EDUARDO DEL PUEYO EN SU CENTENARIO
UN VIRTUOSO INTEGRAL PARA BEETHOVEN
Eduardo del Pueyo ha sido un pianista muy personal y auténtico, fiel a la partitura, uno de los grandes pianistas del siglo XX. Como pedagogo es el más interesante y original de su época de la técnica del piano. Incorporó a la realidad las fantasías de Marie Jäell, que le llegaron a través de Jeanne Bosch y Marie W. Troost, colaboradoras y continuadoras de la obra pedagógica de la discípula de Liszt. Así define a Eduardo del Pueyo (Zaragoza, 1905-Bruselas, 1986) el agricultor y melómano Manuel Maynar, responsable de la Asociación de Amigos de Eduardo del Pueyo y autor de una biografía que aparecerá en los próximos meses, ilustrada con fotos de su espléndido archivo.
Manuel Maynar sitúa al aragonés a la altura de los grandes concertistas del siglo: Richter, Rachmaninoff, Arrau, Rubinstein, Horowitz o Benedetti-Michelangeli, y califica su dedicación como una hermosura de vida. Poseía un fondo religioso muy peculiar, y cierta música la toca como nadie. Poseyó una humildad permanente y no hablaba jamás mal de nadie. En una ocasión me dijo: De pequeño, soñaba con ser como Luis Galve. Y a Pilar Bayona, la quería mucho y la admiraba. Me dijo: Pilar tiene una intuición musical genial. Es una intérprete excepcional. Otra vez, en el Seminario de San Carlos, oyéndola, comentó: Esto es cantar en el piano. Eduardo del Pueyo forma con Pilar Bayona (1897-1979) y Luis Galve (1908-1995) el magnífico trío de grandes pianistas aragoneses del pasado siglo. Los tres alcanzaron gran altura, realizaron carreras muy distintas, y fueron homenajeados por Zaragoza en 1964 cuando la ciudad designó con sus nombres tres calles próximas a la Universidad.
Eduardo del Pueyo nació en Zaragoza un 29 de agosto de 1905, hace hoy un siglo, en un día en que hubo un eclipse de sol. Su padre, Francisco del Pueyo, procedía de Sos del Rey Católico, era muy inteligente y emprendedor, adquirió la fábrica de muebles en que trabajaba en la zona de San Miguel, explica Maynar, y su madre, Benita Begué, descendía de una familia de agricultores y ganaderos de Luesia. Será un personaje muy determinante en la vida de un joven que se aficionó muy pronto a la música y que inició sus estudios con Babil Belsué, con la señorita Salvador y con el director del Orfeón de Zaragoza. Ingresó en la Escuela Municipal de Música y se vio que asimilaba las enseñanzas muy deprisa.
La consecuencia natural de su evolución fue que se trasladase a Madrid con apenas doce años, donde asistió al Conservatorio de Madrid por libre. Allí tuvo como profesor, entre otros, a José Balsa, y de inmediato cosechó un primer premio de interpretación, que le otorgó un jurado presidido por Tomás Bretón. Éste se hizo amigo y protector del joven, le proporcionó un concierto en el Círculo de Bellas Artes, y fue el impulsor de su viaje a París, donde se afincó hacia 1920, el mismo año en que falleció su progenitor.
EL ESPLENDOR ABSOLUTO
Llegó a orillas del Sena con quince años, y tendría su primer gran éxito en 1927 al interpretar el Tercer Concierto de Beethoven, en el primer centenario de su muerte. La crítica de Monde musical dijo: Del Pueyo se ha cubierto de gloria. Además de tocar con muchos conciertos y de afirmar su dominio de la obra de Beethoven y de Schumann, que eran sus compositores favoritos, amplió sus estudios con las citadas Jeanne Bosch y Marie W. Troost. Tras estudiar con ambas el método de Marie Jaëll, cambió por completo su forma de actuar y volvió a empezar de cero.
