TODO LO LLENAS TÚ
Son las dos de la mañana. He ido al descampado, bajo la luna que decrece. Hay un cielo azul, trabajado de nubes, que se ofrece como un abrigo cósmico dispuesto a ampararte. Allá se alzan las grúas, aquí los árboles, y en medio los zarzales, una vegetación en desorden, de corazón seco. La madrugada tiene algo especial. Hay murmullos, voces delgadas que llegan y que huyen, a la intemperie, del bochorno. Cinco mujeres parlotean a la sombra de la iglesia: hablan de esto y de aquello, hablan dentro de sus finísimos vestidos con una voluptuosidad inesperada. Me encanta esta forma de vida: el combate contra el calor en plena calle, avanzada ya la madrugada, sobre sillas de anea o en los bancos de la plaza. Dejo las mujeres a su aire. Y leo un poco mientras la perra trisca por aquí y por allá; me da vueltas en la cabeza la canción Para que tú me oigas de Carmen París, inspirada en el poema homónimo de Pablo Neruda del disco Neruda en el corazón, demasiado irregular; también me gusta mucho A callarse de Julieta Venegas. Y No te quiero sino porque te quiero de Antonio Vega, tan personal, tan sobrio...: Moriré de amor porque te quiero, porque te quiero, amor, a sangre y fuego. Me concentro en las imágenes del volumen Imaxes na penumbra. A fotografía afeccionada en Galicia (1950-1965) (Xerais, 1998) de Manuel Sendón, donde hay estupendas fotos y biografías sincréticas de Veiga Roel, Luis Zamora, Raniero Fernández, Ricard Terré, el extraordinario Manuel Ferrol, Dionisio Tasende o García Ferrer. Unos y otros, y algunos más que no nombro aquí, componen una Galicia llena de sutileza, dolor, poesía y emigración, de magia de luz sombría, de niebla que se vuelca como una letanía o un temblor en las sienes.
Vuelvo a casa. Abajo, Daniel, Diego y Jorge ven El hombre que pudo reinar y se desvelan. Y Pablo Neruda musita, en la voz desgarrada y narcótica de Carmen París, todo lo llenas tú. Y también: escuchas otras voces en mi voz dormida. Es cierto: en algún lugar de mis oídos resuenan las confidencias de las cinco mujeres, bisbiseos hacia la aurora de quien no tiene sueño.
Vuelvo a casa. Abajo, Daniel, Diego y Jorge ven El hombre que pudo reinar y se desvelan. Y Pablo Neruda musita, en la voz desgarrada y narcótica de Carmen París, todo lo llenas tú. Y también: escuchas otras voces en mi voz dormida. Es cierto: en algún lugar de mis oídos resuenan las confidencias de las cinco mujeres, bisbiseos hacia la aurora de quien no tiene sueño.
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