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Antón Castro

SARA, KATIA ACIN, MIGUEL LOBERA Y JESÚS MONCADA

1.Sara, cinco años para seis de inmediato, no ha ido hoy al colegio. Tiene enfriamiento, algo de fiebre y esos mimos especiales de quien un día se escabulle del colegio. Hoy no llorará al entrar, no me exigirá subir hasta su clase, y el conserje no tendrá que llamarme la atención recordándome que no se puede subir al aula. Es tan estricto el caballero que no le importan las penas o los mimos de los niños. Sin embargo, sabiendo que hoy no irá a su aula de primero de EGB, ha cogido un cuaderno de vacaciones, “Secretos y misterios de las Witch (Will, Irma, Taranee, Cornelia y Hay Lin)” y contesta a las preguntas, hace dibujos, me pregunta constantemente. Por ejemplo, hay una pregunta sobre la música que ha oído este verano, y contesta Melendi, el disco de las Witch (sonaba, con ese falseamiento tan especial de las nuevas tecnologías, en los bosques de Muxía) y Bunbury. Desde el fondo de la casa, pregunta: “¿Cómo se escribe Bunbury, con v o con b?”. Su canción favorita, revela, es “Los restos del naufragio”, y la entona. Y luego pregunta también si diciembre es con v o con b, y así se pasa la mañana, ya está el fuego encendido, mientras también dice que se le caen los dientes. Dos o tres que le temblequean y que van a sumarse al que se le cayó semanas atrás. Y de repente, cuando le he dicho que tenemos que pasear a la perra Noa por la explanada de nieblas y a comprar la prensa, murmura: “Tenía que haber ido al colegio porque no me apetece salir a la calle”. Escribe el nombre de Aloma, y le sale una ele muy larga y comenta: “Mira, cuántos puentes le he hecho a esta ele. Tengo que escribirla de nuevo”.

2.Llamé anoche a Víctor Pardo Lancina para saber cómo había ido la exposición de Katia Acín en La Carbonería, la galería que dirige esa mujer tan laboriosa, emprendedora y sensible que es María Jesús Buil, con quien tanto queremos. Estupendamente. Se congregó allí un círculo íntimo de amigos, embrujados con Katia, con su pasión torrencial por vivir y por crear, de Huesca (José Domingo Dueñas, las hijas de Katia, etc.) y de Zaragoza, un puñado de amigos verdaderos: Notivol (recuerden ese maravilloso libro titulado “Autos de choque”, uno de mis favoritos de los últimos tiempos con “Manila” de Santaigo Gascón y “La novia parapente” de Cristina Grande), Pepe Melero, Eloy Fernández,Mari Burges, Javier Torres, José María “Cuchi” Gómez, cinéfilo, taurófilo y agente inmobiliario, o Víctor Juan. Ese fotógrafo extraordinario que es “el señor de la pedagogía” de Garrapinillos (es tan privilegiado que ya tiene en sus manso el libro sobre el colegio Costa) reproduce hoy, en su web, algunas fotos. El mundo de Katia, en blanco y negro casi siempre, cercano al de su propio padre, cercano en ocasiones al mejor Castelao, original y bello: el trazo y la sugerencia, la conmoción de verdad íntima, colgados de la pared, estampados con los trallazos del alma que pugna ahora contra el dolor, contra el torbellino oscuro del destino en Pamplona, tan lejos y tan cerca de Huesca, la ciudad del paraíso.

