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Antón Castro

NARANJAS SANGUINAS: ALGUNOS RECUERDOS

NARANJAS SANGUINAS: ALGUNOS RECUERDOS

[Naranjas sanguinas. El sábado pude comprar naranjas sanguinas en mi frutero de cabecera del Mercado Central. Hacía ocho o diez años que se las pedía. Naranjas borrachas que son pequeñas cantimploras de zumo. La ceremonia de ablandar la naranja, quitarle el tapón y succionar -como supongo que harán las abejas- el jugo recién ordeñado. Y además nos reímos mucho. Cuando les contaba a mis hijos historias de naranjas, me acordé de Antón Castro, del niño de Arteixo que esperaba que apareciera su padre entre as brétemas con un saco de naranjas sanguinas o borrachas mientras las ranas saltaban a su alrededor.] (Texto de Víctor Juan Borroy)

Víctor Juan Borroy, ese caballero de Villa Albina que ya ha transcrito casi mil páginas de las memorias de Félix Carrasquer, es un gran contador de historias. Y un poeta que no sabe que lo  es: “Naranjas borrachas que son pequeñas cantimploras de zumo”. Es una frase que hará feliz a ese coleccionista de frases peculiares que es Fernando Sanmartín. Ha terminado un libro sobre Paco Ponzán y Ramón Acín Aquilué, que anda dando vueltas en pos de un editor (con él ocurrirá igual que pasó con “Frío de vivir”: lo rechazaron algunos editores y luego fue un éxito para Zócalo, Emecé y Salamandra; es un libro escrito con pasión arrolladora) y ya ha terminado una segunda novela sobre un maestro, que es una idealización de varios maestros, entre ellos, deduje, Pedro Arnal Cavero. Por despiste y mi mala cabeza, sólo he leído un primer capítulo extraordinario; he dejado los otros en el fondo de archivo de “Heraldo”. El otro día recordaba una historia sobre mi padre cuando volvía de la emigración en Suiza: siempre traía caramelos de menta, naranjas sanguinas, su traje de pana y aparecía rodeado, en Castelo, lugar de Santa Mariña de Lañas, rodeado de ranas y sapos. Eso ocurría mucho antes de que el último Buendía apareciese envuelto en mariposas  que presagiaban su propia muerte y el fin de la estirpe.

Desde hace algunos años, tengo una cuñada, Isabel Gascón, que tiene un campo de naranjos en Orihuela, la de Miguel Hernández, y siempre que viene nos invade la casa de naranjas. Son mi fruta preferida. Por mi padre, porque luego mi madre, ya en Arteixo, las compraba por cajas, por mi cuñada y por el recuerdo de una juventud atribulada en Chilches, Carcaixent, Alcira, y unos cuantos lugares más donde fui a trabajar en la recogida de naranjas. Recuerdo que una noche, sin una perra en el bolsillo y sin nadie que quisiera darnos trabajo, al final montamos la tienda debajo de un inmenso alcornoque. Y cuando estábamos allí, a cobijo, imaginando las estrellas tras la copiosa fronda, se desató un espantoso vendaval, como el de hoy, pero además con una lluvia apocalíptica. Habíamos oído contar tantas veces que los rayos hendían los alcornoques y los árboles, donde descargan toda su ira eléctrica, que nos echamos monte a través en busca de un nuevo refugio. No sé que fue peor: la pulmonía o la posibilidad de morir carbonizados durante el sueño. Eso sí, de entre los naranjos y la tierra mojada irrumpía un olor dulzón que parecía el del fin del mundo. Aquella sensación es difícil que se me olvide.

Ahora voy a llamar a mi padre, Benito do Touciñeiro, con morada en Arteixo, a ver si se acuerda de algo de esto: no del diluvio universal, sino de su regreso a casa con caramelos, las ranas y los sapos, y las naranjas sanguinas.