Dejó de dar conciertos durante varios años y desarrolló, recuerda Maynar, el estudio del movimiento consciente. Rehizo la pedagogía del piano desde sus propias carnes con esfuerzo. La gente le decía que le olvidarían, y había profesores que se mofaban de él, hasta el punto de que le llamaban el clown del circo en el piano.
Prácticamente no volvería a tocar hasta 1935 cuando volvió a interpretar el Tercer Concierto de Beethoven en la Sociedad Filarmónica de Bruselas, donde fijaría su residencia. Obtuvo un enorme éxito. Alternó durante algunos años su residencia en la capital belga con conciertos y clases en París. Por entonces, se casó con la intérprete de laúd Adriana Mary. La reina Elizabeth de Bélgica se convirtió en amiga suya y tocó en varias ocasiones música de cámara con él y con Pablo Casals. En 1948, accedió al puesto de catedrático del Real Conservatorio de Bruselas y algo más tarde fue nombrado profesor extraordinario en la Capilla de la Reina Elizabeth. Desplegó una intensa actividad pedagógica, que poco a poco le llevó a reducir su faceta de concertista, aunque en 1963 regresó a Zaragoza para tocar en el Principal, y al año siguiente tuvo un gesto que probaba su amor hacia Aragón y hacia la obra de Goya: ofreció ocho conciertos en la Aljafería de la Integral de sonatas de Beethoven, y entregó su caché para pagar el importe del cuadro de San José de Goya que compró el Museo de Zaragoza.
Del Pueyo volvería años después al Seminario de San Carlos, donde repitió el mismo programa durante quince días en 1970. A la vez tocaba música española. Para entonces ya vivía con la pintora belga Josette Smith, que se parecía un poco a Ingrid Bergman, dice Manuel Maynar.
Impartió clases a más de 300 alumnos, algunos tan famosos como el estadounidense Jo Alfidi, y los belgas Eveline Brancart, André de Groote y Jean Claude van den Eynden. O los zaragozanos Miguel Baselga o Teresa Escudero Bravo. Del Pueyo falleció en noviembre de 1986 a los 81 años. Adoraba la pintura, leía a Machado, Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz, era un tímido cuya timidez intimidaba, y jamás pudo olvidarse de Aragón. Señala Maynar que en sus estancias en Aragüés del Puerto, le preguntó un campesino: ¿Le gusta volver a Aragón?. Y el maestro, mudo de emoción, rompió a llorar.
I. LA TÉCNICA
-El pianista murciano Antonio Narejos lo recuerda así para HERALDO: Eduardo del Pueyo trató de superar la visión de la técnica entendida como un mero adiestramiento para re-definirla como el cauce de expresión del intérprete. Uno de sus principios era la adaptación de las acciones del pianista a la intención musical, lo que transforma el movimiento en gesto. Me fascinó su sencillez en la conversación y la profundidad de sus palabras. En torno a Del Pueyo se desarrolló un aura de admiración que condujo a la construcción de un mito. Músico puro, Del Pueyo supo mantenerse a distancia de quienes trataron de encerrarle en un dogma.
-Todos los sonidos
Miguel Ángel Tapia, pianista y director del Auditorio, define así al intéprete: Yo sentía auténtica adoración por él. Fue uno de esos pianistas que ya no quedan. ¡Eran tantas las cosas que desmenuzaba al piano! Y me refiero a densidad, a profundidad, a profusión de detalles, a tantas voces como hacía sonar. Sonaba como una auténtica orquesta, con las trompas y todo. Fue un pianista importantísimo, de calidad universal, a la altura de los más grandes, un músico auténtico en el sentido más amplio de la palabra, pero no fue una estrella.
