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Antón Castro

LOS PAISAJES PINTORESCOS DE PEPE CERDÁ, EN LA LUZÁN

LOS PAISAJES PINTORESCOS DE PEPE CERDÁ, EN LA LUZÁN

El pintor Pepe Cerdá se encerró en diciembre de 2005 y a principios de enero de 2006 a pintar: cuadros grandes, paisajes pintorescos, tierras íntimas y calladas que observa cada día desde Villamayor, panorámicas de las cosas del campo y de las afueras de la ciudad. Le ha salido una colección de quince o dieciséis piezas, "Puntos de vista", de gran formato, superior a los dos metros en alguna ocasión, cuyo tema central es la naturaleza, la estampa cotidiana que aquí ha sido revisitada y reinventada sin complejos, con un formidable dominio de la técnica, del guiño, de la capacidad de representación. La muestra se inaugura mañana en la CAI-Luzán y va a ser toda una conmoción, porque los cuadros crean una nuevo espacio, fundan de nuevo el territorio, son la pirueta, el artificio y la verdad de un artista que se atreve a pintar como se podía pintar en los años 20, en los años 50 o incluso en el siglo XIX, pero con todos los conocimientos y vivencias de un hombre del siglo XXI.

En la exposición hay un gusto absoluto por la pintura, por sus reflejos, por la luz formidable, por la capacidad de sugerencia, por la vida transmutada en óleo. Por la untuosidad de sus líquidos derramados y esparcidos a conciencia. Hay dos cuadros del Ebro: uno, con la perspectiva del Puente de Hierro; otro, con el Pilar a la izquierda, y una gran sensación de fuga y tránsito hacia el mar. Ambos están ejecutados con esos brochazos amplios y casi agresivos (más agresivos y tumultuosos desde cerca; puro remanso e intención desde lejos) que recuerdan el expresionismo abstracto norteamericano. Hay tres nocturnos fantásticos, que quizá sean las piezas más bellas y evocadoras de la serie: nocturnos que tienen un aroma impresionista con sus luces lejanas, apenas bosquejadas entre manchas negras o cárdenas, nocturnos que anuncian una existencia secreta, una impresión de calma y misterio, un espacio mágico bajo la sombra y las montañas a lo lejos; uno de esos nocturnos, es una vista de los tejados de Villamayor, matizado con levísimos destellos, como instantes concretos de claridad en el sueño y en la paz de los durmientes. 

Otro cuadro espléndido es el de un día de nieblas en Villamayor, convertido ya en reino de la luz y de la sombra por Pepe Cerdá, en solar de creación. Pepe Cerdá ha pintado una carretera blanca, muy blanca, con un coche como varado cuyas luces son dos manchas rojas. En la pieza, como en toda la puesta en escena del pintor, hay matices, detalles, una atmósfera específica, un halo de verdad, sentido de la composición, poesía cotidiana e inesperada que en ocasiones te hace pensar en Edward Hopper, aunque los maestros de Cerdá sean otros. También hay paisajes con las características carreteras del pintor, paisajes más o menos idílicos con árboles (Cerdá pinta con convicción y espontaneidad los árboles y su espesura: los adivina en la sombra y al contraluz), pinta otra carretera con gasolinera, en una obra semejante a la que empleó Miguel Mena en la portada de su libro “1863 pasos” (Xordica, 2005), pinta unas montañas que parecen los Mallos de Riglos, pinta un paisaje de pantano con una construcción extraña que hace recordar algunas obras de David Hockney.

Y una de las piezas más bellas y efectistas es un campo, cuyos surcos están encharcados. Cerdá construye un cuadro de grandes reflejos que invita a entrar en él y a recorrerlo hacia lontananza, en esa línea que huye y se expande hacia el infinito. Aquí Cerdá, con una leve inclinación al efectismo, ofrece una meditación acerca del lugar del espectador, de su posición ante el lienzo, y ofrece el virtuosismo de un pintor que se atreve a ser brillante, envolvente, luminoso, hasta decorativo si se quiere emplear ese término que vincula manierismo y hermosura. Todos los cuadros necesitan espacio para ser vistos, posibilidad de andar hacia delante y hacia atrás. La relación del público con los paisajes es algo muy especial, muy pensada; se enfrenta a la grandiosidad de los formatos y a la segura sobriedad de la ejecución, a la sabiduría del oficio con muchos recursos y a la sensación de que la vida de las cosas late ahí dentro, muy de veras. Hacía tiempo que no veíamos una exposición donde el espectador fuese tan determinante en la obra: sus pasos fuera del cuadro forman parte misma de esta aventura pictórica.

Y además, Pepe Cerdá, que es un pintor reflexivo y amigo de las teorías, de la provocación y la ironía, es el autor del catálogo, lleno de perlas verbales y visuales. Esta exposición dará bastante que hablar, aunque sólo en la charleta de café. Y el artista lo sabe.

*La exposición "Puntos de vista" de Pepe Cerdá se inaugura mañana en la CAI-Luzán (Avenida de la Independencia 10) a las 20 horas.  Esta es una acuarela del artista de su serie "Apuntes del natural" que presentó en el palacio de Montemuzo en 2004.

5 comentarios

Paloma -

Qué ganas de ver la exposición! sublime la descripción.
Ojalá dentro de poco los paisajes del valle de Aspe se unan a los de Villamayor.

Pepe Cerdá -

Me has dejado sin palabras...
!Y eso no es fácil!
Cuanto cariño, cuanta mirada sentida y con que ganas está escrito.
Muchas gracias Antón.
Que feliz me hace tener amigos como tú.

A. C. -

Gracias Madga. Un abrazo y bienvenida, de nuevo, a este lugar. Cúidate.

Cerdá te encantaría porque es un sabio, un gran contador de historias y un provocador constante.

Magda -

Las exposiciones de pintura me gustan tanto, que cada vez que voy la disfruto enormemente. Ojalá pudiera estar ahí mañana para disfrutar de esta obra que tan bellamente describes.

Ante una obra, sucede lo que García Ponce dice al respecto: "Uno no es más que el espectador pero, por serlo, desde la soledad de la contemplación, su experiencia es única. Lo que ha ocurrido ante esta exposición es personal y probablemente incomunicable. Sin embargo uno conoce esa experiencia; todo amante de la pintura la conoce: la imposibilidad de apartarse de ella".

Felicidades a su autor.

Un abrazo para ti.

A. -

Pepe Cerdá es el mejor.
Aunque no haya nacido en Villamayor.