MEMORIA DE LOS RODAJES EN HUESCA
El otro día hablábamos con Ana Usieto: ver su artículo de hoy en Heraldo de Aragón- de algunos de los Festivales de cine que abundan en Aragón (nace en Panticosa el Ja Ja Festival, que se celebrará dentro de un par de semanas), y en particular en Huesca. Y con motivo de los fragmentos de películas del oeste de Simeón Pimpinela que se proyectaran en O buxo, de cine de terror, recordamos que Fraga había sido escenario de numerosos rodajes en los años 60 de películas del Oeste. Fraga fue la Almería de Aragón durante un tiempo.
Siempre se ha dicho que Aragón es territorio de cine. Por la fuerza increíble de sus paisajes, páramos y pueblos, auténticos y variados platós de cine, por sus realizadores, por sus actores, por sus forjadores de imágenes (y pensamos, en particular, en Pepín Bello), por sus festivales de cine cada vez más consolidados (y ahí el de Huesca es un gozoso paradigma), por sus guionistas. A Huesca le cabe el honor de haber dado a luz a uno de los más grandes: Julio Alejandro de Castro, colaborador de Luis Buñuel, dramaturgo y poeta, formidable narrador oral, al que le van a crear un museo marino con sus objetos en Jávea. El responsable de Tristana, Viridiana o Simón del desierto glosó en un artículo en la revista Academia el embrujo que le produjo el descubrimiento del cine en Huesca, en uno de aquellos barracones de Enrique Farrús El Farrusini. En realidad, escribió un cuento con pianista que suplía el sonido y creaba atmósferas a las películas mudas.
Huesca ha visto en su piel accidentada a numerosos actores, técnicos, películas de varia estirpe, aventuras románticas o incluso homenajes a uno de sus grandes personajes: Ramón José Sender, del cual se ha reeditado en Biblioteca del Exilio uno de sus libros más altoaragoneses: Monte Odina. Valentina de Antonio José Betancor se rodó en diversos lugares de Huesca, especialmente en Loarre, que ha vuelto a ser castillo de primera plana con Ridley Scott, castillo épico de cruzadas, faro épico esculpido en la piedra, dispuesto a albergar nuevos sueños y el tránsito fantasmal de Florinda Cava. Sender ha sido uno de los escritores españoles del siglo XX más veces llevado a la pantalla grande. Mi hijo Jorge malherido en el ojo izquierdo y en el hombro: se cayó de la bicicleta en Ejulve un poco antes de un partido de fútbol, con lo orgulloso que estaba porque había logrado dar 173 toques sin que se le cayese el balón- acaba de leer El bandido adolescente de Sender, la historia de Billy El Niño, y dice que es muy poética y muy favorable en todo al bandolero.
Huesca también ha sido escenario de películas en Riglos (pienso en Jesús Bosque, en Miguel Vidal), en los Pirineos, en Murillo de Gállego, en Fraga en la villa se rodó, como apuntábamos, un buen puñado de películas del oeste en los años 60, muchas, muchas, tipo Un dolor de fuego, como recordó hace no demasiado tiempo Sancho Gracia, alias Curro Jiménez, tras haber interpretado 800 balas de Alex de la Iglesia-, en realidad casi todos los rincones habidos y por haber están presentes en los documentales de Eugenio Monesma, ese infatigable director oscense con perfil y cabellera de marino. Pero también Guerreros de Daniel Calparsoro en Jánovas, Jamón Jamón de Bigas Luna por Peñalba (y por supuesto en diversos lugares de Zaragoza, Alfajarín entre ellos), La marcha verde de José Luis García Sánchez por Tardienta, Tata mía de Borau en Riglos, y por Benasque, Al otro lado del túnel de Jaime de Armiñán, con Fernando Rey, que fallecería poco después. También por los Pirineos rodó Antonio Jiménez-Rico, Primer y último amor, basado en el libro homónimo de Torcuato Luca de Tena.
Huesca ciudad albergó por ejemplo algunas secuencias del juvenil y osado Ramón y Cajal, algunos momentos fugaces de la enigmática vida de Miguel Servet, ambas producciones televisivas de José María Forqué, y sobre todo fue teatro inicial de La pasión turca de Vicente Aranda, una película sobre el ardor, el descubrimiento del sexo en tierra y cama extrañas, y sobre el combate del tedio de una mujer de fuego, que encarnó Ana Belén y que concibió, con su morosa retórica, Antonio Gala. El inventario de filmes en la capital abarca, entre otros títulos, Cartas desde Huesca de Antonio Artero, con Myriam Mèzieres y Fernando Fernán Gómez, nada menos, el sueño sin suerte ni demasiado éxito de Antonio Artero. Y de lo último que se rodó en Huesca, que no tardará en estrenarse, fue la película El reino del cielo de los grandes del cine actual, Ridley Scott, a Loarre, un excepcional escenario de rodaje que no hace sino abundar y multiplicar la leyenda de Aragón como tierra de cine. Años antes, Charlton Heston a quien no se le había olvidado el español de los tiempos del Cid- rodó secuencias para una serie sobre ópera.
