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Antón Castro

VIAJES CON MUSICA CON PARADA EN EL EDIFICIO DE MONEO

1. Cruzamos, Daniel y yo, Las Cinco Villas para oír a Javier Ruibal y Vinos Chueca. Cuando vamos por Tauste una nube negra de insectos se suicida en las ventanillas de la furgoneta granate: casi una década de baqueteo y 200.000 kilómetros en el chasis cansado. Ver eso, cuando cae la tarde, casi da pánico. Recordamos “Cuando ruge la marabunta”. Nos tranquilizan en una gasolinera de Ejea: son los bichos del arroz. Adelante. Sos es un poema de piedra e historia hecho canción. La noche se ha quedado perfecta: adormecida en sí misma, con señoras en los balcones y algunas libélulas en los arcos. Casi lleno. Fernando Bastos, Pepe Vázquez y Gabi arrancan risas y resucitan a su modo a “La Mandrágora” en versión baturra. Bastos tiene mucha gracia y alguna clase: antaño le gustaban las mujeres maduras, hoy las jóvenes, y no soportaría que una novia, por muy promiscua que fuese, se acostase con un policía. Gran éxito en seis canciones. Por allí andan Julio Conde, que es un gallego de Verín que se ha convertido casi en rey de Uncastillo y Sos.

2. Javier Ruibal está como siempre: inspirado, poeta, entregado hasta la extenuación. Mucha gente conocía sus canciones y las jaleaba con la boca, tocaba palmas o disfrutaba con el diálogo de las dos guitarras; al fondo, Javier Ruibal jr. percutía aquí y allá sin amago de ansiedad. Concierto perfecto de casi dos horas: intenso, trabajado letra a letra, canción a canción, melodía a melodía. Un modelo de profesional inspirado que tiene algo de trovador árabe que habita en los jardines de “Las mil y una nocches”. Recordo Javier que hacía muchos años que no cantaba en Aragón, desde el concierto en la Facultad de Ciencias. Para entonces aun no había nacido su hija Lucía, bailarina y con legión de fans adolescentes en Sos.

3. Visita al Centro Aragonés de Arte Contemporáneo. Si uno atraviesa el jardín japonés, o casi japonés en Huesca, de José Beulas, llega al edificio de Rafael Moneo. Es chico por fuera y chico por dentro, con una única gran sala de perfecta luz. Nace amputado y un tanto indefinido, pero existe el proyecto de ampliarlo hacia atrás, en el único ángulo recto del espacio. Es coqueto, pero muy poco práctico. En las paredes no se pueden colocar obras, así que habrá que hacer una especie de mecano en el centro de la sala para instalar cuadros, imaginamos que no más de 40 / 50, y de formatos más bien reducidos. Da un poco de pena que el primer Centro de Arte Aragonés sea algo tan modesto. Seremos positivos: supone la coronación de un sueño para José Beulas y también debía ser el principio de algo decisivo para la Comunidad, pero habrá que ampliar de inmediato, hacer los talleres para artistas cerca del estudio que diseñó García Paredes y acondicionar el acceso. En esta Comunidad alguien debería reflexionar sobre la medida de las cosas, el valor de las cosas, sobre la ambición de las cosas. Un ejemplo: el Conservatorio de Zaragoza sirve para muchos intérpretes y formaciones del mundo; el Centro de Arte Aragonés Contemporáneo, por ahora, a pesar de ser coqueto, es indigno de esta Comunidad y de estos tiempos. Tiene algo de edificio portátil y de juguete firmado por un arquitecto de prestigio sí, Moneo, ideal para figurar en una revista de Nueva Arquitectura, idóneo para algún premio, pero escasamente práctico.

1 comentario

Buenmjo -

Ole por hacercar al maestro Don Javier Ruibal per estas tierras donde nació mi padre.
Desde Barna, saludos con cariño