EL TEMBLOR DE LA REALIDAD
13. 01. 2005-01-14
La mañana se adelgaza entre la niebla. Llego al periódico y llama Fernando Sanmartín, que ya ha entregado al editor a Chusé Raúl Usón, ese caballero de letras que lleva una década editando con primor: es el editor en apariencia abrupto con el que todos soñamos, cuida los libros como si fuesen ángeles que han perdido las alas y las reencuentran en los márgenes, en las portadas, en la cuidada tipografía- su nuevo dietario: Hacia la tormenta. Con Fernando siempre es placentero hablar. Ha preparado un volumen delicado con su prosa transparente, invadida de metáforas y de gestos, de esa caligrafía esencial que brota, despaciosamente, de los líquidos cristalinos de su alma de ciclista en el llano.
En Trafalgar me espera Antonio Calvo Pedrós: ajustamos algunas fechas para los pies de foto de su muestra El temblor de la realidad. Antonio, que vive una segunda, una tercera y hasta una cuarta juventud, expondrá simultáneamente en Huesca, desde el 19, miércoles, y en Zaragoza, en la Sociedad Fotográfica, desde el 20. ¿Cómo va a atreverse a decir que no a algo este hombre bondadoso, cristal de ternura que adelgaza bajo el cobijo de tantos amigos que se le multiplican? Para la muestra de la Sociedad Fotográfica se ha editado una tarjeta con una toma media de Mary de Liss: un hombre sale del foso del Plata y alarga su mano como si quisiera acariciar, en aquel paraíso tropical trasvasado al Tubo, sus bravos muslos, encendidos de lujuria y poderío, su imponente culo de manola que hace palidecer a cualquier mano, que enerva el cerebro más templado del mundo. Hay culos como dice el maestro veterano Joaquín Aranda- que desencadenan una catástrofe sentimental de deseo, hay culos que hacen andar a los ojos y los desorbitan. La belleza tosca de Mary de Liss despierta una lujuria animal que desprecia los adjetivos. Nosotros en Huesca hemos elegido aquella foto de Martín Miranda y Perico Fernández en que, rodeados de las fotos de los grandes campeones o de los anónimos fajadores del dolor, conversan entre papeles, cigarrillos y la seca atmósfera del despacho, contiguo al gimnasio. Mariano Gistaín y José Antonio Ciria escribieron una magnífica biografía del hombre que vención a Lion Furuyama y mandó a dormir a Joao Henrique. Antes, el fallecido Alberto Maestro, había publicado otra monografía del mejor boxeador de la historia junto al "catedrático" Ignacio Ara (En este blog puede leerse una amplia biografía del púgil de Sigüés que peleó tres veces por el campeonato del mundo ante el francés Marcel Thil).
Anoche, mientras paseaba a mi perra, leí unos Pliegos de poesía de José Martín-Retortillo, oscense varado en la incertidumbre. La duda es una forma de lucidez. Los poemas, casi una docena, son bellos y estilizados, de verso breve e intensidad larga. Escribo una nota sobre ellos. José, que es un paseante entusiasta por las veredas pirenaicas, encuentra la poesía en cada recodo del camino, en cada pliegue de sus reflexiones, y habla de la amada, de la vida, del paisaje, de la ausencia. El título del volumen, al cuidado de José Luis Ara (rectifico: no es un volumen, es un abanico de hermosura y ciencia atrapado entre las cosas del campo), es Pálidas razones, y está datado entre 1996 y 1997. José, de quien ya no podemos decir que es un poeta oculto o secreto, es minucioso como un amanuense antiguo que busca el dardo de la música en una melodiosa caligrafía de pensamientos y sentires.
La mañana se adelgaza entre la niebla. Llego al periódico y llama Fernando Sanmartín, que ya ha entregado al editor a Chusé Raúl Usón, ese caballero de letras que lleva una década editando con primor: es el editor en apariencia abrupto con el que todos soñamos, cuida los libros como si fuesen ángeles que han perdido las alas y las reencuentran en los márgenes, en las portadas, en la cuidada tipografía- su nuevo dietario: Hacia la tormenta. Con Fernando siempre es placentero hablar. Ha preparado un volumen delicado con su prosa transparente, invadida de metáforas y de gestos, de esa caligrafía esencial que brota, despaciosamente, de los líquidos cristalinos de su alma de ciclista en el llano.
En Trafalgar me espera Antonio Calvo Pedrós: ajustamos algunas fechas para los pies de foto de su muestra El temblor de la realidad. Antonio, que vive una segunda, una tercera y hasta una cuarta juventud, expondrá simultáneamente en Huesca, desde el 19, miércoles, y en Zaragoza, en la Sociedad Fotográfica, desde el 20. ¿Cómo va a atreverse a decir que no a algo este hombre bondadoso, cristal de ternura que adelgaza bajo el cobijo de tantos amigos que se le multiplican? Para la muestra de la Sociedad Fotográfica se ha editado una tarjeta con una toma media de Mary de Liss: un hombre sale del foso del Plata y alarga su mano como si quisiera acariciar, en aquel paraíso tropical trasvasado al Tubo, sus bravos muslos, encendidos de lujuria y poderío, su imponente culo de manola que hace palidecer a cualquier mano, que enerva el cerebro más templado del mundo. Hay culos como dice el maestro veterano Joaquín Aranda- que desencadenan una catástrofe sentimental de deseo, hay culos que hacen andar a los ojos y los desorbitan. La belleza tosca de Mary de Liss despierta una lujuria animal que desprecia los adjetivos. Nosotros en Huesca hemos elegido aquella foto de Martín Miranda y Perico Fernández en que, rodeados de las fotos de los grandes campeones o de los anónimos fajadores del dolor, conversan entre papeles, cigarrillos y la seca atmósfera del despacho, contiguo al gimnasio. Mariano Gistaín y José Antonio Ciria escribieron una magnífica biografía del hombre que vención a Lion Furuyama y mandó a dormir a Joao Henrique. Antes, el fallecido Alberto Maestro, había publicado otra monografía del mejor boxeador de la historia junto al "catedrático" Ignacio Ara (En este blog puede leerse una amplia biografía del púgil de Sigüés que peleó tres veces por el campeonato del mundo ante el francés Marcel Thil).
Anoche, mientras paseaba a mi perra, leí unos Pliegos de poesía de José Martín-Retortillo, oscense varado en la incertidumbre. La duda es una forma de lucidez. Los poemas, casi una docena, son bellos y estilizados, de verso breve e intensidad larga. Escribo una nota sobre ellos. José, que es un paseante entusiasta por las veredas pirenaicas, encuentra la poesía en cada recodo del camino, en cada pliegue de sus reflexiones, y habla de la amada, de la vida, del paisaje, de la ausencia. El título del volumen, al cuidado de José Luis Ara (rectifico: no es un volumen, es un abanico de hermosura y ciencia atrapado entre las cosas del campo), es Pálidas razones, y está datado entre 1996 y 1997. José, de quien ya no podemos decir que es un poeta oculto o secreto, es minucioso como un amanuense antiguo que busca el dardo de la música en una melodiosa caligrafía de pensamientos y sentires.
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