Hay muchos más títulos, muchos más. Otro día recordaremos algunos de Zaragoza y Teruel, que también son legión.
Siempre se ha dicho que Aragón es territorio de cine. Por la fuerza increíble de sus paisajes, páramos y pueblos, auténticos y variados platós de cine, por sus realizadores, por sus actores, por sus forjadores de imágenes (y pensamos, en particular, en Pepín Bello), por sus festivales de cine cada vez más consolidados (y ahí el de Huesca es un gozoso paradigma), por sus guionistas. A Huesca le cabe el honor de haber dado a luz a uno de los más grandes: Julio Alejandro de Castro, colaborador de Luis Buñuel, dramaturgo y poeta, formidable narrador oral, al que le van a crear un museo marino con sus objetos en Jávea. El responsable de Tristana, Viridiana o Simón del desierto glosó en un artículo en la revista Academia el embrujo que le produjo el descubrimiento del cine en Huesca, en uno de aquellos barracones de Enrique Farrús El Farrusini. En realidad, escribió un cuento con pianista que suplía el sonido y creaba atmósferas a las películas mudas.
Huesca ha visto en su piel accidentada a numerosos actores, técnicos, películas de varia estirpe, aventuras románticas o incluso homenajes a uno de sus grandes personajes: Ramón José Sender, del cual se ha reeditado en Biblioteca del Exilio uno de sus libros más altoaragoneses: Monte Odina. Valentina de Antonio José Betancor se rodó en diversos lugares de Huesca, especialmente en Loarre, que ha vuelto a ser castillo de primera plana con Ridley Scott, castillo épico de cruzadas, faro épico esculpido en la piedra, dispuesto a albergar nuevos sueños y el tránsito fantasmal de Florinda Cava. Sender ha sido uno de los escritores españoles del siglo XX más veces llevado a la pantalla grande. Mi hijo Jorge malherido en el ojo izquierdo y en el hombro: se cayó de la bicicleta en Ejulve un poco antes de un partido de fútbol, con lo orgulloso que estaba porque había logrado dar 173 toques sin que se le cayese el balón- acaba de leer El bandido adolescente de Sender, la historia de Billy El Niño, y dice que es muy poética y muy favorable en todo al bandolero.
Huesca también ha sido escenario de películas en Riglos (pienso en Jesús Bosque, en Miguel Vidal), en los Pirineos, en Murillo de Gállego, en Fraga en la villa se rodó, como apuntábamos, un buen puñado de películas del oeste en los años 60, muchas, muchas, tipo Un dolor de fuego, como recordó hace no demasiado tiempo Sancho Gracia, alias Curro Jiménez, tras haber interpretado 800 balas de Alex de la Iglesia-, en realidad casi todos los rincones habidos y por haber están presentes en los documentales de Eugenio Monesma, ese infatigable director oscense con perfil y cabellera de marino. Pero también Guerreros de Daniel Calparsoro en Jánovas, Jamón Jamón de Bigas Luna por Peñalba (y por supuesto en diversos lugares de Zaragoza, Alfajarín entre ellos), La marcha verde de José Luis García Sánchez por Tardienta, Tata mía de Borau en Riglos, y por Benasque, Al otro lado del túnel de Jaime de Armiñán, con Fernando Rey, que fallecería poco después. También por los Pirineos rodó Antonio Jiménez-Rico, Primer y último amor, basado en el libro homónimo de Torcuato Luca de Tena.
Huesca ciudad albergó por ejemplo algunas secuencias del juvenil y osado Ramón y Cajal, algunos momentos fugaces de la enigmática vida de Miguel Servet, ambas producciones televisivas de José María Forqué, y sobre todo fue teatro inicial de La pasión turca de Vicente Aranda, una película sobre el ardor, el descubrimiento del sexo en tierra y cama extrañas, y sobre el combate del tedio de una mujer de fuego, que encarnó Ana Belén y que concibió, con su morosa retórica, Antonio Gala. El inventario de filmes en la capital abarca, entre otros títulos, Cartas desde Huesca de Antonio Artero, con Myriam Mèzieres y Fernando Fernán Gómez, nada menos, el sueño sin suerte ni demasiado éxito de Antonio Artero. Y de lo último que se rodó en Huesca, que no tardará en estrenarse, fue la película El reino del cielo de los grandes del cine actual, Ridley Scott, a Loarre, un excepcional escenario de rodaje que no hace sino abundar y multiplicar la leyenda de Aragón como tierra de cine. Años antes, Charlton Heston a quien no se le había olvidado el español de los tiempos del Cid- rodó secuencias para una serie sobre ópera.
Hay muchos más títulos, muchos más. Otro día recordaremos algunos de Zaragoza y Teruel, que también son legión.
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