-Talones y posaderas
El zaragozano Miguel Baselga estudió con él en Bruselas y lo recordó así en Scherzo: Detestaba (y creo que con razón) esa manera de tocar con aspavientos, movimientos del tronco, ondulaciones en la muñeca y en los dedos como si el piano fuera un instrumento que puede vibrar. El show en resumen. Y por encima de todo, las patadas en el suelo al cambiar el pedal. Decía: El pianista sólo tiene dos puntos de apoyo: los talones y las posaderas.
II. LAS ANÉCDOTAS
-Un concierto cambiado
Miguel Baselga recuerda: Fue a Escocia a tocar el Tercero de Beethoven y al llegar al ensayo resulta que había habido un error y era el Segundo lo que estaba programado. Se compró la partitura, se fue al hotel y sin piano ni nada, se la aprendió y lo tocó al día siguiente. Genio y figura.
-El refugio del artista
El organista José Luis González Uriol, que acompañaba al consejero José Bada para entregarle el Premio Aragón de 1986, lo visitó en su casa del bosque de las afueras de Bruselas. Evoca aquel espacio como una especie de refugio silencioso y cálido en un auténtico paraíso ideal, bien elegido por un artista esencial, comprometido con la música.
-El Maestro
Cuenta Miguel Ángel Tapia que fue en una ocasión a Bruselas. Entró en una tienda de discos y pidió algunas de sus grabaciones. La dependiente dijo: Ah, el Maestro. Añade: Comprendí cuánto lo querían allí, cuánto lo admiraban. Años antes, cuando contaba entre 17 y 18 años, Del Pueyo estuvo una audición de Tapia en la sala Rono de Mariano Gracia. De golpe, pidió que dejasen hablar sólo al piano.
-Evocación de su muerte
Cuenta Miguel Baselga: El día que murió, fuimos un grupo de alumnos a su casa. Recuerdo que era de noche. Lo habían tumbado en su cama. Era la primera vez en mi vida que
veía un muerto. Tenía un pequeño roce en la sien y el pómulo izquierdo. Me dijo Josette que se lo hizo al intentar levantarse del suelo, rozándose con la alfombra. Había caído fulminado por un infarto.
III. ALGUNOS CONCIERTOS DE HOMENAJE
El centenario de Eduardo del Pueyo está pasando inadvertido en Aragón, al menos hasta ahora, a pesar de que el Departamento de Educación, Cultura y Deporte anunció hace unos meses su intención de celebrarlo, aunque esta misma mañana he recibido un correo donde me anuncian que algo se va a hacer con Eduardo del Pueyo este año y el año que viene con Pilar Lorengar. La revista Scherzo Piano ya le ha dedicado varios artículos de Antonio Fernández Cid, Miguel Baselga y Antonio Gallego. Durante las fiestas del Pilar, en concreto el trece de octubre, en el Auditorio se programará un concierto orgnizado en colaboración con la Asociación de Amigos de Eduardo del Pueyo y Juventudes Musicales- en el que participarán cuatro de los discípulos más conocidos de Del Pueyo: Jo Alfidi, Eveline Brancart y Jean Claude van den Eynden; cada uno tocará alrededor de hora y media. El 20 de noviembre, Ibercaja, la Sociedad Filarmónica y el Auditorio han programado otro concierto homenaje de la Orquesta Sinfónica del Real Conservatorio de Bruselas, dirigida por Arie Vann Lysebeth, que también actúa el día anterior en el Auditorio Nacional de Música de Madrid con obras de R. DHaeene, Ludwig van Beethoven y Anton Bruckner.
IV. TRES CARTAS DE EDUARDO DEL PUEYO
A PILAR BAYONA
11/11/1965
El 11 de Noviembre de 1965
15 Rue Jacques Jordaens BRUXELLES 5
Mi querida Pilar: Gracias de todo corazón por tu maja carta que te agradezco de veras esperando que lo que cogiste, probablemente en el tren con los cambios de tiempo, no habrá sido grave aunque nos impidió vernos como tanto hubiera deseado y no me dejó abrazarte con el afecto y la consideración personal y artística que te tengo y que, así como las buenas cosas crece y aumenta con el tiempo y conforme te conozco más y mejor.
