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Antón Castro

GOYA, PALAFOX Y LOS SITIOS, SEGÚN ALFREDO COMPAIRED

GOYA, PALAFOX Y LOS SITIOS, SEGÚN ALFREDO COMPAIRED
El escritor de Luesia (Zaragoza) publica una novela histórica, ““Zaragoza Sitiada. El cuadro que no pintó Goya” (UnaLuna), que evoca el viaje del pintor a la ciudad para inmortalizar el heroísmo popular

Alfredo Compaired había escrito sobre Luesia (Zaragoza), la villa donde nació en 1947, y la novela “Último viaje a Cuba” (UnaLuna, 2003). Fue su propio editor, Luis Ángel Blasco, responsable de UnaLuna, quien le sugirió que redactase una narración extensa sobre la Zaragoza de Los Sitios. Llamó al catedrático de Literatura Española y ensayista José-Carlos Mainer, y éste le dijo que no recordaba una ficción sobre ese periodo de un aragonés; en las próximas semanas aparecerá “Independencia” (Edhasa) de José Luis Corral. Compaired se aplicó en cubrir esa laguna con una idea de partida: “Quería ofrecer una visión global de lo que fue la guerra de Los Sitios, y eso pasaba por contar el antes, el presente y el después del conflicto”.

“Zaragoza Sitiada. El cuadro que no pintó Goya” comienza en mayo de 1808 con el sacerdote Santiago Sas y culmina un año después. Alfredo Compaired dice que leyó 20 o 21 libros para documentarse. Cuenta cómo los zaragozanos vivían en un periodo convulso de hambruna y sequía que agitó el motín popular, mientras los franceses avanzaban desde Pamplona. “Así que el pueblo se levantó en armas contra el Capitán General Jorge Juan de Guillelmi. Aunque no estaba liderada la rebelión por el tío Jorge, sí podía considerarse el cabecilla de la insurrección popular. La gente fue a la finca de la Alfranca a ver al general Palafox, que acabará legitimando el poder del pueblo al convocar las Cortes de Aragón, en las casas del Puente, cerca de la Lonja. Allí fue proclamado Capitán General de Aragón por el poder eclesiástico (el obispo de Huesca, los abades de Montearagón, Veruela o Santa Cristina de Somport), los hidalgos infanzones y la nobleza, entre ellos el conde de Sástago”.

Tras aquella designación, Palafox decidió armar al ejército, reclutó la gente por los pueblos con la ayuda de los corregidores, y poco después le escribió una carta a Francisco de Goya. “El artista vino a Zaragoza en octubre de 1808, tras un complicado viaje. Tenía 62 años. Eso está documentado en Alcaide Ibieca y en Arturo Ansón, entre otros. Palafox quería que inmortalizase el heroísmo de la ciudad, y aquí Goya recordaría su vida, la historia con sus murales del Pilar y el Cabildo, fue a la Cartuja de Aula Dei y a la plaza de toros, donde evocó al torero Martincho, pero cuando empezó el segundo Sitio cogió mucho miedo y se marchó a Fuendetodos”. Ese es uno de los temas de la novela: Goya realizó bocetos de lo que había visto, les dio un barniz especial para protegerlos y para que no se viesen algunas figuras comprometidas. “Los emborronó adrede con un baño que nadie me ha podido explicar en qué consistía, pero luego no pudo recuperar las piezas. Se conjetura que en uno de ellos había pintado a algunos muchachos arrastrando soldados franceses muertos. Aquí estuvo poco tiempo y huyó con uno de sus discípulos a la Alcarria y luego a Ávila en un invierno muy crudo. No regresó a Madrid hasta que los franceses exigieron que los funcionarios se reintegrasen en sus puestos, y como él era funcionario tuvo que hacerlo”. Otro componente fundamental de la historia es la peripecia de la heroína María Antonia, novia del soldado Mantecas, que morirá en la lucha. “Ella encarna la heroína que no ejerce la violencia”, dice Compaired. Será violada por los invasores, y finalmente se refugia en una casa con el noble don Fernando.

“Cuando se firmó la capitulación, se celebró un ‘Te Deum’ solemne en el Pilar, que constituyó una auténtica profanación de la Basílica, ante el mariscal Lannes. Mientras el alto clero se rindió y bendijo al invasor, el bajo clero lo combatía y se jugaba la vida. Santiago Sas y Boggiero, como los frailes, colaboraron hasta en la fabricación de la pólvora. Al final, los franceses no cumplieron su palabra y los fusilaron en el Puente de Piedra. Después de la ceremonia se organizó una celebración en el Palacio Arzobispal con 400 invitados; el Cabildo catedralicio puso todos los elementos del banquete, tanto la cubertería como los capones. Precisamente, lo que yo critico en la novela, y lo que critican los protagonistas, es ese gesto, que pareció obsceno. Fue la traición a todo un pueblo. Mientras se realizaban esos fastos, entre 10 y 12.000 soldados que habían combatido en Zaragoza eran deportados a Francia por el camino de Alagón, pero de eso se ha escrito muy poco”.

         “Zaragoza sitiada. El cuadro que Goya no pudo pintar” reconstruye la Zaragoza de 1808 y 1809, que tenía 55.00 habitantes, con todos los monumentos y edificios, que han sido inventariados y descritos en un glosario final. El libro, de 368 páginas, ha sido editado por UnaLuna y la Fundación 2008.    

La ficha
“Zaragoza Sitiada. El cuadro que Goya no pudo pintar”. Alfredo Compaired. Prólogo de José María Turmo. UnaLuna Ediciones y Fundación 2008 Zaragoza. Zaragoza, 2005. 368 páginas.

*Estos días en Capitanía, Plaza de Aragón, se presenta una nueva exposición sobre el mundo de Los Sitios, que lleva también un amplio libro-catálogo, coordinado por José María Turmo, responsable de la Fundación 2008 Zaragoza.

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