ISINBAYEVA, HOLM, ZURN, WIESENTHAL
Domingo con fiebre y dolor de cabeza. Por la mañana, prensa, mucha prensa, leo las entrevistas de Pilar Manjón y, por encima, la de Bebe, a la que no le gusta cantar en televisión en play back. Leo otras cosas aquí y allá: un reportaje con Gabriel Jackson y algunas cosas en La Vanguardia. Por la tarde, me concentro en el atletismo, durante años mi gran pasión. He escrito varios cientos de páginas sobre atletismo: Said Aouita, Sebastián Coe, Carl Lewis, Dick Focsbury, Steve Cram, Heike Dreschler, etc., y también de los últimos. Cuando escribes de algo a menudo estás más alerta, comentas las cosas, vives dos veces. Hoy ha habido dos momentos maravillosos: el triunfo del sueco Holm en altura, donde venció a Rybakov, y el record del mundo de esa rusa maravillosa, Yelena Isinbayeva, que voló sobre la pértiga 4.90 y batió el record del mundo. Esta niña de 23 años apareció para desbancar a la nortmeamericana Dragila, intratable hasta anteayer, y para ensombrecer la imparable evolución de Svetlana Feofanova, la muchacha del pelo rojo. La final de Atenas entre ambas fue uno de esos grandes momentos de la historia del atletismo de todos los tiempos. Con sus ojos azules, su bonito rostro, algo tocado de granos, y con ese cuerpo rotundo y elástico, ha vuelto a deslumbrar y ha puesto un magnífico corolario a las pruebas deMadrid. Joan Lino, que había pasado un tanto inadvertido, realizó un salto magistral de 8.37 y ganó la medalla de oro. Fue lo mejor de lejos de una prueba desangelada y con poco nivel, y con menos rigor.
Hubo otros momentos importantes: la victoria de Hechsko en los 1500, con tres españoles detrás: Higuero, Estévez y el joven Casado, muriéndose sobre la línea. José Luis González, que es un despropósito de comentarista sobre todo porque es demoledor siempre con los compañeros y realiza unos juicios de valor que van mucho más allá de lo técnico-, recordó que lo que había hecho Estévez corriendo en 3.000 y 1.500 era algo absurdo. Y es excluyente por completo en sus halagos: elogio, sí, para Casado, cuarto, y menosprecio para Higuero, plata. No deja de ser curioso que lo diga tan categóricamente el hombre que fue un continuo segundón, que pidió varias veces perdón por no clasificarse para las finales de las Olimpiadas y que proclamase a los cuatro vientos aquello de : Soy un fracasado. ¿Qué voy a contarle ahora a mi hija?. ¿Qué iba a contarle? Que era bueno, buenísimo, uno de los mejores en pruebas de poco mérito, pero que nunca fue capaz de codearse con Cram, Aouita, Ovett o Coe (al que ganó alguna vez en pruebas de justa importancia) en los lugares de la gloria.
Dejo a González, yo siempre fui de Abascal.
He vuelto a releer una novela perturbadora como Primavera sombría, un tratado sobre la adolescencia y la esquizofrenia, sobre la pasión y el descubrimiento de la sexualidad y del perturbador mundo de los adultos por parte de una muchacha, al que viola su hermano, que se enamora de sus profesores, y que vive su propio sexo con una enfermiza intensidad. Sólo tiene doce años, y al parecer revela la propia experiencia de una mujer extraña que es Única Zürn, de la que hablé en otra ocasión. Menchu Gutiérrez define este libro como literatura del escalofrío.
En este domingo de desamparo recibo dos llamadas: Javier Burbano, que posee un blog propio, que llena de fotos con su comentario poético, y Chema Turmo, que había visto el álbum de la muestra La seducción de París en el Hoy domingo que coordina Carmen Puyó, que se exhibe en el Museo Camón Aznar. La muestra ya tiene un sitio para ir a París, pero por ahora las negociaciones van un poco lentas.
