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Antón Castro

LA CRÓNICA. UNA DE CAL Y OTRA DE ARENA

Pude ayer ver los partidos de Jorge y Diego. Diego, en su primer año en la categoría de cadete, se enfrentaba con el Garrapinillos al Racing de Delicias en la copa, en el campo impracticable, plantío de áridos, de la Escuela-Hogar Pignatelli. Ya sabían que el equipo rival estaba jugando muy bien, y parecía el enfrentamiento a priori entre dos gallitos de su categoría. La primera parte fue realmente preciosa e intensa, a pesar de un viento levantisco. Atacaba sin parar Garrapinillos y marcó Delicias; había vuelto Mario Martín, Tirillas “Garrincha” desbordaba de vez en cuando, Christian Gimeno amarraba atrás y David lanzaba bombardeos o libres directos muy cerca del larguero, pero ellos aprovecharon un encadenamiento de despistes defensivos para adelantarse. En la segunda parte, ya no hubo color. El entrenador de los nuestros, que no había visto que existía un problema de ausencia de pegada absoluta, realizó varios cambios y sentó a Diego, que había corrido como un lebrel, hacia arriba, en horizontal, hacia abajo. Había corrido, rebañado balones y servido en abundancia a las bandas en uno de los mejores partido que yo le he visto esta temporada. He dicho aquí, y tal vez ciegue la pasión paterna, que podría ser la mano derecha de cualquier entrenador inteligente: es generoso, trabajador, no se amilana, roba a destajo, aunque tiene cierta inclinación, quizá excesiva, a un pase impreciso. No digo que sea una figura: es el jugador de conjunto constante y con calidad. Conduce bien y no teme a nadie. El equipo, sin punch, sin control en el centro del campo, se desmoronó. El entrenador rival, cuando su Delicias marcó el tercer tanto, dijo: “Ahora sí que podemos estar un poco tranquilos”. En la segunda parte, más allá del desgaste de Mario Martín, hay que anotar varias jugadas maravillosas de José Ángel Tirillas “Garrincha”, tal vez un poco lejos de la portería. Es un estupendo jugador que siempre sorprende. Al final, Delicias, 4 -Garrapinillos, 0.

Jorge se enfrentó, en cadete División de Honor, al Pablo Iglesias, un conjunto que pugna por no dejar la categoría. Hubo revolución en la alineación: Luis Violeta sentó a Nano, Héctor Solanilla, Tote y Richi. Le dio el carril del diez a Jorge, y el choque se volvió imposible desde el primer segundo. El viento huracanado no permitía controlar, ni bajar el balón, y le administraba al cuero una velocidad imparable hacia la línea de fondo. Jorge estuvo a punto de aprovechar un balón diagonal: lo cogió cerca del punto de penalti, disparó por bajo y se trastabilló en los pies del portero. Había que seguir. Hizo lo que pudo, jugó con corrección, con buenos pases en corto, y con algunos regates hacia dentro. En realidad, se peleaba contra la furia del viento y un cielo ideal de nubes sobre el río. Primera parte, marcó Jorge Crespo de córner para el Garrapinillos. En el segundo tiempo, con el vendaval en contra, habría que sufrir: entraron al campo los suplentes, se sentó Jorge, y Jorge Pérez, y Adrián, y Robles, marcó Alcaine de manera espectacular, y pareció sentenciar. Fue el gol de la alegría y de la calma, un gol que perseguía el centrocampista desde hacía semanas. Acortaron los chicos del Pablo Iglesias faltando un par de minutos, y Garrapinillos sumó sus 30 puntos, la posibilidad de entrar entre los 8 primeros. Había hecho un buen segundo tiempo, raseando y atacando por la bandas con Nano y Pellejero, y el trabajo siempre vibrante y aguerrido de Víctor. José Luis Solanilla acababa de marcharse para asistir al concierto de Judas Priest.

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