ROLANDO MIX TORO, POETA DE CHILE*
EN PROPIA VOZ
Nada soy ni nada tengo salvo sensibilidad y curiosidad intelectual. Allende confió en mí para un cargo de agricultura en Atacama. Asistí a los bombardeos. Huí a Argentina y a Alemania Oriental. He publicado El espejo y tú y La mar de amor. Toda la gente tiene algo de poeta: hablamos con metáforas. Nací en 1931.
EL HOMBRE, EL POETA, LA AVENTURA DE VIVIR
El lugar donde uno ha nacido configura un carácter. Si además es el desierto más desierto del mundo, y no existe vida ni para las bacterias, ese páramo lunar forzosamente ha de esculpir una sensibilidad a flor de piel. Rolando Mix abrió los ojos en Pozo Almonte, en Iquique, en uno de esos lugares donde la naturaleza expulsa al hombre, salvo que existan minas de nitrato de sodio. En ese caso, el ser humano accede a vivir y a ver llegar el agua en camiones Brokway. Una tierra tan dura crea un hombre especial: un tipo que debe vivir, luchar y trabajar en condiciones inmisericordes se convierte en duro y sentimental. En ese ámbito las disputas y reivindicaciones sociales estaban a la orden del día. En el norte inhóspito el hombre tenía que ver cosas donde nada hay, fabricarse un universo propio, una imagen. El espectáculo del paisaje era conmovedor: planicies y más planicies se alisaban hasta donde llegaba la vista. Por el este, lejanos, se erguían los Andes; por el oeste, la cordillera de la costa. Y en medio estaban las minas del salitre, las poblaciones con casas adyacentes, lo que se llama la Oficina Salitrera.
Su padre, Roberto Antonio Mix, era un escritor social reconocido, director de escuela y pintor de paisajes desérticos que vendía a los ingleses. Su madre, Ana Ángela Toro, era ama de casa y tocaba el piano y la guitarra. Cada uno de sus hermanos también dominaba un instrumento. Llegó a tener hasta doce. Su padre era funcionario del Gobierno, y los dueños del salitre (ingleses, franceses, americanos o españoles) le tenían respeto por su dimensión intelectual y lo repudiaban por sus ideas. Al parecer existía una norma no escrita e insólita: Lo dejaban estar en la escuela mientras mi madre estuviese encinta, y así su vida se consumió entre partos y abortos. Si había embarazos mi padre tenía trabajo. Los había.
El joven solía marcharse a la orilla del mar y se ponía a decir cosas al compás de las olas. Era poeta sin saberlo. Y en la escuela tenía gran facilidad para la literatura. Cuando estudiábamos a los clásicos, el profesor me decía: Rolando. Sal e invéntate algo. Y me inventaba poemas a la manera clásica. Ya tenía clara una cosa: no quería ser escritor ni intelectual como su padre ni un acérrimo defensor de los trabajadores. Sabía que su progenitor se carteaba con Joaquín Dicenta, que había conversado dos veces con Blasco Ibáñez o que se había escrito con una ancianísima Concepción Arenal, pero siempre lo veía metido en líos. En cuanto pudo, tras realizar un curso de forja, se marchó a Santiago de Chile en 1948. Dejaba atrás su pasión por la natación, hacía muchos kilómetros mar adentro. Trabajó de dependiente en la librería Matus y después ingresó en la cooperativa Codilibro, que tenía su base en Buenos Aires, y distribuía libros de 40 editoriales. El libro jugó un papel esencial en Latinoamérica. Yo era vendedor y lector.
Al cabo de unos años lo llamó el Partido Socialista para que se hiciera cargo, como jefe de librería, de PLA (Prensa Latinoamericana). Por el establecimiento pasaban los políticos, los analistas, los autores, e incluso pasó en un viaje a Chile el narrador Juan Rulfo. Nos hicimos muy buenos amigos. Hablamos de la fascinación del desierto y le hablé de los fuegos fatuos que se veían tras los cementerios. Pero también asistía a tertulias con Pablo Neruda, dirigía la revista poética Orfeo y platicaba con Nicanor Parra, Nicolás Guillén o el poeta Enrique Lihn. Nos llamaban los hermanitos del diablo. Tenía que soportar los incendios de mi local provocados por los nazis de Chile. Poco después de que fuera elegido presidente de la República, Salvador Allende le ofreció un puesto en el Instituto de Desarrollo Agropecuario de Atacama.