Tengo otros dos libros sobre la mesilla: Los amores confiados (Alfaguara) de Luisgé Martín, hasta hace poco Luis G. Martín, autor de un libro que me gustó mucho: Los oscuros. Martín, que me envía su libro dedicado, ha escrito un extraño informe, con llamadas a lo real (vean si no esa cita de Vicente Molina Foix), sobre los celos y los estragos del amor.
Y también me atrevo con un libro más voluminoso: Libro de réquiems (Edhasa), de Mauricio Wiesenthal, donde escribe de Stefan Zweig, Coco Chanel, Casanova, Alfonsina Storni, Kazantzakis, Falla, Wilde, Chopin, Rilke. No todos los textos me gustan igual, pero hay piezas estupendas, la de despedida centrada en Toni Pascual, que salvó a un suicida. El autor, de una deslumbrante erudición, mezcla su propia vida con el retrato del personaje, y eso no siempre funciona.
Hubo otros momentos importantes: la victoria de Hechsko en los 1500, con tres españoles detrás: Higuero, Estévez y el joven Casado, muriéndose sobre la línea. José Luis González, que es un despropósito de comentarista sobre todo porque es demoledor siempre con los compañeros y realiza unos juicios de valor que van mucho más allá de lo técnico-, recordó que lo que había hecho Estévez corriendo en 3.000 y 1.500 era algo absurdo. Y es excluyente por completo en sus halagos: elogio, sí, para Casado, cuarto, y menosprecio para Higuero, plata. No deja de ser curioso que lo diga tan categóricamente el hombre que fue un continuo segundón, que pidió varias veces perdón por no clasificarse para las finales de las Olimpiadas y que proclamase a los cuatro vientos aquello de : Soy un fracasado. ¿Qué voy a contarle ahora a mi hija?. ¿Qué iba a contarle? Que era bueno, buenísimo, uno de los mejores en pruebas de poco mérito, pero que nunca fue capaz de codearse con Cram, Aouita, Ovett o Coe (al que ganó alguna vez en pruebas de justa importancia) en los lugares de la gloria.
Dejo a González, yo siempre fui de Abascal.
He vuelto a releer una novela perturbadora como Primavera sombría, un tratado sobre la adolescencia y la esquizofrenia, sobre la pasión y el descubrimiento de la sexualidad y del perturbador mundo de los adultos por parte de una muchacha, al que viola su hermano, que se enamora de sus profesores, y que vive su propio sexo con una enfermiza intensidad. Sólo tiene doce años, y al parecer revela la propia experiencia de una mujer extraña que es Única Zürn, de la que hablé en otra ocasión. Menchu Gutiérrez define este libro como literatura del escalofrío.
En este domingo de desamparo recibo dos llamadas: Javier Burbano, que posee un blog propio, que llena de fotos con su comentario poético, y Chema Turmo, que había visto el álbum de la muestra La seducción de París en el Hoy domingo que coordina Carmen Puyó, que se exhibe en el Museo Camón Aznar. La muestra ya tiene un sitio para ir a París, pero por ahora las negociaciones van un poco lentas.
Tengo otros dos libros sobre la mesilla: Los amores confiados (Alfaguara) de Luisgé Martín, hasta hace poco Luis G. Martín, autor de un libro que me gustó mucho: Los oscuros. Martín, que me envía su libro dedicado, ha escrito un extraño informe, con llamadas a lo real (vean si no esa cita de Vicente Molina Foix), sobre los celos y los estragos del amor.
Y también me atrevo con un libro más voluminoso: Libro de réquiems (Edhasa), de Mauricio Wiesenthal, donde escribe de Stefan Zweig, Coco Chanel, Casanova, Alfonsina Storni, Kazantzakis, Falla, Wilde, Chopin, Rilke. No todos los textos me gustan igual, pero hay piezas estupendas, la de despedida centrada en Toni Pascual, que salvó a un suicida. El autor, de una deslumbrante erudición, mezcla su propia vida con el retrato del personaje, y eso no siempre funciona.
4 comentarios
Para Cide, el verdadero -
Para Gustavo -
Cide -
gustavo -