ESTANCIA DE SÁBADO EN CALACEITE
1. CLAUDIA CARDINALE INTERPRETARÁ "EL CORAZÓN DE LA TIERRA" DE CUADRI.
2.ÁNGEL CRESPO, OBJETO DE UN TRABAJO DEL DIRECTOR JORGE MEYER
3.NATACHA SESEÑA ES UNA ENAMORADA DE MARGUERITE YOURCENAR
4.CARMEN PORTOLÉS, ENCANTADA CON EL MUSEO CABRÉ
5.CALACEITE SUEÑA CON RECUPERAR SU PASADO CULTURAL RECIENTE
Mientras, yo conversé con Teresa: hablamos de todo, de la soledad, de algunos amores huidizos, de José Donoso y “El obsceno pájaro de la noche”, de sus trayectoria, de aquellos días que compartió con Llorens Artigas, que le ayudó a montar su primer horno, de su exposición lejana en Zaragoza de la mano de Federico Torralba. Por allí andaba su hermana Greta, como si fuese una centinela de complicidad y de ternura. Y de repente me di cuenta de que se había hecho de noche y de que una inmensa niebla se había desplomado sobre el mundo y su espesa tiniebla. No fui capaz de encontrar a Patricio Julve (tiene la rara habilidad de volverse invisible cuando se le antoja) en medio de la confusión y volví a Urrea de Gaén. Pasé un miedo atroz: primero me salió un perro negro, gigantesco y amenazante; luego el coche se caló en Valdetormo. Las historias de miedo que había oído de labios de Teresa me daban vueltas en la cabeza. Ni “Radiogaceta de los deportes” aliviaba mi pánico. Ese viaje nunca se me olvidará.
En los últimos meses he estado varias veces en Calaceite. Primero con el fotógrafo Juan Carlos Arcos y con Pepe Melero en una maravillosa tarde de libros y confidencias; más tarde, con Alberto Gámez, el realizador de “El Paseo”, ahora desaparecido muy a mi pesar. Las dos últimas veces nos arrastró hasta allí Ángel Crespo, su exposición, su figura, la presencia de Pilar Gómez Bedate, que es mi traductora favorita de Mallarmé. Ayer volví a Calaceite, solo; Mariano Gistaín no quiso venir, y Pepe Melero esta vez tampoco. Llevaba el vídeo de Alberto, y tenía la responsabilidad de presentar la antología poética de Ángel Crespo, “La realidad entera”, que ha preparado Alejandro Krawietz para Círculo de Lectores y Galaxia Gutenberg. Hablar de Ángel Crespo es para mí siempre un placer: lo siento como un patriarca de las palabras al que todos le debemos un fragmento de conocimiento, de pasión por la poesía, de amor a los traductores. No voy a decir aquí lo que dije, pero Crespo –con quien hice un viaje inolvidable Calaceite a Teruel y de Teruel a Calaceite por las serranías y las zigzagueantes calzadas de la laberíntica e infinita provincia- se sentía esencialmente poeta y todo en él rezumaba un humanismo integral, totalizador. Era, fue, un escritor que buscaba la otra realidad: la realidad invisible y la transformación de la materia en revelación de espiritualidad.