El golpe de Estado de Pinochet de 1973 le cogió en la capital. Había ido a una convención y le acababan de llamar para decirle que su tercera mujer sería operada el once de septiembre en Santiago, dos días después: se había quedado sin voz. Se hospedó en un hotel y al levantarse detectó una gran algarabía. El país estaba conmocionado. De repente, oyó: Rolando. Tenemos la orden de matarlos a ustedes. Era un viejo amigo policía y detective con el cual había trabajado en sus tiempos de reportero de sucesos. Insistió el otro: En honor de los viejos tiempos, no diré nada, pero si te cogen, dejaré que te maten. Gracias a un cura jesuita, Rolando logró llegar a la Embajada Argentina y pudo huir del país. Se trasladó a Leipzig, a la Universidad Karl Marx, donde estudió Traducción e Interpretación. Residió en Alemania Oriental durante una década, hasta que Ramón Sáinz de Varanda y el jefe de policía Primitivo Cardenal fueron a estudiar los sistemas de seguridad de incendios del país. El alcalde le pidió que se viniese a Zaragoza y le prometió un empleo.
Mientras vivió, Rolando Mix Toro se sintió querido y respetado. Luego, todo se complicó. Pero esa es otra melodía en la que no quiere ahondar. Zaragoza es una maravilla. Me encanta. Nuestras ciudades tienen 200 años, pero ustedes pueden tocar los restos musulmanes, las huellas de Roma o tienen calles como Predicadores. Ahora, jubilado de tercera, desea aprovechar el tiempo para literatura, para la poesía. Para nosotros literatura y política son indivisibles. Es la misma unidad. La poesía es el antípoda de la evasión: es la síntesis de las vivencias que se han acumulado y se quieren expresar.
Se levanta y sale a caminar por las calles. Es la discreción que pasa.
*Rolando Mix Toro es uno de los protagonistas del libro "Encuentro en el espejo. Inmigrantes y Emigrantes en Aragón (Historias de vida)", de Javier Escartín Sesé y Manuel Pinós Quílez, que aparecerá en breve en una ambiciosa edición de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz. Junto a él, entre otros, aparecen Luis del Val, Palmira Plá, Alfredo Castellón, pero también otros muchos personajes fascinantes como Daha Zein, Sadek, Minchong Wang, entre otros muchos.
Nada soy ni nada tengo salvo sensibilidad y curiosidad intelectual. Allende confió en mí para un cargo de agricultura en Atacama. Asistí a los bombardeos. Huí a Argentina y a Alemania Oriental. He publicado El espejo y tú y La mar de amor. Toda la gente tiene algo de poeta: hablamos con metáforas. Nací en 1931.
EL HOMBRE, EL POETA, LA AVENTURA DE VIVIR
El lugar donde uno ha nacido configura un carácter. Si además es el desierto más desierto del mundo, y no existe vida ni para las bacterias, ese páramo lunar forzosamente ha de esculpir una sensibilidad a flor de piel. Rolando Mix abrió los ojos en Pozo Almonte, en Iquique, en uno de esos lugares donde la naturaleza expulsa al hombre, salvo que existan minas de nitrato de sodio. En ese caso, el ser humano accede a vivir y a ver llegar el agua en camiones Brokway. Una tierra tan dura crea un hombre especial: un tipo que debe vivir, luchar y trabajar en condiciones inmisericordes se convierte en duro y sentimental. En ese ámbito las disputas y reivindicaciones sociales estaban a la orden del día. En el norte inhóspito el hombre tenía que ver cosas donde nada hay, fabricarse un universo propio, una imagen. El espectáculo del paisaje era conmovedor: planicies y más planicies se alisaban hasta donde llegaba la vista. Por el este, lejanos, se erguían los Andes; por el oeste, la cordillera de la costa. Y en medio estaban las minas del salitre, las poblaciones con casas adyacentes, lo que se llama la Oficina Salitrera.
