"CON OJOS AJENOS: ARAGÓN"
Hace muy pocos meses, Ramón Acín Fanlo, coordinador del ciclo “Invitación a la lectura”, que celebra ahora sus primeros 20 años, anunció la publicación del libro “Con ojos ajenos. Aragón” (DGA), en el que distintos autores que habían participado en ese programa pionero en España iban a dar su visión de la Comunidad. El volumen, de 220 páginas, ya está en las librerías, y participan en él 23 autores: un premio Cervantes, varios premios Nadal y Planeta, varios Premios Nacionales de Literatura...
El presidente Marcelino Iglesias firma un prólogo donde recuerda que el proyecto es “un canto a la amistad”, y se apoya en una cita de Antonio Muñoz Molina: “Los textos entregados a Aragón por quienes participan en este libro son ‘un regalo de amistad o amor’ que enriquecen ‘a quien lo ha hecho’ al tiempo que ‘se vuelve un tesoro enaltecido por el agradecimiento de quien lo recibe”. El coordinador Ramón Acín realiza la introducción al volumen. “Estas ‘miradas’, porosas, varias y, por supuesto, variadas dotan de transparencia a un territorio y a quienes la habitan, a la par que posibilitan una mejor interpretación”, escribe.
Paisajes y viajes reiventados
En la nómina de autores se incluyen seis escritores aragoneses que residen lejos de Aragón, hecha la salvedad de José Antonio Labordeta, que vive en Zaragoza pero que trabaja en el Congreso de los Diputados.
Los autores, por lo regular, se han inclinado hacia lo autobiográfico. No todos: Jorge Reverte, por poner un ejemplo, elabora un retrato de Francisco de Goya en “El aragonés que inventó la pintura”. Luis Alberto de Cuenca narra sus viajes por Aragón, en concreto por Albarracín y Gúdar, a finales de los 60, y cuenta que vino a Zaragoza en 1986, cuando el Zaragoza acababa de ganarle la Copa del Rey al Barcelona. El joven Pardeza, lector entusiasta de su libro “La caja de plata”, le fue a pedir un autógrafo, y Cuenca otro a Pardeza para su hijo Álvaro.
Fernando Delgado glosa diversos viajes y un encuentro con la Virgen del Pilar. Jorge Edwards centra su texto en sus contactos con Calaceite a través de Mauricio Wacquez y José Donoso. Labordeta analiza su pasión por Zaragoza y algunas de sus paradojas. Joaquín Leguina recuerda su fascinación infantil por Ramón y Cajal, luego por Sender y Ali Bey, también por Miguel Fleta, y confiesa que huyó a Zaragoza en el “estado de excepción” de 1969; esa experiencia aparecería luego en su novela “El rescoldo”.
La guerra: un padre en Teruel
Julio Llamazares redacta un texto en tres tiempos y tres paisajes: Ainielle, La Ínsula Barataria y Teruel. Marías hace algo semejante: recuerda Barbastro, Tarazona y la presentación de “Cielo abajo” en Zaragoza. Mateo Díez vincula el territorio de Teruel al orbe leonés de sus ficciones y quimeras. Martín Garzo se desplaza a Huesca y evoca al profesor, anarquista, pintor y escultor fusilado Ramón Acín y a Andersen. Pisón glosa los mitos de Canfranc. Merino redacta un texto de conjunto que se apoya en Cajal, Bernardino Montañés y el castilo de Loarre. Moncada, ya finado, glosa un grabado del siglo XVI que le lleva, cómo no, a Mequinenza. Cees Nooteboom inicia su periplo en Jaca y Huesca. Puértolas recrea el núcleo de su niñez en Zaragoza.
Ignacio Ramonet es autor de un impresionante texto sobre su padre que combatió en la batalla de Teruel y otros frentes de Aragón. Rosa Regàs, entre otras cosas, viaja con Benet por Belchite y Fuendetodos. Carmen Riera revela que su marido estudió en Zaragoza, que era lector de HERALDO, y que su gran maestro fue José Manuel Blecua. Sampedro acude a Alhama de Aragón y recuerda sus años en Zaragoza. Lorenzo Silva se desplaza a Benasque. Tomeo, al Castillo de Montearagón. Luis del Val glosa algunos mitos en torno al Ebro y su ciudad, y Manuel Vicent recorre las tierras de Cabrera en el escarpado Maestrazgo de su juventud.
