42 AÑOS EN LA VIDA DE UN LIBRERO
ENTREVISTA CON JAVIER DE LA RICA (ZARAGOZA, 1943)
LIBRERO DE LA LIBRERÍA GENERAL DE ZARAGOZA, DE 1963 A 2005.
-¿Cómo se le ocurrió meterse librero?
-Yo había sido un buen alumno en Agustinos, pero tenía dificultades de visión. Tenía una miopía de 32 dioptrías. Mi padre me llevó a un oftalmólogo militar, que le dijo: Este chico no debe hacer ningún esfuerzo. Antes de los 30 años se quedará ciego.Tenía una tía que era amiga de Luis Boya, habló con él y le dijo: Que venga a probar.
-Probó y se quedó. Recuérdenos cómo fue el primer día en la Librería General.
-Me estrené en las navidades de 1963. Había bastante follón, y yo debía estar por allí viendo como se trabajaba, sin atender a nadie. Los libros me gustaban. Aquel era otro mundo: yo era retraído, llevaba unas impresionantes gafas de culo de vaso y observé que la gente me miraba con recelo. Pero curiosamente no tenía ningún complejo, podía parecer distante, pero incluso ligaba bastante bien.
-¿Qué libros, qué colecciones se vendían entonces?
-Había colecciones de gran éxito como las de Luis de Caralt, que era el equivalente a Planeta y Plaza & Janés de ahora. Había autores de moda como Stefan Zweig, que lo publicaba Juventud. Recuerdos que otros autores de moda como Lajos Zhilaj, autor de un libro de gran éxito como Primavera mortal, o Van der Mersch, famoso por Cuerpos y almas o por la primera novela sobre la homosexualidad que leímos casi todos, La máscara de carne. Y estaban, claro, Luca de Tena con títulos como Edad prohibida o Los renglones torcidos de Dios, que aún se sigue vendiendo. Y Gironella, claro.
-¿Quiénes fueron sus maestros?
-Pepe Muñío, que luego dejó la General, que entonces estaba en la calle San Miguel, y fundó la Librería París, o Ignacio Ferreruela, que era encantador y lo sabía todo de libros. En ocasiones, tenía hasta el mal genio del librero, pero era un hombre entrañable. Le gustaban los libros, y no se preocupaba de la rentabilidad ni del almacenamiento. Quería tener los mejores libros a disposición del cliente. Ahora el librero se siente abrumado por todo: por el río de novedades, por la competitividad, por la obsesión de las ventas. Ahora hay tantas novedades que a veces nos convertimos en meros tramitadores y transportadores de libros. A veces, reflexionas sobre tu oficio y te preguntas: Qué soy en realidad. ¿Sabe una cosa?
-Usted dirá.
-Antes, cuando nos llegaban los libros, cada uno cogía cuatro o cinco novedades, leía las sinopsis, hacía una breve lectura en diagonal, y explicaba a los otros su contenido. Era ahora sería una quimera y un despilfarro
-¿Cómo se forma un librero?
-Yo he intentado recoger información de todas partes. Del editor, de los periódicos, de las revistas, de los clientes, que siempre te enseñan mucho. Yo siempre he tenido un cliente intelectual, que es quien te abre los ojos a un mundo más sofisticado, y un cliente más normal, cotidiano. No he sido nunca un librero elitista, no me ha importado vender best-sellers ni libros difíciles.
-Si tuviese que recomendar tres libros de los que ha vendido en estos 40 años, ¿con cuáles se quedaría?
-La sombra del viento (Planeta) de Carlos Ruiz Zafón. Lo leí por compromiso. Planeta, como hacen otras editoriales, me mandó una carta, me pidió que lo leyera y me fascinó. Me ocurrió lo mismo con Mentira (Edhasa) de Enrique de Hériz, hay que leerlo porque no hay una sinopsis, y me parece una estupenda novela. Y otro libro que recomiendo siempre es María Bonita de Ignacio Martínez de Pisón, un autor que es una debilidad para mí, lo he seguido desde sus inicios porque es un narrador nato. Creo que María Bonita (Anagrama) es un libro especial: acierto siempre que lo recomiendo. A mí me gusta la novela bien contada.
