GALICIA: EL LABRADOR Y EL VOTO EMIGRANTE
Pedro Mouzo Capelán se quedó estupefacto el pasado domingo. Vive en las afueras de Compostela, en una aldea de Cacheiras, el lugar de la tierra donde mejor sabe la tortilla de patata con chorizo. Siguió los resultados de las elecciones, con el alma en vilo. Llevaba meses pensando que ya era el momento de cambiar; él que había sido votante rutinario de don Manuel y escéptico absoluto de la política. Al fin y al cabo, durante años le prometían cambiarlo todo, incluso las estaciones y el resuello de las ganaderías, y luego no cambiaba nada, salvo, el número de gaiteros en el Obradoiro y el temblor de los pasos del presidente. Además, le dolía ese caciquismo trasnochado de las diputaciones provinciales. Sus dirigentes son los abusones del campo y de la periferia, y ésa ya es una monserga antigua que denunciaba hace un siglo Castelao. No es que le convencieran demasiado los otros, ni Quintana, un advenedizo dispuesto a despedazarse con Beiras, ni Touriño, pero ellos aún no habían ostentado el poder. Se dijo, quizá por única vez en su vida: Mejor lo bueno por conocer que lo malo conocido. De haberse sabido, esta mudanza de ánimo habría sido objeto de estudio académico en la Universidad de Santiago de Compostela. El domingo a medianoche, tras oír las noticias y los debates, tuvo otro gesto inesperado. Descolgó el teléfono e hizo dos llamadas: una a Buenos Aires, a un primo hermano llamado Andrés, y otra a Montevideo, a su tío el panadero Genaro Verdía Castro. Y a los dos les dijo exactamente lo mismo: A ver si esta vez no votan los familiares muertos. ¡No vayan a jorobarnos ahora!. Por eso, hoy espera otro milagro del más allá.
6 comentarios
Anónimo -
Ricardo Vázquez-Prada -
Anónimo -
Cide -
Ojalá tengáis esa suerte.
Anónimo -
gustavo -