Lo más probable es que diga lo mismo que me decía mi madre: “Neno, sigues a ser un mentireiro. Contas mentiras tan grandes como o mundo. ¿Medrarás algunha vez?”.

Cuando voy a Arteixo, visito o lugar de Os Laranxos (Loureda), donde mi amigo y compañero de la infancia, Waldo Felipez Freire, tiene un picadero de caballos. Yo monto en uno manso y alazán, se llama “Romero”, y avanzo, con mis hijos, hacia el mar por una fraga que huele a eucalipto y a misterio constante. La infancia allí se me vuelca de súbito con su arsenal de invenciones, en medio del gemido del viento. Más de una vez he pensado en aquellos inviernos cuando mi padre me traía naranjas sanguinas de Vevey, Berna, Zurich o Basilea…

 

*La imagen es caprichosa: es una foto que me ha remitido Javier Delgado de su noche de los premios Cálamo. He buscado caballos en el bosque, he buscado naranjas, y al final, no sé por qué razón, ha aparecido ésta. Un gallego  supersticioso que cree en las meigas se deja llevar por estos regates del azar. Ya lo sabéis: Javier Delgado en una de sus noches más felices, en la noche que fue premiado, habló de leyendas marinas y defendió la libertad de expresión.

 

8 comentarios

tucampodenaranjas -

Amigos aun no es la epoca de las naranjas sanguineas, cuando sean las podreis comprar en mi web, soy agricultor, y vendo naranjas por internet. 1,60€ / Kg

www.tucampodenaranjas.com

jAVIER -

Mándanos tu foto, hombre, siento curiosidad por saber cómo eres y qué guapo estás.

ac -

qué maior estás, chacho, qué maior!

A Javier -

Gracias por tu visita, Javier.Me encanta que te des una vuelta por los barrios periféricos del blog. Dejaré de escribir unos días por el cambio de casa. Necesitaría saber qué todo que hacer para tener un buen router para tres ordenadores. Un gran abrazo.

Javier -


¡Que bonito post Antoncico!

Historias de amigos, frases, libros, cariños y sanguinas.
Los míos, dices bien, sólo llevan ast*riscos, almo#adillas y algún redios.

J. ;)

A. C. -

No sé si esa Jose que aparece aquí es una de mis pintoras predilectas: Jose Herrera, una de esas mujeres encantadoras, un manojo de nervios, un torbellino de emociones.Si fuera ella, estupendo, y si no también porque el día que yo presentaba la edición de la "Poesía completa" de Manu Cáncer (Olifante; es uno de esos proyectos que he hecho con mucho cariño), apareció Jose Herrera, juraría que con su marido Jesús, con un cesto de mimbre lleno de naranjas que acababan de traerle de los campos de naranjos de Valencia. Las naranjas olías, sabían deliciosamente.Jose Herrera es así de sorprendente y encantadora. Recuerdo que una vez apareció con el ejemplar de uno de mis primeros libros, "Los pasajeros del estío" (Olifante, 1990), y lo había ilustrado por completo en las páginas que estaban en blanco. Es una de las cosas más bonitas que he recibido nunca.

Si esa Jose fuera la pintora Jose Herrera, desde aquí le envío un abrazo. Y si no también porque me había olvidado contar esta bonita historia con un fondo de naranjas.

Martín -

Hacía mucho tiempo que no veía naranjas sanguinas, y el otro día en mi frutería preferida de Madrid estaban expuestas como si fueran topacios. Se me llenó la boca de infancia.
Bravo por Javier D.

jose -

contagiada por la sanguinitis bajé a la frutería más cercana y pregunté si tenían.Ya hace tiempo que no vienen por aquí ,mucho...(oí vienen no traen´como si fueran las naranjas las que no quisieran venir).Tanto tiempo como desde mi infancia hasta hoy... Estaba buscando un poema chino sobre naranjas (de la China,claro)pero no encuentro ninguno ,hablan del vino,delbambú del té... así que dejo que alguien lo busque