Inútil decirte que una vez más, se me encogieron las entrañas de vez en cuando -lo que era natural- no habiendo tocado desde tanto tiempo por Madrid -digamos por España- a ver si gracias y con la ayuda de vosotros y con el ejemplo que me das siempre de lo que querría ser, me fortalezco el temple.
Vi a Pilar Arnal y me alegré recordándome todo lo bueno que me dijiste de ella y de su labor.
Un abrazo a las dos y otra vez gracias, vuestro
Eduardo
7/11/1968
Bruselas el 7 de Noviembre de 1968
15 Rue Jacques Jordaens BRUXELLES 5
Querida Pilar: Mucho te agradezco tus afectuosas líneas y su buen mensaje. Afortunadamente y gracias a dios no ha sido grave la cosa.
Un buen testarazo con chichón y todo, alguna costilleta marcada y en la mano solo golpe, sin avería. Así que ya está la cosa arreglándose del todo y dentro de un par de semanas se acabó la canción.
Pues mira, de vez en cuando no vendría mal un susto de esos pues te obligan a reposarte que es un gusto y no viene del todo mal.
Lo que me alegro es que lo tuyo se haya arreglado de tan buena manera y que ya no sientas nada, también con Larrocha todo va por lo mejor, parece ser. Pues hemos tenido suerte los cabales Un fuerte abrazo a las dos con mi admiración y fiel afecto
Eduardo
16/12/1979
Eduardo del Pueyo
El 16 de diciembre de 1979
Querida Carmen:
Por Pedro Lapetra, que nos ha telefoneado, sabemos lo ocurrido. Cómo decirte el golpe violento que hemos recibido! Para mí Pilar era un milagro de aquellos que rara vez se producen. Personalidad de absoluta autenticidad en todos los sentidos; con ella se entendía lo esencial de lo aragonés y lo musical. Durante toda su vida nos ha ofrecido con sencillez y generosidad un poderoso talento sin el cual nuestra querida ciudad no hubiera podido nutrirse musicalmente por si misma ni gozar de la mejos informada actualidad. Todos le debemos el don total de su vida y de sus geniales dotes siempre dispuestas para nuestro servicio con un olvido y descuido total de su persona.
Esto es lo que sabemos de ella los que nos complacemos en reconocer la verdad entre los seres y las cosas. Quede entre nosotros, siempre vivo, su recuerdo.
Te escribo con retraso porque hace unas días que guardo cama con mucha fiebra debida a un virus gripal (el día 11 no pude dar mi concierto en Bruselas a causa de ello).
Ha telefoneado Plácido Díez, pedía de grabar algo sobre Pilar. Le he dicho que no estaba en condición de nada, la verdad; y que tan pronto como pudiera te escribiría. Si algo de esta carta te parece utilizable para esa revisra dispon como quieras de estas líneas.
Perdona la agitación de mi espíritu y letra y recibe un buen abrazo con nuestro afecto y pésame. Josette y Pilar se unen a tu servidor,
Eduardo
*Estas cartas pertenecen al Archivo Pilar Bayona, que dirigen Antonio Bayona y Julián Gómez. Por cuestiones de maquetación no me cupieron en el artículo de Heraldo del domingo y los incorporo a este homenaje al gran pianista aragonés selecciando en Francia entre los 100 mejores del siglo XX, los únicos españoles con Alicia de Larrocha y Joaquín Achúcarro. Antonio Bayona nos remitió muy gentilmente estos textos espléndidos.
Eduardo del Pueyo ha sido un pianista muy personal y auténtico, fiel a la partitura, uno de los grandes pianistas del siglo XX. Como pedagogo es el más interesante y original de su época de la técnica del piano. Incorporó a la realidad las fantasías de Marie Jäell, que le llegaron a través de Jeanne Bosch y Marie W. Troost, colaboradoras y continuadoras de la obra pedagógica de la discípula de Liszt. Así define a Eduardo del Pueyo (Zaragoza, 1905-Bruselas, 1986) el agricultor y melómano Manuel Maynar, responsable de la Asociación de Amigos de Eduardo del Pueyo y autor de una biografía que aparecerá en los próximos meses, ilustrada con fotos de su espléndido archivo.