3.Mañana, en Montal (plaza de San Felipe), Miguel Lobera presenta su documental “La Torre Nueva, la caída del tiempo”, una obra de autor que dura algo más de 30 minutos en la que el cineasta (que deslumbró por cierto a mi bellísima compañera Elena Gracia, dulce ángel de oro), que ayer presentó uno de sus últimos trabajos en Soria, cuenta la historia de este edificio que se inició en agosto de 1504 y concluyó hacia 1512. Su reloj pautaba la vida de Zaragoza y sus campanas saludaban la llegada de príncipes o reyes, o despedían con sones agoniosos a un monarca difunto. Fue en 1741 cuando empezó a suscitarse alguna polémica en torno al peligro de su inclinación, que sobresalía alrededor de 2.67 de la perpendicular. Ejemplo de edificio civil mudéjar, cuyas obras dirigieron Gabriel Gombao y Juan de Sariñena, además de un hebreo y dos moriscos, tenía planta octogonal y medía 80.60 metros de altura y 10.10 en su base, algo más con los elementos de protección. En 1849 comenzaron ya las disputas ciudadanas en torno a la idea de demolición. Hubo un constante y dilatado cruce de informes y de proyectos (intervinieron, entre otros, Yarza, Félix Navarro, Ricardo Magdalena o Julio Bravo), y en 1892 fue demolida. Antes, la gente subió a contemplar la ciudad desde arriba a cambio de un patacón: se atrevieron a hacerlo más de 10.000 personas. La Torre Nueva tenía un fantasma, así lo han documentado Alberto Serrano o Rafael Montal en sendas monografías. José Laborda Yneva publica estos días, en dos volúmenes, en la Institución Fernando el Católico el largo proceso de siglo y medio de debates, informes técnicos y disputas ciudadanas que acabó con su desplome, con aquella pérdida. El programa “El Paseo” de RTVA ofrecerá el martes, a las 22 horas, un monográfico sobre esta historia con la iconografía conocida (no podemos olvidar a Juan Bautista el Mazo, Doré, la saga Coyne, Mora Insa o Jean Laurent), con algunas aproximaciones de artistas tan distintos como Manuel Lahoz, Fernández Molina, Pilar Nicolás, Eduardo Salavera, y con la emisión de algunos fragmentos de la película de Miguel Lobera, que ha reconstruido con infografía el hermoso y maldito monumento, y la eleva por los aires entre nubes borrascosas de gasa.

4. El Premio de las Letras Aragonesas recayó en Jesús Moncada (Mequinenza, 1941). Estaba feliz. Merecido premio, sin duda, que honra además las letras catalanas o las letras aragonesas en catalán. La democracia debiera haber sido la fiesta de las lenguas y la pluralidad. Moncada, formado al arrimo de Miguel Labordeta, Rosendo Tello y Manuel Berdún, el autor de “Destierro 6”, aparecido en Coso Aragonés del Ingenio, es un escritor indiscutible: divertido, irónico, sensual, laborioso y perfeccionista hasta la extenuación, un enamorado de la palabra y la literatura desde que se levanta. Hace algo más de dos años remató una auténtica proeza, la traducción de 1700 páginas de Alejandro Dumas; ha inventado un montón de seudónimos de traductor para los libros eróticos o galantes que vierte al catalán, y nos ha dado magníficas novelas, especialmente “Camí de sirga”, traducida a 25 idiomas, entre ellos al gallego por Xavier Rodríguez Baixeras, que conservo y releo a menudo. El maestro Moncada dedica sus libros con un cocodrilo del Ebro porque es un excelente dibujante y pintor que, en sus inicios, hasta de que se encontrase con el gran Pere Calders en Montaner y Simón (motivo de su próxima novela, según me contó anoche, hacia las diez), llegó a realizar varias exposiciones individuales y colectivas. Yo defendí el pasado año la candidatura de Soledad Puértolas, porque me parecía que estaba muy poco premiada en Aragón y que había sido uno de los impulsos de lo que se dio en llamar la “nueva narrativa española”, pero el galardón de Moncada –defendido también el pasado año por otros miembros del jurado- me parece incuestionable y me llena de alegría. Enhorabuena.

5. Veo a Pascual Blanco, que ilustra la portada de "Artes & Letras" con un motivo personal y a la vez cervantino. Al principio estaba asustado, pero la tentativa es hermosa por su propuesta, la mezcla de colores, el ámbito onírico que envuelve a las figuras -Rocinante, un Sancho muy sugestivo y el escorzo de don Quijote- y porque es muy suyo. Pascual Blanco va a ser objeto de una exposición de grabados en una galería de Roma, y entre marzo y abril, el Palacio de Sástago ofrecerá una retrospectiva de toda su obra. La comisaria es la crítica e historiadora del arte Cristina Giménez.

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