Había muchos amigos por allí: Carmen Portolés y Lola, que trabajan en la política cultural de la comarca del Matarraña y dirigen el Museo Joan Cabré; Rosa Domenech y Jaime Gimeno, los carteros, él es un apasionado poeta y es cartero por auténtica vocación; Natalia, que es como mi hada madrina en Calaceite, mi embajadora sigilosa en la localidad; Natacha Seseña, la autora de “Las mujeres de Goya “ (Taurus), que es una enamorada de uno de mis libros preferidos: “Alexis o el tratado del inútil combate” de Marguerite Yourcenar, y tía de Natalie Seseña, una suerte de Gracita Morales, moderna y desinhibida;el narrador Guillermo Galván,que ha publicado en Algaida; el escritor, dramaturgo y realizador Emilio Ruiz Barrachina, que acaba de contar la historia contemporánea de Calaceite y los escritores del boom en un delicioso libro; Ana María Moix, que posaría gustosa ante la Casa Moix de sus antepasados, que se erigió en el siglo XVIII, y que aún hoy hablaba maravillas de “Poesía en el campus”; Francho Nagore, el estudioso del aragonés, y su encantadora y cariñosa mujer. También estaba Romà Vallès, pintor y gran amigo de Crespo; y Pilar Gómez Bedate, la compañera y viuda de Ángel, que sueña con que algún día Calaceite recupere su pasado esplendor y se convierta en un festín de la palabra, de la poesía, de los encuentros, y para ello donaría gustosa la casa y parte de la biblioteca que compartió con el autor de “Ocupación del fuego”. Más tarde, poco antes de la hora de comer, llegó Juan Bolea; anunció que está terminando una extensa novela sobre Martina del Santo, de nuevo, que aparecerá en Ediciones B en vísperas de la Feria del Libro.
Entre otros, también estaba el escritor Juan Cobo Wilkins, al que siempre he leído con gusto, tanto en su condición de poeta, como de novelista. Su primera, lírica, fascinante y cuidadosa novela, “El corazón de la tierra” (Plaza & Janés), que posee una espléndida portada, se va llevar al cine en una producción internacional y contará con Claudia Cardinale como actriz, con José Luis Gómez en otro papel, con el gran Vittorio Storaro como maestro fotógrafo (al parecer, dijo el fotógrafo de “Novecento”, “Goya en Burdeos” o “El último emperador” que “hacía años que no le atraía tanto un guión”), y con Michael Ryan en la producción, él ya hizo, entre otras cosas, “El paciente inglés”. El director será Antonio Cuadri, autor de “La Gran Vida” y “Eres mi héroe”, y narra unos hechos que sucedieron en la cuenca minera de Río Tinto en 1880. Juan Cobo, que fue becado hace algunos años por el Instituto de Estudios Turolenses, está entusiasmado y nos avanzó que el rodaje empezará en marzo de 2006 en Río Tinto.
Juan Cobo fue el fundador y director de la Fundación Juan Ramón Jiménez; mientras él la llevó desplegó un inmenso abanico de posibilidades, pero ahora está cerrada. Él estudió en el colegio de la Rápita, donde también estudió Juan Ramón, y allí recibió el primer y segundo premio de poesía de un concurso escolar, cuyo jurado presidía Ángel Crespo. Esta historia la acaba de redactar hace poco Juan Cobo Wilkins, y justo cuando la estaba haciendo lo llamaron de la comarca del Matarraña para que realizase una lectura y participase en un homenaje a Ángel Crespo. Juan Cobo Wilkins es un gran conocedor de Lorca, tanto que recita a la perfección los sonetos del “Amor oscuro”. Recitó varios:
Amor de mis entrañas, viva muerte,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.
El aire es inmortal. La piedra inerte
ni conoce la sombra ni la evita.
Corazón interior no necesita
la miel helada que la luna vierte.
Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,
tigre y paloma, sobre tu cintura
en duelo de mordiscos y azucenas.
Llena pues de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena
noche del alma para siempre oscura.
3 comentarios
A MAY -
Además, si andas por los subterráneos de La Campana de los Perdidos, tendrás al menos una soledad compartida. Y si pone rasgueo de guitarra en tu noche Ernesto Cossío, ese gran tipo, maestro del decir y de la música, seguro que estás más feliz que con un colibrí entre los dientes, como escribió Lorca.
Un gran abrazo. Espero tu foto y sé que tu perfil será tranquilo mientras avanzan ante tus ojos las bonitas mujeres. A.C.
A. C. Para los lectores -
Soy un completo inútil en esto y no me atrevo a molestar al gran Roberto Abizanda.
Mil disculpas.
Anónimo -