Su padre, Roberto Antonio Mix, era un escritor social reconocido, director de escuela y pintor de paisajes desérticos que vendía a los ingleses. Su madre, Ana Ángela Toro, era ama de casa y tocaba el piano y la guitarra. Cada uno de sus hermanos también dominaba un instrumento. Llegó a tener hasta doce. Su padre era funcionario del Gobierno, y los dueños del salitre (ingleses, franceses, americanos o españoles) le tenían respeto por su dimensión intelectual y lo repudiaban por sus ideas. Al parecer existía una norma no escrita e insólita: Lo dejaban estar en la escuela mientras mi madre estuviese encinta, y así su vida se consumió entre partos y abortos. Si había embarazos mi padre tenía trabajo. Los había.
El joven solía marcharse a la orilla del mar y se ponía a decir cosas al compás de las olas. Era poeta sin saberlo. Y en la escuela tenía gran facilidad para la literatura. Cuando estudiábamos a los clásicos, el profesor me decía: Rolando. Sal e invéntate algo. Y me inventaba poemas a la manera clásica. Ya tenía clara una cosa: no quería ser escritor ni intelectual como su padre ni un acérrimo defensor de los trabajadores. Sabía que su progenitor se carteaba con Joaquín Dicenta, que había conversado dos veces con Blasco Ibáñez o que se había escrito con una ancianísima Concepción Arenal, pero siempre lo veía metido en líos. En cuanto pudo, tras realizar un curso de forja, se marchó a Santiago de Chile en 1948. Dejaba atrás su pasión por la natación, hacía muchos kilómetros mar adentro. Trabajó de dependiente en la librería Matus y después ingresó en la cooperativa Codilibro, que tenía su base en Buenos Aires, y distribuía libros de 40 editoriales. El libro jugó un papel esencial en Latinoamérica. Yo era vendedor y lector.
Al cabo de unos años lo llamó el Partido Socialista para que se hiciera cargo, como jefe de librería, de PLA (Prensa Latinoamericana). Por el establecimiento pasaban los políticos, los analistas, los autores, e incluso pasó en un viaje a Chile el narrador Juan Rulfo. Nos hicimos muy buenos amigos. Hablamos de la fascinación del desierto y le hablé de los fuegos fatuos que se veían tras los cementerios. Pero también asistía a tertulias con Pablo Neruda, dirigía la revista poética Orfeo y platicaba con Nicanor Parra, Nicolás Guillén o el poeta Enrique Lihn. Nos llamaban los hermanitos del diablo. Tenía que soportar los incendios de mi local provocados por los nazis de Chile. Poco después de que fuera elegido presidente de la República, Salvador Allende le ofreció un puesto en el Instituto de Desarrollo Agropecuario de Atacama.
El golpe de Estado de Pinochet de 1973 le cogió en la capital. Había ido a una convención y le acababan de llamar para decirle que su tercera mujer sería operada el once de septiembre en Santiago, dos días después: se había quedado sin voz. Se hospedó en un hotel y al levantarse detectó una gran algarabía. El país estaba conmocionado. De repente, oyó: Rolando. Tenemos la orden de matarlos a ustedes. Era un viejo amigo policía y detective con el cual había trabajado en sus tiempos de reportero de sucesos. Insistió el otro: En honor de los viejos tiempos, no diré nada, pero si te cogen, dejaré que te maten. Gracias a un cura jesuita, Rolando logró llegar a la Embajada Argentina y pudo huir del país. Se trasladó a Leipzig, a la Universidad Karl Marx, donde estudió Traducción e Interpretación. Residió en Alemania Oriental durante una década, hasta que Ramón Sáinz de Varanda y el jefe de policía Primitivo Cardenal fueron a estudiar los sistemas de seguridad de incendios del país. El alcalde le pidió que se viniese a Zaragoza y le prometió un empleo.
Mientras vivió, Rolando Mix Toro se sintió querido y respetado. Luego, todo se complicó. Pero esa es otra melodía en la que no quiere ahondar. Zaragoza es una maravilla. Me encanta. Nuestras ciudades tienen 200 años, pero ustedes pueden tocar los restos musulmanes, las huellas de Roma o tienen calles como Predicadores. Ahora, jubilado de tercera, desea aprovechar el tiempo para literatura, para la poesía. Para nosotros literatura y política son indivisibles. Es la misma unidad. La poesía es el antípoda de la evasión: es la síntesis de las vivencias que se han acumulado y se quieren expresar.
Se levanta y sale a caminar por las calles. Es la discreción que pasa.
