GARRAPINILLOS
Al principio, Garrapinillos era un nombre más. Aquel hombre apareció casi por casualidad y de inmediato se dejó cautivar por los caminos entre los maizales, por el aroma y la exuberancia de las higueras, por las torres esparcidas aquí y allá, con su atmósfera rústica y su evocación del paraíso. Le gustó la sensación de naturaleza próxima, el paseo del Canal Imperial, los jardines, la fronda desordenada, los perros que ladran a la luna en los descampados. De noche, Garripinillos se acuna en el misterio, bajo un cielo preñado de estrellas y un resplandor de luces lejanas.
Quizá lo que más le hechizó fueron la plaza y la iglesia de Ricardo Magdalena: se imaginó al arquitecto, en 1874, yendo y viniendo de Zaragoza a Garrapinillos para culminar su proyecto, tan ecléctico, en esta plaza pública que es el ágora de todas las confidencias. Esta plaza, con sus surtidores y sus palmas, tiene un aire tan francés que siempre parece que estamos en casa, con nuestros camareros favoritos, y a la vez muy lejos, de viaje por Europa. Al recién llegado le gustaron otras muchas cosas de Garrapinillos: la gente, ante todo. Descubrió que aquí había conciencia de pueblo, con un pasado rural de labradores y artesanos, y que se integraba con hospitalidad a los recién llegados. Aquí nadie es forastero. O lo es sólo durante unas horas. Descubrió otros encantos de Garrapinillos: esa banda de música que hace sonar sus instrumentos desde el otoño hasta la primavera; ese impetuoso grupo de rock que intenta emular a Los Rolling o a Led Zeppelín los sábados por la tarde; el club de fútbol, que es como una gran familia de héroes inadvertidos desde los benjamines hasta los modestos.
Hasta se dio cuenta de que, como un pueblo de película, Garrapinillos tenía/ tiene, su fotógrafo, Javier Cruces; su filósofo y poeta, Ángel Sanz Goena; sus músicos, Ángel Vergara y Paco Aguarod; sus políticos de postín, Antonio Becerril y Chesús Bernal; su encuestador electoral, Javier Miravete; un apasionado estudioso de la pedagogía, Víctor Juan Borroy, que acaba de estrenar con Virginia y sus hijos una mesa de ping pong en el jardín; sus periodistas, Elena Bandrés y José Ramón Marcuello; un campesino entrañable, Víctor, que regala sus sandías y su bondad; tuvo hasta un portal de internet de literatura infantil, Librelula.com; tiene un joven marino que recuerda la tragedia del Urquiola, un guardaespaldas del Betis, y por supuesto, su torero, Jesús Millán, que aquí, pese a su juventud, adquiere caracteres de leyenda. Y por poseer posee un puñado de ángeles cotidianos, como Macu, que se esfuerzan por los otros: alivian alguna que otra niñez desamparada y más de una ancianidad difícil. Garrapinillos tiene paisanos y paisanaje, gente que aún combate el calor a la fresca y de madrugada; Garrapinillos tiene un clima especial de cariño, de convivencia y de tranquilidad, y también algunos problemas: el ruido de los aviones derivado de ese Aeropuerto Sanjurjo creado en 1950, ausencia de espacios verdes... Incluso fue el lugar de nacimiento del escritor José Ramón Arana en 1905.
Por todo ello, el recién llegado, Manuel Martín Mormeneo, fotógrafo de tambores y bombos, decidió quedarse aquí, y ser uno más. En la plaza, en las tabernas, en las tiendas, en el campo de fútbol, en las tertulias o en los días de excursión a la balsa Larralde. Si se dan la vuelta lo notarán ahí, como un fantasma amigo, entusiasta, dispuesto a ser feliz aquí, en este pueblo de película: pueblo, barrio, arrabal de sosiego y buen rollo, Garrapinillos a secas. Si se dan la vuelta, lo verán ahí a su lado con su perra Noa que ladra en los descampados a la alta luna...
Quizá lo que más le hechizó fueron la plaza y la iglesia de Ricardo Magdalena: se imaginó al arquitecto, en 1874, yendo y viniendo de Zaragoza a Garrapinillos para culminar su proyecto, tan ecléctico, en esta plaza pública que es el ágora de todas las confidencias. Esta plaza, con sus surtidores y sus palmas, tiene un aire tan francés que siempre parece que estamos en casa, con nuestros camareros favoritos, y a la vez muy lejos, de viaje por Europa. Al recién llegado le gustaron otras muchas cosas de Garrapinillos: la gente, ante todo. Descubrió que aquí había conciencia de pueblo, con un pasado rural de labradores y artesanos, y que se integraba con hospitalidad a los recién llegados. Aquí nadie es forastero. O lo es sólo durante unas horas. Descubrió otros encantos de Garrapinillos: esa banda de música que hace sonar sus instrumentos desde el otoño hasta la primavera; ese impetuoso grupo de rock que intenta emular a Los Rolling o a Led Zeppelín los sábados por la tarde; el club de fútbol, que es como una gran familia de héroes inadvertidos desde los benjamines hasta los modestos.