Manuel Maynar sitúa al aragonés a la altura de los grandes concertistas del siglo: Richter, Rachmaninoff, Arrau, Rubinstein, Horowitz o Benedetti-Michelangeli, y califica su dedicación como una hermosura de vida. Poseía un fondo religioso muy peculiar, y cierta música la toca como nadie. Poseyó una humildad permanente y no hablaba jamás mal de nadie. En una ocasión me dijo: De pequeño, soñaba con ser como Luis Galve. Y a Pilar Bayona, la quería mucho y la admiraba. Me dijo: Pilar tiene una intuición musical genial. Es una intérprete excepcional. Otra vez, en el Seminario de San Carlos, oyéndola, comentó: Esto es cantar en el piano. Eduardo del Pueyo forma con Pilar Bayona (1897-1979) y Luis Galve (1908-1995) el magnífico trío de grandes pianistas aragoneses del pasado siglo. Los tres alcanzaron gran altura, realizaron carreras muy distintas, y fueron homenajeados por Zaragoza en 1964 cuando la ciudad designó con sus nombres tres calles próximas a la Universidad.
Eduardo del Pueyo nació en Zaragoza un 29 de agosto de 1905, hace hoy un siglo, en un día en que hubo un eclipse de sol. Su padre, Francisco del Pueyo, procedía de Sos del Rey Católico, era muy inteligente y emprendedor, adquirió la fábrica de muebles en que trabajaba en la zona de San Miguel, explica Maynar, y su madre, Benita Begué, descendía de una familia de agricultores y ganaderos de Luesia. Será un personaje muy determinante en la vida de un joven que se aficionó muy pronto a la música y que inició sus estudios con Babil Belsué, con la señorita Salvador y con el director del Orfeón de Zaragoza. Ingresó en la Escuela Municipal de Música y se vio que asimilaba las enseñanzas muy deprisa.
La consecuencia natural de su evolución fue que se trasladase a Madrid con apenas doce años, donde asistió al Conservatorio de Madrid por libre. Allí tuvo como profesor, entre otros, a José Balsa, y de inmediato cosechó un primer premio de interpretación, que le otorgó un jurado presidido por Tomás Bretón. Éste se hizo amigo y protector del joven, le proporcionó un concierto en el Círculo de Bellas Artes, y fue el impulsor de su viaje a París, donde se afincó hacia 1920, el mismo año en que falleció su progenitor.
EL ESPLENDOR ABSOLUTO
Llegó a orillas del Sena con quince años, y tendría su primer gran éxito en 1927 al interpretar el Tercer Concierto de Beethoven, en el primer centenario de su muerte. La crítica de Monde musical dijo: Del Pueyo se ha cubierto de gloria. Además de tocar con muchos conciertos y de afirmar su dominio de la obra de Beethoven y de Schumann, que eran sus compositores favoritos, amplió sus estudios con las citadas Jeanne Bosch y Marie W. Troost. Tras estudiar con ambas el método de Marie Jaëll, cambió por completo su forma de actuar y volvió a empezar de cero.
Dejó de dar conciertos durante varios años y desarrolló, recuerda Maynar, el estudio del movimiento consciente. Rehizo la pedagogía del piano desde sus propias carnes con esfuerzo. La gente le decía que le olvidarían, y había profesores que se mofaban de él, hasta el punto de que le llamaban el clown del circo en el piano.
