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Antón Castro

EL PERCUSIONISTA DE DOGO

Ya habían dado en los relojes las doce de la noche. Cuando rebasaba la avenida de Navarra, en dirección hacia Garrapinillos, distinguí a un joven negro que hacía autostop. Como venía por el carril contrario, miré a ver si podía cambiarme hacia la derecha y le paré. “Casetas, Casetas”, dijo alguien que tenía dificultades para hablar castellano. Subió y no paró de charlar. Tuve que apagar “El Larguero”, que contaba cómo se había dopado el central del Parma y ahora de la Juventus Cannavaro. Era menudo, me pareció que tenía como unas heridas o cicatrices en el cuello, y en la oscuridad brillaban sus ojos con una insistencia de diamante blanco. Me contó que era percusionista, que tenía un amigo con el que trabajaba aquí, que regresaba de ensayar en la plaza de España y que se había quedado sin autobús. Dijo que era de Dogo, que “ahora está un poco mal, pistolas, pistolas, guerra, guerra”, y que tenía tres hermanos: una chica que vivía en Italia, “en Italia de Roma” y “que le gustaba mucho la moda”, y dos varones que seguían en África. En ese momento, como impelido por un resorte, enfatizó: “Yo, siempre Zaragoza, siempre Zaragoza, siempre Zaragoza, Me gusta España, pero siempre Zaragoza”. Creí entenderle que tenía un amigo músico en Valencia, y volvió a la carga: “Yo siempre Zaragoza”. Habló de comida, que llevaba en una bolsa de plástico blanca. Atravesamos los paisajes de Garrapinillos a Casetas: almendros, albérchigos, chalés, praderas, una casa que lleva por nombre El Aleph y no es de Jorge Luis Borges. La noche estaba estrellada y había adquirido la vieja magia de las cosas del campo cuando se abren a la primavera y al calor incipiente. Anunció: “Yo católico, no musulmán. Mi llamo Simón Pedro”. Cuando llegamos al parque de Casetas, el que está cerca del Cuartel de la Guardia Civil, Simón Pedro parecía no reconocer la localidad. Avanzamos algo más hacia el centro y antes de bajar dijo: “¿Dónde para el autobús?”.
Pensé que no le costaría mucho orientarse y volvía por un paisaje tranquilo hacia casa. En el asiento de al lado, creí oír, estruendosa, la risa de Simón Pedro, esa aparición africana de medianoche.

5 comentarios

Instrucciones para Sergio Cide que busca el Aleph -

Cuando llegues a Garrapinillos sigue, como si fueras a Alcampo,pasas la calzada, dejas los desvíos hacia el pueblo y hacia el cementerio, y a unos 100 metros, a la izquierda, está la carretera que lleva a Casetas. La segunda casa a la derecha se llama El Aleph. No tiene pérdida.Y saldrá muy bien en tus fotos. AC

Antonio Pérez Morte -

El día a día, ultimamente, discurre plagado de acontecimientos extraordinarios e interesantes: ¿Cuántas historias que contar habrá entre ese 8% de personas que llegaron a España de mil lugares...

Javier -

Bonita historia y bonito gesto el de pararte a recogerlo. Ahora la gente casi no hace autoestop. O la gente tiene suficiente dinero para viajar o no se plantea subirse con un desconocido o dejar entrar a un extraño en su coche.

Cide -

interesante personaje.

De todos modos, lo que más me intriga es esa casa que se llama El Aleph. Tengo que buscarla y hacerle una foto. Si puedes darme más indicaciones...

javier -

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Decía ayer una voz acreditada y amiga... ¿Qué haríamos sin los inmigrantes hoy?

Saludos, J. ;)