-Hablemos de cosas curiosas que le hayan ocurrido.
-Tengo muchas anécdotas. He asistido al gran despegue del libro aragonés, he tenido clientes admirables como José Manuel Blecua, que era un hombre exquisito y afable, o como el banquero Felipe Bescós, que venía todos los días del año a comprar ensayo literario, arte e historia. Cuando se murió, quise comprarle su biblioteca porque sabía que era extraordinaria.
-¿La mejor anécdota?
-Nosotros, en vísperas de la Transición, también vendíamos bajo mano libros prohibidos: León Felipe, Henry Miller. Y un día un cliente pidió la Antología rota de León Felipe, y yo se la di. Era policía. Me quedé completamente blanco. Nos pusieron una multa de 250.000 pesetas, que no hubo que pagar porque llegó la democracia. Y el mismo 23-F vino un señor que me pidió el tomo VII de la Historia de España que dirigía Artola. Era un volumen de Ramón Tamames. Dámelo, que mañana este libro ya no se va a poder vender. Ya hay tiros en Madrid. Y esa noche se produjo el golpe del coronel Tejero.
-¿Qué hará a partir de ahora?
-Hacer todo lo que no he podido hacer en estos años: viajar, ir al mar, que es una de mis pasiones, leer, pasear. Me voy tranquilo, con la sensación de que he sido honesto. Y si alguna vez tengo un amago de depresión lo mitigaré con las películas de Marilyn Monroe. Estoy enamorado de Marilyn, ésa es una verdad como un templo. Mi mujer lo sabe y lo lleva bien.
LIBRERO DE LA LIBRERÍA GENERAL DE ZARAGOZA, DE 1963 A 2005.
-¿Cómo se le ocurrió meterse librero?
-Yo había sido un buen alumno en Agustinos, pero tenía dificultades de visión. Tenía una miopía de 32 dioptrías. Mi padre me llevó a un oftalmólogo militar, que le dijo: Este chico no debe hacer ningún esfuerzo. Antes de los 30 años se quedará ciego.Tenía una tía que era amiga de Luis Boya, habló con él y le dijo: Que venga a probar.
-Probó y se quedó. Recuérdenos cómo fue el primer día en la Librería General.
-Me estrené en las navidades de 1963. Había bastante follón, y yo debía estar por allí viendo como se trabajaba, sin atender a nadie. Los libros me gustaban. Aquel era otro mundo: yo era retraído, llevaba unas impresionantes gafas de culo de vaso y observé que la gente me miraba con recelo. Pero curiosamente no tenía ningún complejo, podía parecer distante, pero incluso ligaba bastante bien.
-¿Qué libros, qué colecciones se vendían entonces?
-Había colecciones de gran éxito como las de Luis de Caralt, que era el equivalente a Planeta y Plaza & Janés de ahora. Había autores de moda como Stefan Zweig, que lo publicaba Juventud. Recuerdos que otros autores de moda como Lajos Zhilaj, autor de un libro de gran éxito como Primavera mortal, o Van der Mersch, famoso por Cuerpos y almas o por la primera novela sobre la homosexualidad que leímos casi todos, La máscara de carne. Y estaban, claro, Luca de Tena con títulos como Edad prohibida o Los renglones torcidos de Dios, que aún se sigue vendiendo. Y Gironella, claro.
-¿Quiénes fueron sus maestros?
-Pepe Muñío, que luego dejó la General, que entonces estaba en la calle San Miguel, y fundó la Librería París, o Ignacio Ferreruela, que era encantador y lo sabía todo de libros. En ocasiones, tenía hasta el mal genio del librero, pero era un hombre entrañable. Le gustaban los libros, y no se preocupaba de la rentabilidad ni del almacenamiento. Quería tener los mejores libros a disposición del cliente. Ahora el librero se siente abrumado por todo: por el río de novedades, por la competitividad, por la obsesión de las ventas. Ahora hay tantas novedades que a veces nos convertimos en meros tramitadores y transportadores de libros. A veces, reflexionas sobre tu oficio y te preguntas: Qué soy en realidad. ¿Sabe una cosa?