*Rolando Mix Toro es uno de los protagonistas del libro "Encuentro en el espejo. Inmigrantes y Emigrantes en Aragón (Historias de vida)", de Javier Escartín Sesé y Manuel Pinós Quílez, que aparecerá en breve en una ambiciosa edición de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz. Junto a él, entre otros, aparecen Luis del Val, Palmira Plá, Alfredo Castellón, pero también otros muchos personajes fascinantes como Daha Zein, Sadek, Minchong Wang, entre otros muchos.
18 comentarios
Cristina Mix -
Cristina mix -
Edwin Lopez -
Victor González -
María -
Descansa en paz que te lo mereces.
cristina Mix -
hola co les va soy Silvia Alvarez Mix -
Juana -
No se si volverás de nuevo a este enlace, en todo caso, gracias por tus comentarios sobre Rolando, que realizará dos próximos recitales de poesía, ambos en Delicias, el primero el día 7, sábado, en el "Asador la Cazuela", C/ Daroca 5 y el siguiente, en el Parque Delicias, Centro Cívico Terminillo, el día 12 jueves, a las 10 de la noche, en el ciclo "Noches de juglares 2008".
Saludos cordiales
Jorge -
Hace poquito tuve la suerte de poder asistir a un concierto que se celebro en la "campana de los perdidos" bar de Zaragoza en el que entras y te quedas atrapado.
El concierto era una fusion de musica cubana y flamenco.
Entre actuación y actuación salio a recitar unos poemas una persona alta, curtida por la vida, fuerte, con cara de bonachon, una calma inmensa, entrañable, me sorprendio, me emociono y me quede con su nombre Rolando y que habia conocido a Victor Jara, Allende, me dije para mi este se esta quedando con nosotros!!
Hoy buscando encuentro esta pagina leo su vida y me quedo sorprendido, veo que si que Rolando no es de Zaragoza como yo pense en principio, sino que es Chileno. Por esto aun le tomo un cariño mas especial.
El año pasado tuve la gran suerte de realizar una vendimia en Chile, en la sexta region en una Bodega situada en Totigue, cerca de Rengo donde yo residia. Solo estuve 3 meses, pero en ese breve tiempo hice grandes amigos, me trataron como si fuera de la familia y me conocieran de toda la vida. Me hicieron sentir como en casa. Tengo un cariño especial a Chile y sobre todo a su gente, con ese gran corazon.
Saludos, espero poder escucharte otra vez.
Delia -
aca les mando mi Email deliemix@hotmail.com
yo vivo en Buenos Aires Saludos a todos los parientes que conozco y los que no también.
cristina -
jorge mix sepulveda -
bueno yo soy hijo de Jorge Mix Peirano sobrino de tio en cuestion poeta famoso me gustaria conocerlo y juntar a los familiares mix que son pocos en chile adjunto correo para comunicacion orgemixsepulveda@gmail.com
Mireya Mix Benavides -
Soy la sobrina directa de Rolando, hija de su hermano Harold, orgullosa de este tiopoeta escritor del mundo.
Saludos a todos los Mix que venimos del mismo árbol, ojalá
puedan comunicarse conmigo para que hagamos un encuentro.
silvia alvarez mix -
un abrazo para Juanita.
PD: ESTA ES LA PAGINA DE JAVIER MIX WWW.JAVIERMIXARTE.BLOGSPOT.COM
Andrea Mix Jiménez -
Soy la segunda de los trece hijos del primo de Rolando, el actor VICTOR MIX FORTIN.
Un abrazo para el tio Rolando y su compañera Juanita, y para la familia que está en este nexo.
jimena vial mix -
BESOS A TIO ROLANDO Y FAMILIA.
javier mix -
Es una historia apasionante, llena de sentimientos y emociones, es la vida de un verdadero poeta.
Sr Toro Mix le mando,saludos a usted y juanita.
Rolando Mix Toro -
Acabamos de leer tu página web con la referencia a la entrevista realizada por Javier Escartín y Manuel Pinós, te lo agradecemos de corazón, aunque si te es posible hay unas pequeñas modificaciones, que te queremos señalar:
Huí: o más bien me vi obligado a exiliarme
Alemania Oriental: Alemania Democrática o RDA
Mi padre se llamaba Norberto Mix Martínez
Joven: cuando pequeño (o niño)
Dirigía: era sub-director
Soportar: defender la librería contra las agresiones provocadas
3ª mujer: compañera
De nuevo gracias y saludos de Rolando y Juanita.