Prácticamente no volvería a tocar hasta 1935 cuando volvió a interpretar el Tercer Concierto de Beethoven en la Sociedad Filarmónica de Bruselas, donde fijaría su residencia. Obtuvo un enorme éxito. Alternó durante algunos años su residencia en la capital belga con conciertos y clases en París. Por entonces, se casó con la intérprete de laúd Adriana Mary. La reina Elizabeth de Bélgica se convirtió en amiga suya y tocó en varias ocasiones música de cámara con él y con Pablo Casals. En 1948, accedió al puesto de catedrático del Real Conservatorio de Bruselas y algo más tarde fue nombrado profesor extraordinario en la Capilla de la Reina Elizabeth. Desplegó una intensa actividad pedagógica, que poco a poco le llevó a reducir su faceta de concertista, aunque en 1963 regresó a Zaragoza para tocar en el Principal, y al año siguiente tuvo un gesto que probaba su amor hacia Aragón y hacia la obra de Goya: ofreció ocho conciertos en la Aljafería de la Integral de sonatas de Beethoven, y entregó su caché para pagar el importe del cuadro de San José de Goya que compró el Museo de Zaragoza.
Del Pueyo volvería años después al Seminario de San Carlos, donde repitió el mismo programa durante quince días en 1970. A la vez tocaba música española. Para entonces ya vivía con la pintora belga Josette Smith, que se parecía un poco a Ingrid Bergman, dice Manuel Maynar.
Impartió clases a más de 300 alumnos, algunos tan famosos como el estadounidense Jo Alfidi, y los belgas Eveline Brancart, André de Groote y Jean Claude van den Eynden. O los zaragozanos Miguel Baselga o Teresa Escudero Bravo. Del Pueyo falleció en noviembre de 1986 a los 81 años. Adoraba la pintura, leía a Machado, Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz, era un tímido cuya timidez intimidaba, y jamás pudo olvidarse de Aragón. Señala Maynar que en sus estancias en Aragüés del Puerto, le preguntó un campesino: ¿Le gusta volver a Aragón?. Y el maestro, mudo de emoción, rompió a llorar.
I. LA TÉCNICA
-El pianista murciano Antonio Narejos lo recuerda así para HERALDO: Eduardo del Pueyo trató de superar la visión de la técnica entendida como un mero adiestramiento para re-definirla como el cauce de expresión del intérprete. Uno de sus principios era la adaptación de las acciones del pianista a la intención musical, lo que transforma el movimiento en gesto. Me fascinó su sencillez en la conversación y la profundidad de sus palabras. En torno a Del Pueyo se desarrolló un aura de admiración que condujo a la construcción de un mito. Músico puro, Del Pueyo supo mantenerse a distancia de quienes trataron de encerrarle en un dogma.
-Todos los sonidos
Miguel Ángel Tapia, pianista y director del Auditorio, define así al intéprete: Yo sentía auténtica adoración por él. Fue uno de esos pianistas que ya no quedan. ¡Eran tantas las cosas que desmenuzaba al piano! Y me refiero a densidad, a profundidad, a profusión de detalles, a tantas voces como hacía sonar. Sonaba como una auténtica orquesta, con las trompas y todo. Fue un pianista importantísimo, de calidad universal, a la altura de los más grandes, un músico auténtico en el sentido más amplio de la palabra, pero no fue una estrella.
-Talones y posaderas
El zaragozano Miguel Baselga estudió con él en Bruselas y lo recordó así en Scherzo: Detestaba (y creo que con razón) esa manera de tocar con aspavientos, movimientos del tronco, ondulaciones en la muñeca y en los dedos como si el piano fuera un instrumento que puede vibrar. El show en resumen. Y por encima de todo, las patadas en el suelo al cambiar el pedal. Decía: El pianista sólo tiene dos puntos de apoyo: los talones y las posaderas.
II. LAS ANÉCDOTAS
-Un concierto cambiado
Miguel Baselga recuerda: Fue a Escocia a tocar el Tercero de Beethoven y al llegar al ensayo resulta que había habido un error y era el Segundo lo que estaba programado. Se compró la partitura, se fue al hotel y sin piano ni nada, se la aprendió y lo tocó al día siguiente. Genio y figura.
