AVANCE DE LA NOVELA DE CELIA DELGADO
2
1ª Torre
[…]
En cuanto vislumbramos las casas de la ciudad, yo me puse muy contenta, y eché a correr, seguida de los familiares gritos de Hilda. Pero cuando me fui acercando, me di cuenta de que lo que oía no era el bullicio propio de la Latipac, sino otro tipo de sonido, uno terrible, que me producía escalofríos por todo el cuerpo… el ramo cayó al suelo.
Hilda llegó por fin a mi lado muy sofocada. Temí que me riñera, pero en vez de eso, me agarro e intentó arrastrarme de nuevo al camino por el que habíamos venido.
A mí me venció más la curiosidad que el miedo, y, librándome de las manos de mi aya, me adentré en la antes alegre ciudad.
Conforme más me iba acercando al lugar del que procedía el sonido, una extraña sensación se apoderó de mí.
Me sentí más seria, más digna, más… mayor. Ésa sensación no podía ser buena. Así que concentré todas mis fuerzas para echarla de mi cuerpo. No oía ni los desesperados gritos de Hilda ni el sonido que antes me martirizaba tanto. Sólo estábamos yo y ésa extraña y molesta sensación…
Mis pasos retumbaban por las estrechas calles de la Latipac. No se veía ni un alma. Ya estaba llegando hacia el mercado, que era el lugar del que provenía el sonido que me atraía, y había perdido a mi aya de vista. Sentí miedo…
3
Poco a poco me fui acercando hacia el mercado y los gritos se iban oyendo más y más. Al final, llegué a la desembocadura de la calle en la plaza. Los gritos ya retumbaban en mis oídos. Cautelosamente, me asomé para averiguar qué estaba pasando y lo que vi me dejó atónita:
Los gritos procedían de una niña muy delgada, que estaba hecha un ovillo contra la pared, la cabeza tapada por los brazos.
No me di cuenta de qué era lo que la hacía gritar tan desesperadamente hasta que un rayo que anunciaba el comienzo de una tormenta lo iluminó.
(continuarará)
…………………
Una gran sombra negra daba vueltas alrededor de la niña una y otra vez, amenazadoramente. Era realmente aterradora.
Al verla, algo se despertó dentro de mí. Una sensación (otra) de poder y energía que nunca había experimentado. Ésta, junto a la sensación que había sentido anteriormente, me provocaron unas ganas irrefrenables de salir y enfrentarme contra esa sombra. Tales eran esas ganas que, sin pensármelo dos veces, me planté en el centro de la plaza.
La sombra se volvió bruscamente y la niña dejó de gritar…
-¡Déjala en paz!
La sombra emitió un sonido parecido al chocar de dos sartenes. Se estaba riendo. Dejó de girar alrededor de la niña y se acercó a mi. Pero yo no me dejé intimidar. Me quedé inmóvil y mirando al frente fijamente mientras ella daba vueltas lentamente a mi alrededor. Aún se reía. Pero ella no sabía de lo que yo era capaz en aquellos momentos. No, ella no lo sabía…
El odio y una repentina furia que me invadían eran más fuertes que el miedo que sentía hacia esa sombra que me amenazaba. Al fin y al cabo, yo era una princesa, se supone que debía ser valiente, y defender a mis súbditos de seres peligrosos aunque pusiera mi vida en ello, ¿no?
Así que apreté los puños y le miré a la… a lo que supongo que sería su cara.
Me horroricé.
Aquella sombra lo único que tenía eran unos ojos muy extraños y terroríficos. Eran blancos, pero tenían doce puntitos que los rodeaban, y dos palos, uno más largo que el otro, los cuales estaban ahora señalando a dos puntitos diferentes.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, y apreté más los puños, hasta hacerme daño. De repente, la sombra paró y miró hacia una calle. Yo miré también hacia allí, y vi a Hilda corriendo hacia aquí, y agitando los brazos.
Yo le grité que no se acercara, pero ella no hizo caso, y vino gritando mi nombre, los pelos revueltos por la carrera. Y se quedó parada al observar la escena. La sombra se acercó lentamente hacia ella.
Yo, de repente, me había quedado paralizada, y no podía ayudar a mi aya… sólo podía gritar.
La niña seguía sollozando, pero al menos no con tanta fuerza como antes. Su llanto se había aplacado un poco, pues la sombra había dejado de acosarla, pero aún miraba aterrada como se iba aproximando hacia Hilda, lenta pero inexorablemente.
Imágenes horribles me invadían, y eso hacía que esa energía que se estaba desatando dentro de mi creciera. Imágenes de Hilda gritando de dolor, mientras la sombra se cernía sobre ella…
Por su parte, mi aya verdadera también se había quedado totalmente rígida, mirando a aquel ser. Su piel iba perdiendo rápidamente su rosado color, y sus ojos, literalmente, se le salían de las órbitas.
Como en las imágenes que se me aparecían, la sombra se cernió sobre Hilda. Pero, al contrario que en estas la mujer no emitió sonido alguno. Se limitó a mover los labios rápidamente, pronunciando palabras que desde mi situación no pude oír.
Mi mente se nubló.
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(Hasta aquí, esta breve selección. Texto completo del comienzo de la novela en la dir: http://es.geocities/jsola17.com)
*Celia (Zaragoza, 1994) es hija de Javier Delgado y Ana Mastral. Le encantan nadar y patinar, los cómics Manga, también dibuja, los vestidos y los complementos; su bebida favorita es la coca cola. Todos los años participa en un concierto para celebrar el día de la música con un puñado de amigos. Es una niña rabiosamente feliz e inteligente.
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