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Antón Castro

VIAJE DE IDA Y VUELTA, CON HUMOR, A PANTICOSA

Puse “Neruda en el corazón”, a ver si soportaba el riguroso examen del coche, la soledad del conductor de fondo, y tomé la dirección de Panticosa. Son 18 canciones y más de 160 kilómetros desde Garrapinillos. Zaragoza-Huesca se hace en suspiro bajo un cielo tachonado de algodón. Miras a derecha e izquierda y tragas y tragas kilómetros vertiginosos de paisajes. Pero cuando rebasas Huesca, empieza otro mundo de celajes más imponentes, de montañas y bosques, de colinas fastuosas que se cuelgan ante tus ojos y que trazan un sendero de crestas hacia las estrellas o el más allá. Cada vez que paso por Arguis y su pantano me acuerdo de Teo Lozano, aquel periodista que llegó a Teruel para recorrer la provincia como nadie con la cámara al hombro (en realidad, llevaba un cámara que hoy es relojero) y contar historias de la trufa, y luego se vino a “El Periódico de Aragón”; el caso que le perturbó, que analizó del derecho y del revés, fue el famoso crimen del pantano de Arguis, cometido con una motosierra. El fiscal Fernando García Vicente, hoy Justicia de Aragón, estuvo a punto de encontrar pruebas para condenar a un sospechoso, más que sospechoso, probablemente, pero jamás se pudo resolver aquel caso de droga y brutal violencia.

Después de Arguis, el puerto de Montrepós, un scalextric endiablado y largo antes de llegar a Lanave con ese desnivel o descenso que siempre pone a prueba mi escasa pericia de piloto. Luego Sabiñánigo, la zona del Serrablo, las verdes praderas, la presencia de las montañas desnevadas que se ofrecen en un cielo purísimo de espejismo. Paso por Bisecas y llego al pantano de Búbal lleno de referencias para mí –no sé por qué razón ese nombre y ese embalse lo asocio con dos libros de relatos de Cristina Fernández Cubas: “Mi hermana Elba” y “Los altillos de Brumal”. Eran libros que leía en los tiempos remotos del bingo. Conocí a Cristina en el Torreón Fortea y me sorprendieron sus ojos gigantescos y líquidos que absorben la perplejidad del mundo-; está allá abajo, como un mar diminuto, en el que se anuncia incluso un pequeño centro náutico. Y ahí enfrente ya, con sus características casas pirenaicas, piedra y pizarra, ya está Panticosa, donde se celebra el I Ja Ja Festival de Humor. La población, hacia las seis y cuarto de la tarde, está tranquila: ciudadanos extranjeros, franceses y holandeses, pasean y se paran las panaderías o las tiendas. Cruzo Panticosa de punta a punta, y ya encuentro a Pedro Zapater, uno de los organizadores, cinéfilo entusiasta y escritor cada vez menos secretos. Vemos algunas de las caricaturas de Luis Grañena en los bares –mientras la tele anuncia en varios idiomas la catástrofe de Rusia: ¿volverá a ser considerado Putin como un héroe?-, y aparecen el ilustrador e infógrafo de “Heraldo” Alberto Aragón, el músico y actor José Manuel Tafalla –que acaba de publicar un nuevo disco: será mi compañía a la vuelta; ese y Manolo García y Serrat, cantando a Machado; cuando viajo de noche siempre pongo un disco que me guste y me sepa casi de memoria, así canto y no me duermo- y el realizador Miguel Ángel Lamata.
Lamata está encantado y lleno de proyectos. Le tienta Vicente Andrés Gómez para una película, le han ofrecido dirigir la segunda parte de “Isi-Disi”, acaba de terminar un guión con Miguel Ángel Aijón –el guionista de “Una de zombis”, la película que ayer se ponía en el Festival, junto a “Cuida que” y “Robando el rockanrol”, ambas con guión de esa estupenda actriz que es Mayte Navales-, con el que de vez en cuando hacen proyectos de programas de televisión. Lamata está feliz, cuanto mejor le va en Madrid, más ama Zaragoza. Hablamos de todo: del eco de su película en un artículo que se publicó en “Variety”, que ayer glosaba “El País”, de algunas películas que le gustan mucho como “Otra mujer”, de actrices que le fascinan: Judy Davis, Fany Ardant, Jacqueline Bisset, de François Truffaut, de Eric Rohmer, de películas recientes que le fascinado.
Antes de la presentación del Festival, con el alcalde (José Luis Pueyo), el presidente de la Comarca del Alto Gállego (Mariano Fañanás; si, así, como Silveria, la mujer de Ramón y Cajal), con el grupo de “Los cinco magníficos” (Carlos Jalón, Sergio Rello, Clemente Huerta, Beatriz Benedí y Pedro Zapater) que se han sacado este festival que cuenta con un presupuesto de tres millones de pesetas, dimos una vuelta por el pueblo, para verlo ahí, encerrado entre rocas, lleno de praderas, de cauces de agua, de restaurantes, de luz crepuscular de paraíso. Lamata está muy ingenioso, como siempre. Y también su actor José Manuel Tafalla, especialmente contento porque en Estados Unidos se ha hecho una investigación con células madre en ratones que permite el crecimiento del cabello a los calvos. Él estaba muy contento: “Dentro de diez, seguro que dejarán de llamarme calvo”. Recordé dos cosas: que Dios se le apareció en sueños a Miguel Ángel Lamata y le dijo: “No contrates a Robert de Niro para tu próxima película, sino a Marianico El Corto y José Manuel Tafalla”. Y recordé que a Lamata le habría gustado ser cirujano para hacerle una operación de fimosis a Bush, “con hacha y sin anestesia”. Por cierto, en su breve parlamento, Lamata aludió a la alegría e hizo un símil acerca del pene erecto. Pensó que la frase escandalizaba a una señora mayor, de primera fila, y él insistió: “Un pene erecto”. Y ella dijo: “Dígalo, dígalo, eso es lo más natural”. Y alguien pensó: “Y lo más deseable, también”. Risas. Por allí también andaban Vicky Calavia y Antonio Tausiet. Vicky contó que le habría la digitalización de todo el material de “Travesías” a una institución aragonesa para ponerla al servicio de la gente, proyecto que cuesta nueve millones, y que todas le dicen que les parece interesantísima la idea, pero que no hay dinero.

