Blogia
Antón Castro

VÍCTOR MIRA, LAJOTA, GOYA Y SHAKESPEARE

VÍCTOR MIRA, LAJOTA, GOYA Y SHAKESPEARE

Estuve a última hora de la mañana del martes en el local del anticuario Antonio Gajón, que posee más de 400 cuadros de Víctor Mira. Piezas de todas las épocas, piezas de cuando tenía 16 o 17 años el artista, piezas de una potencia increíble, como una Crucifixión en azules, negros y azules. óleos, dibujos, grabados y esculturas. Jamás había oído hablar a nadie con tanta pasión de Víctor Mira: Antonio Gajón recrea su obra como si fuera su hagiógrafo, cuenta el interés que ha suscitado en Suiza o en algunas fundaciones madrileñas, y dice que tiene en casa la obra favorita de Víctor: “El pájaro solitario”, uno de ellos fue el que le llevó a decir a Víctor Miragaya: “Es mi mejor obra, sin duda”. Antonio Gajón tiene un hijo que se llama igual que él y que maneja el ordenador a la perfección. En su archivo de fotos, dispone de muchas instantáneas con Miquel Barceló, del que tienen algunas obras, con Manolo Valdés, con galeristas suizos importantes… Cuando estaba allí viendo cuadros, preguntando, apareció Pepe Melero, el hombre que recorrió ayer casi todas las emisoras de la radio para hablar de la jota. Pepe traía su lcd-prames que ha hecho con Javier Barreiro, con portada de Juan José Gárate. Fue una sorpresa. Incrementó su patrimonio bibliográfico y acarició una biografía del Real Zaragoza, escrita por Gay, que al final no se llevó. Seguro que ya la posee: pensó en adquirirla para regalarla.

 

El martes conversé con Alfredo Compaired, autor de “Zaragoza Sitiada. El cuadro que Goya no pudo pintar” (UnaLuna), que es una novela coral donde reconstruye la historia de los dos Sitios de Zaragoza, con un asunto central: el encargo de Palafox a Goya de que viniese a Zaragoza para inmortalizar el heroísmo popular; lo hizo, vino en octubre de 1808, luego tuvo miedo y se marchó a Fuendetodos, donde se le estropeó una pieza que había realizado donde se veían a dos muchachos aragoneses arrastrando a soldados muertos. También conversé con Lorenzo Mediano, que acaba de publicar “Tras las huellas del hombre rojo” (Grijalbo), libro que transcurre hace 30.000 años en el valle del Ebro,  en la encrucijada de los tres ríos.  Mediano cuenta la historia de amor y desamor entre una chamán cromagnon, Ibai, y un joven neandertal, Bid. La novela aborda el choque cultural, la identidad, la emigración, el amor de pareja y la promiscuidad, y la vinculación entre hombre y Naturaleza en aquel periodo.

 

Chema R. Morais, compañero de Heraldo y enamorado de Katharine Hepburn hasta las cachas como se verá en “La mujer que me deslumbró” (UnaLuna), vivió el lunes por la noche un momento espléndido. Se atrevió a entrar hasta la zona VIP, hasta donde estaba Bonnie Tyler, habló con ella, le elogió su energía, su fuerza, la calidad de su concierto, y ella, ni corta ni perezosa, le estampó varios besos. Y le dijo que hacía mucho tiempo que no actuaba ante tanta gente, ante un público tan entregado. ¡Y yo que llegué a calificar estas ferias del Pilar de camp, en lo que concierne a conciertos! Bonnie Tyler estuvo magnífica.

 

He ido esta tarde a ver, con Daniel, la película “El mercader de Venecia” de Michael Radford, que es realmente estupenda. Por la calidad del guión (la adaptación es del propio cineasta), por la ambientación, la historia (aunque quede un poco trasnochado ese antijudaísmo), el sentido del juego y del  humor, y la interpretación de Al Pacino, Jeremy Irons, Joseph Fiennes (que empieza un poco mal y va ganando…) y Lynn Collins, que hace un formidable papel de heroína gótica que recuerda una y otra vez a Cate Blanchett. Radford ha realizado una película lujosa, con un estudio constante de la luz y del espacio, una película de ambiente, le saca mucho partido a la noche veneciana, sobre un tema fundamental: la amistad. La capacidad que tiene Antonio (Jeremy Irons) de ofrecer su vida y su alma, y una libra de su carne, por facilitar los amores de Basanio (Joseph Fiennes). El personaje de Irons es claramente homosexual, o eso se percibe, pero está impecablemente tratado. Es una película de juicios, clásica, rodada y contada con singular maestría. Al Pacino, en el papel de Shylock, está espléndido. Antes de entrar, compramos algunas revistas, entre ellas varias entregas atrasadas de la revista “Álbum”, que compraba antaño: vimos con delectación cuadros espléndidos de Federico de Madrazo y de Villamil, magníficos ambos. Y hablamos, inevitablemente, del concepto de la pintura que usa Pepe Cerdá. Villaamil, gallego del Ferrol, nos hizo recordar a Delacroix y sus viajes orientales, su romanticismo apasionado, su sentido del color.

 

2 comentarios

A. C. -

Trato de aprender de tu magnífica página. Un gran abrazo y un beso para tu maravillosa Pilar, con un día de retraso.

m ; ) -

a qué bueno el artículo de ayer
y esta variedad de hoy, cuánta información y cuánto cariño, Antón