EL GATO NEGRO
CUENTOS DE MARTÍN MORMENEO / 1
Manuel Martín Mormeneo tiene una copiosa colección de fotos, pero su favorita es una de Ava Gardner, en el coso de La Misericordia de Zaragoza, tomada por Luis Mompel mientras le brindaba un toro Julio Aparicio. Esa foto fue un regalo de Fernando García Mongay tras la muestra Luis Mompel. Un objetivo en la calle, que se exhibió en Huesca y Zaragoza. Anoche, Martín Mormeneo leía con absoluta fruición un artículo sobre los amores de una única noche de la actriz y Mario Cabré, torero, actor y poeta malo. La madrugada se había quedado ideal: había una ráfaga de brisa y una luna que se agigantaba en medio de dos cercos. Parecía querer besar los abetos o desplomarse sobre los secos matorrales del descampado. De repente, mientras leía en un banco ante una casa de una sola planta, apareció un gato negro. El gato lo miró un momento, avanzó hacia él y se subió al parral que se alarga ante la fachada de una casa contigua. Martín Mormeneo lo siguió un momento con la mirada y vio, entre las sombras, cómo el felino se quedaba enroscado en las hojas. A lo lejos, al otro lado de la luna, el cielo se abrió una, dos, tres veces con sacudidas de relámpago. El gato no se movía. Martín Mormeneo se levantó, cogió las revistas y miró hacia la puerta: era el número 13 de la calle San Antón. Al otro lado, donde se levantan las grúas de las nuevos chalés, creyó ver un gigante. No lo creyó ver, en realidad, vio un gigante con una cazadora de cuero, gafas negras y un varal en la mano que agitó en el aire como una amenaza. Escuchó voces de mujeres insomnes o de jóvenes en el pub que aliviaron su soledad y su desconcierto. El fotógrafo se alejó, pero oyó con nitidez:
-Señor, espere un momento.
No miró hacia atrás y aceleró el paso. Rebasó una calle, y otra, dejó atrás la fila de abetos y enfrentó por fin su casa. Tuvo una sensación horrible: le pareció inalcanzable. La voz, aproximándose, repitió:
-Quédate ahí, no te muevas.
Manuel Martín Mormeneo tiene una copiosa colección de fotos, pero su favorita es una de Ava Gardner, en el coso de La Misericordia de Zaragoza, tomada por Luis Mompel mientras le brindaba un toro Julio Aparicio. Esa foto fue un regalo de Fernando García Mongay tras la muestra Luis Mompel. Un objetivo en la calle, que se exhibió en Huesca y Zaragoza. Anoche, Martín Mormeneo leía con absoluta fruición un artículo sobre los amores de una única noche de la actriz y Mario Cabré, torero, actor y poeta malo. La madrugada se había quedado ideal: había una ráfaga de brisa y una luna que se agigantaba en medio de dos cercos. Parecía querer besar los abetos o desplomarse sobre los secos matorrales del descampado. De repente, mientras leía en un banco ante una casa de una sola planta, apareció un gato negro. El gato lo miró un momento, avanzó hacia él y se subió al parral que se alarga ante la fachada de una casa contigua. Martín Mormeneo lo siguió un momento con la mirada y vio, entre las sombras, cómo el felino se quedaba enroscado en las hojas. A lo lejos, al otro lado de la luna, el cielo se abrió una, dos, tres veces con sacudidas de relámpago. El gato no se movía. Martín Mormeneo se levantó, cogió las revistas y miró hacia la puerta: era el número 13 de la calle San Antón. Al otro lado, donde se levantan las grúas de las nuevos chalés, creyó ver un gigante. No lo creyó ver, en realidad, vio un gigante con una cazadora de cuero, gafas negras y un varal en la mano que agitó en el aire como una amenaza. Escuchó voces de mujeres insomnes o de jóvenes en el pub que aliviaron su soledad y su desconcierto. El fotógrafo se alejó, pero oyó con nitidez:
-Señor, espere un momento.
No miró hacia atrás y aceleró el paso. Rebasó una calle, y otra, dejó atrás la fila de abetos y enfrentó por fin su casa. Tuvo una sensación horrible: le pareció inalcanzable. La voz, aproximándose, repitió:
-Quédate ahí, no te muevas.
2 comentarios
Antón -
fernando -
Saludos desde la casa número 13 y recuerdos de Moski, nuestro gato, que, por cierto, es negro.
Gigantes, por suerte, no tenemos.