-El refugio del artista
El organista José Luis González Uriol, que acompañaba al consejero José Bada para entregarle el Premio Aragón de 1986, lo visitó en su casa del bosque de las afueras de Bruselas. Evoca aquel espacio como una especie de refugio silencioso y cálido en un auténtico paraíso ideal, bien elegido por un artista esencial, comprometido con la música.
-El Maestro
Cuenta Miguel Ángel Tapia que fue en una ocasión a Bruselas. Entró en una tienda de discos y pidió algunas de sus grabaciones. La dependiente dijo: Ah, el Maestro. Añade: Comprendí cuánto lo querían allí, cuánto lo admiraban. Años antes, cuando contaba entre 17 y 18 años, Del Pueyo estuvo una audición de Tapia en la sala Rono de Mariano Gracia. De golpe, pidió que dejasen hablar sólo al piano.
-Evocación de su muerte
Cuenta Miguel Baselga: El día que murió, fuimos un grupo de alumnos a su casa. Recuerdo que era de noche. Lo habían tumbado en su cama. Era la primera vez en mi vida que
veía un muerto. Tenía un pequeño roce en la sien y el pómulo izquierdo. Me dijo Josette que se lo hizo al intentar levantarse del suelo, rozándose con la alfombra. Había caído fulminado por un infarto.
III. ALGUNOS CONCIERTOS DE HOMENAJE
El centenario de Eduardo del Pueyo está pasando inadvertido en Aragón, al menos hasta ahora, a pesar de que el Departamento de Educación, Cultura y Deporte anunció hace unos meses su intención de celebrarlo, aunque esta misma mañana he recibido un correo donde me anuncian que algo se va a hacer con Eduardo del Pueyo este año y el año que viene con Pilar Lorengar. La revista Scherzo Piano ya le ha dedicado varios artículos de Antonio Fernández Cid, Miguel Baselga y Antonio Gallego. Durante las fiestas del Pilar, en concreto el trece de octubre, en el Auditorio se programará un concierto orgnizado en colaboración con la Asociación de Amigos de Eduardo del Pueyo y Juventudes Musicales- en el que participarán cuatro de los discípulos más conocidos de Del Pueyo: Jo Alfidi, Eveline Brancart y Jean Claude van den Eynden; cada uno tocará alrededor de hora y media. El 20 de noviembre, Ibercaja, la Sociedad Filarmónica y el Auditorio han programado otro concierto homenaje de la Orquesta Sinfónica del Real Conservatorio de Bruselas, dirigida por Arie Vann Lysebeth, que también actúa el día anterior en el Auditorio Nacional de Música de Madrid con obras de R. DHaeene, Ludwig van Beethoven y Anton Bruckner.
IV. TRES CARTAS DE EDUARDO DEL PUEYO
A PILAR BAYONA
11/11/1965
El 11 de Noviembre de 1965
15 Rue Jacques Jordaens BRUXELLES 5
Mi querida Pilar: Gracias de todo corazón por tu maja carta que te agradezco de veras esperando que lo que cogiste, probablemente en el tren con los cambios de tiempo, no habrá sido grave aunque nos impidió vernos como tanto hubiera deseado y no me dejó abrazarte con el afecto y la consideración personal y artística que te tengo y que, así como las buenas cosas crece y aumenta con el tiempo y conforme te conozco más y mejor.
Inútil decirte que una vez más, se me encogieron las entrañas de vez en cuando -lo que era natural- no habiendo tocado desde tanto tiempo por Madrid -digamos por España- a ver si gracias y con la ayuda de vosotros y con el ejemplo que me das siempre de lo que querría ser, me fortalezco el temple.
Vi a Pilar Arnal y me alegré recordándome todo lo bueno que me dijiste de ella y de su labor.
