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Antón Castro

SUSAN SONTAG SE DESPIDE DE TODOS USTEDES

Susan Sontag (Nueva York, 1933) siempre tuvo algo especial. Hija de comerciante de pieles en la China, se sintió aburrida y sola en la niñez y cultivó una intensa vida interior. Su padre falleció cuando ella contaba cinco años de edad y su madre, Mildred, sufrió una gran depresión que no era ajena al acoholismo; luego se casó con el autoritario capitán Nathan Sontag de Tucson, donde Susan pasó su primera adolescencia. Austera y llamativa, (“era todo un fenómeno”, nos dicen en la biografía de Circe, “Susan Sontag”, Carl Rollyson y Lisa Paddock), fue editora de un periódico escolar. Seducía con su presencia y su inteligencia. Llegó a conocer en una cena a Thomas Mann y, tras estudiar en Berkeley y Chicago, se decantó por las letras.
Era hiperactiva; también tocaba el violín. Su trayectoria, vinculada a revistas y periódicos, se tornará imparable. Amiga del futuro Nobel Joseph Brodsky desde muy pronto, iniciará su carrera literaria con dos narraciones experimentales como “El benefactor” y “Estuche de muerte”. Andrógina en cierto modo, y sumamente atractiva, se casó con Philip Rieff (diría de ella que “es la persona más curiosa del mundo”), con el cual tendría un hijo, David, aunque en realidad –y el libro de Rollyson y Paddock no elude este extremo- siempre se sintió atraída por mujeres como la bailarina Lucinda Childs o la fotógrafa Annie Leibovitz, su compañera desde hace años.
El éxito de Sontag se debe a sus trabajos de crítica literaria y artística, a la toma de postura a favor de la defensa de la mujer, a su independencia ante el poder y el peso de Estados Unidos, que no comparte, y a la audacia de su editor: en cada uno de sus libros siempre había excelentes y enigmáticas fotos. Así empezó a forjarse el mito Susan Sontag, en libros como “Contra la interpretación” (1966), “Estilos de voluntad radical” (1969), “Sobre la fotografía” (1976), un libro tan mítico sobre la disciplina como “La cámara oculta” de Roland Barthes, o sus trabajos sobre la enfermedad: “La enfermedad y sus metáforas” (1978), “Bajo el signo de Saturno” (1980) y “El sida y sus metáforas” (1989). Los autores de la biografía recuerdan que siempre que se habla de ciencia ficción, fotografía, dolencias o sexo y pornografía aparece el nombre de Susan Sontag.
Desde hace algún tiempo también se habla de ella como novelista: ahí está un título tan sugestivo como “El amante del volcán” (1995, del cual tenemos edición en Alfaguara). Sontag es una mujer de éxito e influyente, que se ha hecho a sí misma y que no muerde la lengua en criticar a García Márquez o que se atreve a viajar a Los Balcanes y poner el grito el cielo. Por eso suele de decir: “En diversos aspectos me siento autocreada, autoeducada”. La biografía de Rollyson y Paddock es fascinante: nos enfrenta a un mujer moderna y libre, escritora, pensadora, teórica, directora de escena y provocadora, tocada por un halo de irresistible encanto.

Tengo al libro al alcance de la mano. Y lo cojo precisamente hoy, cuando me entero de que se ha muerto Susan Sontag.

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