PRIMERA CONFESIÓN DEL ARTISTA (FICCIÓN)
No sé si sabré decir lo que siento. En realidad, he escrito poco. Frases sueltas, en un cuaderno de anillas de una raya. Y a lápiz, porque pienso que así todo es más provisional. Puedo borrar las frases y empezar de nuevo. Como ahora. He pensado que uno busca y encuentra, que encuentra algo por azar antes de haber salido de exploración. Uno vive, respira, anda de aquí para allá como si precisase más aire. Yo no soy artista. No tengo formación ni mis estudios me han llevado por ese camino. Bueno, en realidad, soy un enfermo y también un artista. Más que un enfermo, soy un ser humano. ¿Qué quiero decir exactamente? Quizá quiera decir que el cerebro es todo un enigma: un pozo de luz, una tormenta de noches o de sombra, una fábrica inagotable de emociones. El cerebro todo lo puede, incluso aquello que yo jamás había imaginado. Insisto: puedo ser José, Carlos, Fernando, Eusebio o Vincent van Gogh. Soy un ser humano que sueña y por lo tanto soy muchos hombres en un hombre solo.
Un día, me arrastraron hacia los talleres. Me arrastraron, que es una forma de decir que me invitaron, y me dejé ir con gozo y con temor. Siempre nos asusta y nos estimula lo desconocido. Y allí estaban Sergio y su equipo. Sergio y otros creadores, me gusta más llamarles creadores que profesores, que también lo son. Gente que ha vivido en el arte y en sus residuos. Y allí me encontré con cosas que sabía que existían pero que eran ajenas a mí. Ideas, colores, partículas, objetos, formas: todo se agolpó de repente en mi retina como una tentación. O un clamor que llama. Y en las yemas de los dedos sentí un temblor, un cosquilleo, una necesidad de ponerme en acción. Avanza, ven, atrévete, parecían decirme las cosas. Como a los otros: a José, Fernando, Carlos, Eusebio o Vincent van Gogh. Y empecé a pintar, dibujar, manchar el papel, a construir masas y volúmenes, componer figuras: círculos, triángulos, casas o abrigos para el alma, jardines encantados, bosques de color encendido. Sergio y los otros, y los otros también son mis amigos, los nuevos artistas que aun no saben que son artistas, también me llamaban: avanza, ven, atrévete. No retrocedas. La imaginación debe ser como el alma del cerebro: otro territorio inabarcable. Y aquí estoy, libre, afanoso, descubriéndome a diario, trabajando con el aire que respiro, con las manos y con las ideas.
Dicen que el arte es la mejor terapia, como una conversación o un amor inesperado, como un amanecer sobre los cerros o el poniente de sangre que he pintado sobre el papel o el lienzo. El arte es cosa de niños, y de adultos, y de ancianos. El arte, lo he descubierto, ni tiene estación ni fecha de caducidad: es una acequia del río infinito de la vida. Es como una partitura: se ve, se lee y te penetra en la sangre estremecida como una melodía. Siempre hay un gesto, un detalle o una línea que me salvan de las horas del mundo, del diario asombro de existir. Aquí soy feliz. Aquí me vacío, me ofrezco, me reinvento y al hacerlo revelo mi visión del mundo. Y me rebelo contra mi enfermedad: sólo soy un ser humano que crea. Un soñador que se mancha con la materia.
Por favor, dense prisa en leer esto. Creo que voy a borrarlo todo y a empezar otra vez.
Un día, me arrastraron hacia los talleres. Me arrastraron, que es una forma de decir que me invitaron, y me dejé ir con gozo y con temor. Siempre nos asusta y nos estimula lo desconocido. Y allí estaban Sergio y su equipo. Sergio y otros creadores, me gusta más llamarles creadores que profesores, que también lo son. Gente que ha vivido en el arte y en sus residuos. Y allí me encontré con cosas que sabía que existían pero que eran ajenas a mí. Ideas, colores, partículas, objetos, formas: todo se agolpó de repente en mi retina como una tentación. O un clamor que llama. Y en las yemas de los dedos sentí un temblor, un cosquilleo, una necesidad de ponerme en acción. Avanza, ven, atrévete, parecían decirme las cosas. Como a los otros: a José, Fernando, Carlos, Eusebio o Vincent van Gogh. Y empecé a pintar, dibujar, manchar el papel, a construir masas y volúmenes, componer figuras: círculos, triángulos, casas o abrigos para el alma, jardines encantados, bosques de color encendido. Sergio y los otros, y los otros también son mis amigos, los nuevos artistas que aun no saben que son artistas, también me llamaban: avanza, ven, atrévete. No retrocedas. La imaginación debe ser como el alma del cerebro: otro territorio inabarcable. Y aquí estoy, libre, afanoso, descubriéndome a diario, trabajando con el aire que respiro, con las manos y con las ideas.
Dicen que el arte es la mejor terapia, como una conversación o un amor inesperado, como un amanecer sobre los cerros o el poniente de sangre que he pintado sobre el papel o el lienzo. El arte es cosa de niños, y de adultos, y de ancianos. El arte, lo he descubierto, ni tiene estación ni fecha de caducidad: es una acequia del río infinito de la vida. Es como una partitura: se ve, se lee y te penetra en la sangre estremecida como una melodía. Siempre hay un gesto, un detalle o una línea que me salvan de las horas del mundo, del diario asombro de existir. Aquí soy feliz. Aquí me vacío, me ofrezco, me reinvento y al hacerlo revelo mi visión del mundo. Y me rebelo contra mi enfermedad: sólo soy un ser humano que crea. Un soñador que se mancha con la materia.
Por favor, dense prisa en leer esto. Creo que voy a borrarlo todo y a empezar otra vez.
6 comentarios
A.C. -
1. Ya nada me lleva media hora. Escribir cada vez me cuesta más, como los adolescentes, tengo la cabeza llena de pájaros y de incertidumbres...
2. Para Antonio: gracias por tu afecto y tu generosidad constante. No te olvides que nos debes un libro en solitario... Como canta Pablo Milanés: "Si el poeta eres tú..."
3. Ana: Que sepan el mundo y los lectores de esteblog que Ana A. es una estupenda novelista, que veranea en un paraíso nórdico, que publicará una nueva novela en Anaya para la primavera, y que ya tiene otras dos en cartera:otra juvenil y una para adultos. Ha culminado también su primer libro de relatos.
4. Jose. Ojala fuese verdad eso que dices; te agradezco tu opinión: saldré a la calle y al trabajo con otra alegría.
5. A todos: qué bueno que entraseis en el blog.
jose -
Anónimo -
ana a. -
Antonio PÉREZ MORTE -
Aunque lo borres,
lo recordaré!
Anónimo -