Hasta se dio cuenta de que, como un pueblo de película, Garrapinillos tenía/ tiene, su fotógrafo, Javier Cruces; su filósofo y poeta, Ángel Sanz Goena; sus músicos, Ángel Vergara y Paco Aguarod; sus políticos de postín, Antonio Becerril y Chesús Bernal; su encuestador electoral, Javier Miravete; un apasionado estudioso de la pedagogía, Víctor Juan Borroy, que acaba de estrenar con Virginia y sus hijos una mesa de ping pong en el jardín; sus periodistas, Elena Bandrés y José Ramón Marcuello; un campesino entrañable, Víctor, que regala sus sandías y su bondad; tuvo hasta un portal de internet de literatura infantil, Librelula.com; tiene un joven marino que recuerda la tragedia del Urquiola, un guardaespaldas del Betis, y por supuesto, su torero, Jesús Millán, que aquí, pese a su juventud, adquiere caracteres de leyenda. Y por poseer posee un puñado de ángeles cotidianos, como Macu, que se esfuerzan por los otros: alivian alguna que otra niñez desamparada y más de una ancianidad difícil. Garrapinillos tiene paisanos y paisanaje, gente que aún combate el calor a la fresca y de madrugada; Garrapinillos tiene un clima especial de cariño, de convivencia y de tranquilidad, y también algunos problemas: el ruido de los aviones derivado de ese Aeropuerto Sanjurjo creado en 1950, ausencia de espacios verdes... Incluso fue el lugar de nacimiento del escritor José Ramón Arana en 1905.
Por todo ello, el recién llegado, Manuel Martín Mormeneo, fotógrafo de tambores y bombos, decidió quedarse aquí, y ser uno más. En la plaza, en las tabernas, en las tiendas, en el campo de fútbol, en las tertulias o en los días de excursión a la balsa Larralde. Si se dan la vuelta lo notarán ahí, como un fantasma amigo, entusiasta, dispuesto a ser feliz aquí, en este pueblo de película: pueblo, barrio, arrabal de sosiego y buen rollo, Garrapinillos a secas. Si se dan la vuelta, lo verán ahí a su lado con su perra Noa que ladra en los descampados a la alta luna...
18 comentarios
luis bernal claudio -
ada ruiz -
JESUS EIROA -
MARIA -
POR CIERTO...LAS FIESTAS ESTUPENDAS.
SALUDOS A TODOS (SIN EXCEPCIONES)
Lorena -
Por desgracia pertenezco a ese grupo de jovenes que tuvimos que irnos a los pueblos de alrededor por no existir vivienda en Garrapinillos.
Y si hicieron pisos de proteccion oficial, 30, jaja, y menos mal que por lo menos una amplia mayoria son gente joven del pueblo que se lo merecian.
Pero yo no, no tuve esa suerte, me apunte pero tenia lo menos 30 personas por delante.
Asi que seguire viviendo donde vivo, y iendo a Garrapinillos cada fin de semana y fiesta de guardar, y diciendome cada vez que vuelvo a casa cuando podre vivir donde realmente quiero vivir. En GARRAPINILLOS.
anjana -
en fin, y por cierto, ¿nadie se acuerda de cuando ponian ZOTAL! frente al mani?.
jua, i wish i was
Lucia Rodrigo -
Tambien quiero ver a mi señorita Ana....
Maria Rodrigo -
Tengo unas ganas de verla!!!
besos.
gerard pique -
Noemi -
laura -
Javier -
Me gusta vivir en Garrapinillos, me gusta la gente. Durante muchos años he vivido en muchos sitios y he conocido muchos modos de ver la vida.
La mala educación no es patrimonio de origen. Ahora se han hecho unos pisos de protección oficial, a los que los vecinos de Garrapinillos habrán podido acceder.
Yo ahora vivo en Garrapinillos. También me gustaría ser de Garrapinillos. De hecho mi dirección es esa, 50190 Garrapinillos.
Por lo general allí donde el trabajo me ha llevado, me he adaptado a sus modos de vida, por ello me sorprende, que como bienvenida, me den un "No es lo mismo SER de Garrapinillos que vivir en Garrapinillos".
Si algún día la vida te lleva a otro lugar, espero que no te reciban así.
Mis saludos a todos los vecinos.
ricardo -
Ricardo -
esa gente ha traido mala educacion, perros cagones en las aceras y parece que han venido a evangelizar y a abrir los ojos a gente mas noble y solidaria que ellos
María José -
Beatriz -
Anónimo -
NOA -
¿Y NO TIENE UN ESCRITOR, DANIEL GASCÓN?
GUAU GUAU (¡AY, LOS OLVIDOS!)