Un abrazo a las dos y otra vez gracias, vuestro
Eduardo
7/11/1968
Bruselas el 7 de Noviembre de 1968
15 Rue Jacques Jordaens BRUXELLES 5
Querida Pilar: Mucho te agradezco tus afectuosas líneas y su buen mensaje. Afortunadamente y gracias a dios no ha sido grave la cosa.
Un buen testarazo con chichón y todo, alguna costilleta marcada y en la mano solo golpe, sin avería. Así que ya está la cosa arreglándose del todo y dentro de un par de semanas se acabó la canción.
Pues mira, de vez en cuando no vendría mal un susto de esos pues te obligan a reposarte que es un gusto y no viene del todo mal.
Lo que me alegro es que lo tuyo se haya arreglado de tan buena manera y que ya no sientas nada, también con Larrocha todo va por lo mejor, parece ser. Pues hemos tenido suerte los cabales Un fuerte abrazo a las dos con mi admiración y fiel afecto
Eduardo
16/12/1979
Eduardo del Pueyo
El 16 de diciembre de 1979
Querida Carmen:
Por Pedro Lapetra, que nos ha telefoneado, sabemos lo ocurrido. Cómo decirte el golpe violento que hemos recibido! Para mí Pilar era un milagro de aquellos que rara vez se producen. Personalidad de absoluta autenticidad en todos los sentidos; con ella se entendía lo esencial de lo aragonés y lo musical. Durante toda su vida nos ha ofrecido con sencillez y generosidad un poderoso talento sin el cual nuestra querida ciudad no hubiera podido nutrirse musicalmente por si misma ni gozar de la mejos informada actualidad. Todos le debemos el don total de su vida y de sus geniales dotes siempre dispuestas para nuestro servicio con un olvido y descuido total de su persona.
Esto es lo que sabemos de ella los que nos complacemos en reconocer la verdad entre los seres y las cosas. Quede entre nosotros, siempre vivo, su recuerdo.
Te escribo con retraso porque hace unas días que guardo cama con mucha fiebra debida a un virus gripal (el día 11 no pude dar mi concierto en Bruselas a causa de ello).
Ha telefoneado Plácido Díez, pedía de grabar algo sobre Pilar. Le he dicho que no estaba en condición de nada, la verdad; y que tan pronto como pudiera te escribiría. Si algo de esta carta te parece utilizable para esa revisra dispon como quieras de estas líneas.
Perdona la agitación de mi espíritu y letra y recibe un buen abrazo con nuestro afecto y pésame. Josette y Pilar se unen a tu servidor,
Eduardo
*Estas cartas pertenecen al Archivo Pilar Bayona, que dirigen Antonio Bayona y Julián Gómez. Por cuestiones de maquetación no me cupieron en el artículo de Heraldo del domingo y los incorporo a este homenaje al gran pianista aragonés selecciando en Francia entre los 100 mejores del siglo XX, los únicos españoles con Alicia de Larrocha y Joaquín Achúcarro. Antonio Bayona nos remitió muy gentilmente estos textos espléndidos.
10 comentarios
Patricia Montero -
María Giménez Alvira -
Quim -
Priscila Mayén -
Sergio -
Gracias
Hendrik Jan van der Heiden -
On the web I saw the follow rule: "Manuel Maynar, responsable de la Asociación de Amigos de Eduardo del Pueyo y autor de una biografía que aparecerá en los próximos meses, ilustrada con fotos de su espléndido archivo."
Well what's my question? :
I am very interested in the pianist Eduardo del Pueyo. I am a fan. Can you mail me information about this book from Manuel Maynar, responsable de la Asociación de Amigos de Eduardo del Pueyo y autor? Where can I buy this book? I will pay the costs.
Many thanks for your answer.
Hendrik Jan van der Heiden
The Netherlands
María Giménez Alvira -
Dr. Miguel Ribera del Pueyo -
Eduardo Hernández Vázquez -
Anónimo -