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Antón Castro

GISTAÍN, EL AUDITORIO, GALICIA, TRASNOCHE EN EL BABEL

La mañana de ayer empezó espléndida: Mariano Gistaín vuelve de la playa, se va a Barbastro con su dulce madre Josefina y me llama. Ha regresado el poeta del periodismo, el analista más fino de nuestros periódicos. Con su ironía, con su sentido personal del lenguaje –bien podría ser una mezcla baturra de Perec, Gómez de la Serna, Ray Bradbury y Umbral, por ejemplo- y con su pasión indisimulada por Zaragoza, por la modernidad y la tecnología, Mariano Gistaín nos da todos los días piezas espléndidas que debiéramos recoger algún día y publicar. Bastaría que fuesen 100 o 150: desde aquella crónica de Los Rolling Stones a principios de los 80, sus visitas a la Zaragoza de la noche o sus relatos elípticos de la política, Mariano ha sido –como diría su amigo del alma, su “alter ego” en las narraciones de humor delirante, Roberto Miranda- y es un sinvivir de lucidez, de ingenio, de ternura y de humanidad. Cuando se pone dulce es una patata llena de azúcar, un higo que se abre al calor de la noche y derrama su vientre de miel sobre la tierra.

El Auditorio celebra su primer decenario. El edificio de José Manuel Pérez Latorre se inauguró casi vergonzosamente en 1994. Es el edificio del siglo XX en Aragón y sin duda el proyecto cultural de la Comunidad más consistente. En él, Miguel Ángel Tapia y su equipo han dado una lección de trabajo, aventura intelectual y entusiasmo. Por aquí ha pasado todo el mundo –y algunos como Zubin Metha o Teresa Berganza se han quedado literalmente fascinados por “la caja del tesoro” del Auditorio; también lo visitó Norman Foster y su equipo- y además se han sabido establecer convenios con colectivos que crecen día a día: el Grupo Enigma que dirige Juan José Olives, la Orquesta Sinfónica del Conservatorio Superior de Música de Aragón, el Coro Amici Musicae o Al Ayre Español Orquesta, que dirige Eduardo López Banzo. Ha sido siempre un espacio que ha tenido un presupuesto reducido, pero aún así –merced a sus convenios con Ibercaja u Opel, entre otros- ha logrado redondear año a ano una programación buena, con muchos de los grandes. El año que viene, por ejemplo, volveremos a ver a esa mujer increíble, dura y frágil a la vez, que es la pianista Maria Joao Pires. Y pronto a Midori, la violinista que descubrió hace años Herbert von Karajan, que también intuyó el talento y la voluptuosidad de Anne Sophie Mutter, uno de los cuerpos más exultantes de la música clásica cosido a un violín con los brazos desnudos...

Por la tarde, se inaugura la muestra “Galicia vista con ojos de joven”, en la que exponen Aranzazu Peyrotau y Toño Sediles. Hemos contado aquí, en este diario, la increíble historia de sus fotos bajo el título de “Arán o las huellas de Aragón en Galicia”, que es el relato de sucesivos azares, en la noche y en las playas viguesas, que dieron lugar a sus fotos. Seis en total, colocadas en un frontal que domina la sala y a gran formato. Nos parece de lo mejor de la muestra. Arancha –la fotógrafa morena y moderna- y Toño –el amanuense de la luz, filoso como ciprés que hacia el cielo se despereza- acaban de recorrer el Camino de Santiago para realizar un proyecto del Gobierno de Aragón, en el que interviene una docena de artistas. Y además siguen trabajando en sus tribus urbanas a grandes formatos y a color. Siempre han tenido muy claro su línea y ahí siguen, afanándose, buscando, esperando el porvenir.

Por allí andaban Chus Tudelilla, recuperada del todo de su infarto de unos meses atrás, su hijo Adrián, Sergio Castillo (hace años nos mostró, y lo publicamos en “El Periódico de Aragón”, las hojas de papel cuadriculado, con sus manchas de sangre, que escribió el alcalde republicano de Belchite antes de ser publicado), Juanjo Vázquez, muy sereno y confiado en las posibilidades de espacios como el Centro de Arte Contemporáneo de Aragón en Huesca; trabaja ahora en el desarrollo de otro proyecto de legislatura, el Centro Aragonés de las Artes Audiovisuales. Y también estaba Pachica García, futura mamá y más guapa que nunca, el fotógrafo Luis Correas, Manuel Pérez-Lizano...

Y también estaba Pilar Navarrete, con la que siempre me agrada hablar. Tenemos una vieja amistad desde los tiempos de “El día”. Vuelve de vacaciones de Canarias y ha vivido con intensidad los Festivales de Aragón, yendo de aquí para allá. Está trabajando en una nueva ley sobre bibliotecas, la anterior se remontaba a 1986, y la he visto más relajada. Está morena, morena, pespunteada de pecas. No le pregunté como iban sus libros. Hace años estaba escribiendo una novela que transcurría en Veruela... Le pasa como a mí: tiene una relación traumática pero intensa con la literatura. Es la mujer-Hamlet: la incertidumbre hecha furia y perplejidad de vivir.

Por la noche, en el Babel, de Marta Navarro y Sergio Abraín, encuentro con los amigos: a Maribel Cruzado, traductora y experta en fotógrafos del mundo, Pérez Lasheras, al que van a nombrar presidente de la Asociación de Editoriales Universitarias Españolas, José Luis Melero (a quien Martín Mormeneo le dedicaba hace unos días sus reflexiones sobre “El torero embrujado”. Por ahora, dedujo, no le seducen sus prosas menudas en este blog. Martín Mormeneo, que es susceptible, batallador e invisible, se ha prometido mejorarlas), Ignacio Martínez de Pisón (que publicará en Seix Barral en febrero, “Enterrar a los muertos”, una investigación sobre la vida, la obra y la muerte del traductor de John Dos Passos, José Robles Piquer. Presumo que este libro va a ser un éxito), Violeta Gascón (más guapa que nunca: Roma le endulza la sonrisa y espesa sus silencios. Tiene pies de ángel), Aloma Rodríguez (que está a punto de irse a París, tras un intenso verano de funciones en Dinópolis y en otros lugares, y para mí es una de las cinco mujeres más bonitas del mundo), Félix Romeo (que está deslumbrado con Germano Almeida y lee la autobiografía de Amos Oz. Tiene la exttraña costumbre de doblar las páginas de los libros, aunque se los deje yo. Es incorregible) o Víctor Muñoz, que vuelve de celebrar el cumpleaños de “Tarzán” Javi Moreno. Hablamos de esto y de aquello: de editores, de la ciudad, de José María Aguirre, de periódicos, de padres, de Sam Shepard (Félix recuerda fragmentos magistrales de “Crónicas de motel”), de los amores salvajes de Luis Alegre. O eso suponemos, porque apenas se deja ver...

Hoy, tengo que ir a Panticosa, al Ja, Ja, Festival de Humor. ¿Qué voy a decir? Pedro Zapater, que trabaja ahí enfrente, en el ordenador de allá en “Heraldo”, y viaja al Globe, a los subterráneos de Viena, y es escritor de cuentos en secreto, quería que estuviese. Le dije que sí, y ahora qué. ¿Qué se puede decir chistoso ante el ingenio de Miguel Ángel Lamata, otro representante del humor delirante de Aragón?

1 comentario

sergio -

Hola Antón, como siempre es un placer el leerte. No crees que habría que hacer algo en Belchite y con la memoria de los represaliados?
un cálido abrazo