Por la noche, durante la proyección de los cortos, “Cuida que...” y sobre todo “Robando el rockanrol” algunas madres sacaran a sus pequeñas hijas de la sala. Había sexo y crimen, sexo oral bastante explícito entre Salomé Giménez, Miguel Ángel Aparicio y Mayte Navalas, que forman parte de la gran familia o basca de amigos que apoyan constantemente a Lamata. Momento de incomodidad. La noche era larga: quedaban Jaime Ocaña y los monologuistas. Yo ya me había puesto en camino de regreso: habíamos recordado con Tafalla el bar El Paso, a Bizén, a Félix, a Chusé Izuel (“iba con la chupa negra incluso en verano”), y habíamos comido unas patatas con la piel y con cebolla en Mesón Sampietro. La noche era incierta: las sombras de los montes sólo se intuían entre densas tinieblas. Miré abajo en Búbal, me gustan los pueblos iluminados, me gusta Biescas, a la izquierda. Me gusta la soledad ideal del conductor que canta a Machado, la conducción contra la noche de quien asoma al rock duro de José Manuel Tafalla (su grupo se llama Sick Brains y el disco se titula "Hoy solo"; las preciosa fotos del libreto han sido cedidas por Carlos Pauner), un actor “satánico”, un tipo dulce que acaba de extraviarse a caballo por Torla, adonde volvía hoy con Miguel Ángel Lamata, interesado también por una casa encantada para un proyecto de vampirismo o de brujería.

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