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Antón Castro

Futbolistas de la nueva Zaragoza

Zaragoza es una ciudad cada vez más cosmopolita. Cabe hablar de los nuevos aragoneses, de los nuevos zaragozanos. Esta mañana -confieso que la boda no me emociona nada. Hay algo que se les ha ido de las mano, y no me refiero a su majestad la lluvia- he ido a los campos de Delicias a ver el fútbol infantil. Los niños de Garrapinillos, que por cierto tienen un búlgaro y un portugués en sus filas, se enfrentaban a los ecuatorianos y africanos del Racing Delicias, un equipo disciplinado, rápido, hambriento de balón. Poseen una especie de madurez incipiente. Había tres jugadores de color que corrían como lebreles o como gamos salteadores: largas piernas, fibrosos, rápidos y astutos. Atrás, los niños ecuatorianos jugaban sin desmayo, como veteranos. Sin complejo alguno: ese estado de normalidad y de aceptación emociona al más insensible. Ellos no se acordaban de la boda: jugaban como si en cada lance se les fuera la vida y el destino. Precioso. Al final ganaron los jóvenes de Delicias, 2-1.

Si el fútbol sigue siendo un deporte bonito es aquí: en estos campos de tierra, que anteayer captó el tierno Antonio Calvo Pedrós. Aquí los niños son reyes, príncipes oscuros, campeones de la ilusión.

Una nota cultural. Hace unos 16 años, cuando trabajaba en "El día de Aragón" y era feliz e indocumentado, conversé por primera vez con Luis del Val. Acababa de ganar el Premio Café Gijón con "Buenos días, señor Ministro", que publicó Plaza & Janés. Luis del Val se confesaba entonces un "escritor de fin de semana" que resumía en esa novela parte de sus experiencias como diputado, desde el humor y la ironía. Algaida acaba de reeditar ese libro,la historia del funcionario gris Deucalión al cual un braguetazo convierte en azaroso ministro de Agricultura, pero no dice que ya estaba editado y además omite la fecha de la primera edición. Luis del Val, que es un tipo extraordinario, cosechó un importante éxito con "Las amigas imperfectas", una oblicua historia de España, que también apareció en el sello sevillano Algaida.

1 comentario

víctor -

Campos de tierra.
Tierra para que los niños jueguen como juegan los niños, aunque hayan nacido cerca o hayan venido de lejos. Aragoneses de todos los colores que, como dice Eloy, gritan: ¡Hala, maño, pásala! Como las vecinicas que han bajado a jugar a casa de Mariano y pasaban de la boda.
Campos de tierra que guardan la alegría de la infancia.

Y que tú estés allí, con ellos. Porque ellos crecerán y recordarán que tú siempre estabas allí.