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Antón Castro

RETRATOS / 1. LAIA MARULL

Laia Marull es una actriz con ángel. Podría pertenecer a la estirpe de Gene Tierney, Audrey Hepburn, Margaret Sullavan, Sophie Marceau o Juliette Binoche, pero en realidad pertenece a una excelente generación de actrices españolas jóvenes como Penélope Cruz, Ariadna Gil, Maribel Verdú, Leonor Watling o Candela Peña. Es elegante, posee una sonrisa dulce y honda, y una expresiva mirada de ojos pardos, almendrados. Nació en Barcelona en 1973, estudió Filología, pero decidió hacerse actriz tras leer una frase de Mafalda, la niña de cómic que soñó Quino. Ha estudiado arte dramático y canto, danza clásica y contemporánea. Aparenta ser una mujer vulnerable, y tal vez lo sea, pero lo que ha definido su trayectoria es la determinación, el rigor y la ausencia de prisa.

Se inició en la escena, en 1993, con una pieza fundamental del teatro contemporáneo: “Roberto Zucco” de Bernard-Marie Koltés, bajo la dirección de Lluis Pasqual. Ambos volvieron a coincidir en “Uns dels ultimes vespres de carnaval”. A partir de entonces dio el salto a la televisión; trabajó durante cuatro años en la serie “Estació de Enllaç”, de 1994 a 1998, que fue un rotundo éxito en TV3, y debutó en el cine en 1995, con un breve papel, en “Razones sentimentales” de Antonio A. Farré.

Tardó tres años en volver a la gran pantalla y lo hizo en dos películas, estrenadas en 1998: “Asunto interno” de Carlos Balagué y en “Mensaka” de Salvador García Ruiz, que fue su primer gran éxito. Ahí vimos a una actriz capaz de ofrecer diversos matices de emoción, calidez y desgarro, con una bonita voz, y recibió elogios unánimes de la crítica. Mujer discreta, enemiga de los focos, suele decir: “Para mí la televisión, cine y teatro van juntos. En el fondo sólo soy una actriz”. Una intérprete intensa, de suaves maneras, que ha ido creciendo en películas como “Lisboa” (1999) de Antonio Hernández, “No llores, Germaine” (1999) de Alain Dehallaux, en la que ella misma se dobló en francés, o “Fugitivas” (2000) de Miguel Hermoso. Su intervención en esta obra le valió el premio Goya de la Academia Española de cine a la mejor Actriz Revelación. Y ese mismo año siguió ampliando su currículo en el extranjero en la producción canadiense “Café Olé” de Richard Roy. A la par, siguió trabajando en teatro, en piezas como “Así que pasen cinco años” de Federico García Lorca, bajo la dirección de Joan Ollé, “La mare coratge” de Bertolt Brecht, dirigida por Mario Gas, que también la dirigió de nuevo en “Lulú”.

Su gran año fue el 2003 donde dio vida a la protagonista de “Te doy mis ojos”, la película sobre los malos tratos y la violencia en la pareja de la actriz y directora Iciar Bollaín. En esa filme, Laia Marull realiza una actuación conmovedora, magistral, plena de delicadeza, de hechizo, de desesperación, de gestos y susurros. Por su trabajo, recibió numerosas distinciones, en particular la Concha de Oro del Festival de San Sebastián y el Goya a la Mejor Actriz. Su último trabajo, por el momento, es “Las voces de la noche” (2003) de Salvador García Ruiz, otra historia de amor que sucede en la España de los 50.

1 comentario

Cide -

Me gustó mucho esta actriz en Te doy mis ojos. Las películas pedestres no suelen gustarme, pero reconozco que tuvo muchísima habilidad Icíar Bollaín en la dirección de los actores (Luis Tosar hizo aquí probablemente el papel de su vida), y en hablar de un maltratador que, a ratos, hasta al espectador le parece un tipo simpático y ruega porque Laia le perdone. Recibió críticas la directora por parte de alguna de esas asociaciones de feminismo a piñón fijo, porque la película no retrataba la realidad tal como es. En España hay que cogérsela con papel de fumar para hablar de según que cosas, y un maltratador que pueda resultar simpático en algún momento es algo dudoso. Tampoco Superman reflejaba una realidad y no por eso se criticó. Icíar Bollaín zanjó muy pronto el asunto como una señora, diciendo que la realidad es tan horrible que si se hiciera una película que contara realmente como es un maltratador medio nadie se lo creería. Supongo que habría sido muy fácil retratar un ogro sin darle la sutileza que le dio al papel de Luis Tosar.