vez que hasta entonces sólo había leído a un autor, Bécquer, y que se lo sabía casi de memoria...
- Alguna cosa sabría de memoria. Lo había leído y releído desde los diez años. Más que su poesía, a mí me gustaban sus "Leyendas" y las "Cartas desde mi celda"...

- Escritas, por cierto, en Veruela.
- Me encanta Veruela. Es de una belleza verdaderamente evocadora y en la época de Bécquer debió serlo más aún, de un gran romanticismo. Es uno de mis lugares favoritos de Aragón, aunque yo conozco toda España.

- Sigamos. En 1927 se fue usted a Sevilla.
- ¿Y sabe por qué? Porque en 1929 iba a celebrarse la Exposición Iberoamericana, por eso había mucho trabajo y muchas iniciativas. Y yo me fui inicialmente con una compañía constructora de Zaragoza, Vías y Riegos, era un alto empleado de la empresa y trabajaba también en Relaciones Públicas. Me quedé hasta 1935 y me fue muy bien.

- ¿No fue allí donde conoció a la pianista Pilar Bayona?
- Sí, me la presentó Concha de la Torre Bayona, pero yo la vi en Sevilla, en Madrid, aquí en Zaragoza, en su casa. Conocí a su padre, a su hermano Julio, conozco a su sobrino Antonio. Físicamente no era gran cosa, pero obtuvo éxitos enormes y los Buñuel, tanto Luis como Alfonso, estaban locamente enamorados de ella.

- ¿Y usted?
- No, yo no. Yo la quería como amiga, la admiraba como pianista. Yo había estado enamorado de Araceli Durán y un día le pedí a Rafael Alberti que me escribiera algo para ella. Me escribió un soneto, que figura en "Cal y canto", y no desdice para nada de uno de Lope de Vega. Es magnífico.

- En 1935, regresó a Madrid...
- Sí, claro, con mi familia. Pero poco después empezó la Guerra Civil y ya no pudimos escapar. Bueno, mis padres se fueron a Francia desde Irún, y de ahí a Burgos, a Sevilla más tarde... En medio de la contienda mataron a mi hermano Manuel, había tenido un accidente de coche y se quedó como un niño. Salió a por tabaco y no lo volvimos a ver. Muchos años después apareció en la lista de los fusilados en Paracuellos.

- ¿No pensó en irse de España?
- La verdad es que no. Estábamos en Madrid, no se podía salir. No combatí pero pasar pasé hambre, frío y miedo. Estuve detenido por los republicanos cuatro días, y mi hermano Antonio nueve meses.

- ¿No le impresionó la muerte de García Lorca?
- Desde luego, pero piense en aquel contexto terrible, estábamos rodeados de muerte, y acababan de matar a mi hermano. Desaparecían muchos amigos.

- Y ¿qué paso luego?
- Tras la Guerra Civil, montamos en Burgos una empresa de peletería fina que nos fue muy bien durante unos años. Había en España 33 empresas, pero con la II Guerra Mundial empezó a ir mal. Y la dejamos. Trabajábamos mucho para Alemania y Estados Unidos. Y en 1954, montamos un autocine. Sólo había dos en Europa, uno en Roma, que fuimos a ver, y el nuestro. En Estados Unidos había 400. Funcionaba bien, pero cogimos un gerente norteamericano que nos llevó a la ruina. Luego, como era mayor, lo dejé todo y me recluí en casa, recuperé a muchos amigos, me entregué a leer. Yo he leído la intemerata.

- Y jamás se olvidó de Huesca.
- He ido siempre que he podido. Me gusta la ciudad en su conjunto, iba al parque. Huesca, ahora, esta bonita y cuidada, no es un pueblo, es una pequeña ciudad. Además, en casa de mi hermano, tenía una habitación con baño siempre dispuesta para mí.

- Usted ha escrito piezas teatrales con Alberti, Buñuel y con Benet, recogidas en "Teatro civil".
- He escrito poco, muy poco, ahora acaban de mandarme un drama recuperado que escribí yo con Luis Buñuel. Y también trabajé algo con Juan Benet, con Fernando Checa, pero no me he dedicado a eso, he hecho, sí, alguna cosa humorística de poca importancia.

- ¿Se arrepiente de algo?
- No he hecho mal a nadie, no he hecho nada punitivo. Quizá cuando mejor lo pasé fue cuando coincidí con tantos genios. Pero le digo una cosa: no siento nostalgia de la II República, la conocí muy bien, Azaña fue muy amigo mío, pero fue tan desastrosa como la primera de 1873. He tenido muchos amores. Eso es lo superior de la vida, lo más elevado: el amor es lo que te acerca al cielo.

- ¿Se enamoró de Ava Gardner?
- No, no. La conocí. Me quedé pasmado ante ella y se lo dije: "Te miro a ti". Era una criatura perfecta.

- ¿Cuál es el secreto de su longevidad?
- Hombre, mi padre tenía buena salud. Se murió a los 74 años; eran otros tiempos. No me he cuidado especialmente ni me he descuidado tampoco. No he sido nada aprensivo, he viajado lo justo y he sido curioso. He tenido una actividad grande.

 

 

 

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