-Usted dirá.
-Antes, cuando nos llegaban los libros, cada uno cogía cuatro o cinco novedades, leía las sinopsis, hacía una breve lectura en diagonal, y explicaba a los otros su contenido. Era ahora sería una quimera y un despilfarro
-¿Cómo se forma un librero?
-Yo he intentado recoger información de todas partes. Del editor, de los periódicos, de las revistas, de los clientes, que siempre te enseñan mucho. Yo siempre he tenido un cliente intelectual, que es quien te abre los ojos a un mundo más sofisticado, y un cliente más normal, cotidiano. No he sido nunca un librero elitista, no me ha importado vender best-sellers ni libros difíciles.
-Si tuviese que recomendar tres libros de los que ha vendido en estos 40 años, ¿con cuáles se quedaría?
-La sombra del viento (Planeta) de Carlos Ruiz Zafón. Lo leí por compromiso. Planeta, como hacen otras editoriales, me mandó una carta, me pidió que lo leyera y me fascinó. Me ocurrió lo mismo con Mentira (Edhasa) de Enrique de Hériz, hay que leerlo porque no hay una sinopsis, y me parece una estupenda novela. Y otro libro que recomiendo siempre es María Bonita de Ignacio Martínez de Pisón, un autor que es una debilidad para mí, lo he seguido desde sus inicios porque es un narrador nato. Creo que María Bonita (Anagrama) es un libro especial: acierto siempre que lo recomiendo. A mí me gusta la novela bien contada.
-Hablemos de cosas curiosas que le hayan ocurrido.
-Tengo muchas anécdotas. He asistido al gran despegue del libro aragonés, he tenido clientes admirables como José Manuel Blecua, que era un hombre exquisito y afable, o como el banquero Felipe Bescós, que venía todos los días del año a comprar ensayo literario, arte e historia. Cuando se murió, quise comprarle su biblioteca porque sabía que era extraordinaria.
-¿La mejor anécdota?
-Nosotros, en vísperas de la Transición, también vendíamos bajo mano libros prohibidos: León Felipe, Henry Miller. Y un día un cliente pidió la Antología rota de León Felipe, y yo se la di. Era policía. Me quedé completamente blanco. Nos pusieron una multa de 250.000 pesetas, que no hubo que pagar porque llegó la democracia. Y el mismo 23-F vino un señor que me pidió el tomo VII de la Historia de España que dirigía Artola. Era un volumen de Ramón Tamames. Dámelo, que mañana este libro ya no se va a poder vender. Ya hay tiros en Madrid. Y esa noche se produjo el golpe del coronel Tejero.
-¿Qué hará a partir de ahora?
-Hacer todo lo que no he podido hacer en estos años: viajar, ir al mar, que es una de mis pasiones, leer, pasear. Me voy tranquilo, con la sensación de que he sido honesto. Y si alguna vez tengo un amago de depresión lo mitigaré con las películas de Marilyn Monroe. Estoy enamorado de Marilyn, ésa es una verdad como un templo. Mi mujer lo sabe y lo lleva bien.
3 comentarios
JUAN DE D -
GOOGLE , MI ABUELO ERA INTIMO AMIGO DE FELIPE BESCOS CUANDO ERA DIRECTOR DEL BANCO DE ESPAÑA EN GRANADA , Y TODAS LAS NAVIDADES VEIA EL CRHISMA DE
FELIPE BESCOS EN CASA , ME HE SENTIDO MUY BIEN CON EL CARIÑO QUE LE TENIA JAVIER LA RICA A FELIPE BESCOS
JUAN DE D. GRANADA SEPTIEMBRE 2008
ana a. -
Chorche -