El presidente Marcelino Iglesias firma un prólogo donde recuerda que el proyecto es “un canto a la amistad”, y se apoya en una cita de Antonio Muñoz Molina: “Los textos entregados a Aragón por quienes participan en este libro son ‘un regalo de amistad o amor’ que enriquecen ‘a quien lo ha hecho’ al tiempo que ‘se vuelve un tesoro enaltecido por el agradecimiento de quien lo recibe”. El coordinador Ramón Acín realiza la introducción al volumen. “Estas ‘miradas’, porosas, varias y, por supuesto, variadas dotan de transparencia a un territorio y a quienes la habitan, a la par que posibilitan una mejor interpretación”, escribe.
Paisajes y viajes reiventados
En la nómina de autores se incluyen seis escritores aragoneses que residen lejos de Aragón, hecha la salvedad de José Antonio Labordeta, que vive en Zaragoza pero que trabaja en el Congreso de los Diputados.
Los autores, por lo regular, se han inclinado hacia lo autobiográfico. No todos: Jorge Reverte, por poner un ejemplo, elabora un retrato de Francisco de Goya en “El aragonés que inventó la pintura”. Luis Alberto de Cuenca narra sus viajes por Aragón, en concreto por Albarracín y Gúdar, a finales de los 60, y cuenta que vino a Zaragoza en 1986, cuando el Zaragoza acababa de ganarle la Copa del Rey al Barcelona. El joven Pardeza, lector entusiasta de su libro “La caja de plata”, le fue a pedir un autógrafo, y Cuenca otro a Pardeza para su hijo Álvaro.
Fernando Delgado glosa diversos viajes y un encuentro con la Virgen del Pilar. Jorge Edwards centra su texto en sus contactos con Calaceite a través de Mauricio Wacquez y José Donoso. Labordeta analiza su pasión por Zaragoza y algunas de sus paradojas. Joaquín Leguina recuerda su fascinación infantil por Ramón y Cajal, luego por Sender y Ali Bey, también por Miguel Fleta, y confiesa que huyó a Zaragoza en el “estado de excepción” de 1969; esa experiencia aparecería luego en su novela “El rescoldo”.
La guerra: un padre en Teruel
Julio Llamazares redacta un texto en tres tiempos y tres paisajes: Ainielle, La Ínsula Barataria y Teruel. Marías hace algo semejante: recuerda Barbastro, Tarazona y la presentación de “Cielo abajo” en Zaragoza. Mateo Díez vincula el territorio de Teruel al orbe leonés de sus ficciones y quimeras. Martín Garzo se desplaza a Huesca y evoca al profesor, anarquista, pintor y escultor fusilado Ramón Acín y a Andersen. Pisón glosa los mitos de Canfranc. Merino redacta un texto de conjunto que se apoya en Cajal, Bernardino Montañés y el castilo de Loarre. Moncada, ya finado, glosa un grabado del siglo XVI que le lleva, cómo no, a Mequinenza. Cees Nooteboom inicia su periplo en Jaca y Huesca. Puértolas recrea el núcleo de su niñez en Zaragoza.
Ignacio Ramonet es autor de un impresionante texto sobre su padre que combatió en la batalla de Teruel y otros frentes de Aragón. Rosa Regàs, entre otras cosas, viaja con Benet por Belchite y Fuendetodos. Carmen Riera revela que su marido estudió en Zaragoza, que era lector de HERALDO, y que su gran maestro fue José Manuel Blecua. Sampedro acude a Alhama de Aragón y recuerda sus años en Zaragoza. Lorenzo Silva se desplaza a Benasque. Tomeo, al Castillo de Montearagón. Luis del Val glosa algunos mitos en torno al Ebro y su ciudad, y Manuel Vicent recorre las tierras de Cabrera en el escarpado Maestrazgo de su juventud.
*Nocturno ideal en la plaza de Cantavieja (Teruel), uno de los motivos de inspiración de varios escritores, especialmente de Manuel Vicent.
4 comentarios
anonimo -
a. c. -
Teo -
Anonimo -
Si esta página fuera visitada por Marcelina Iglesias -que todo debiera hacerse- sus palabras introductorias ha sido acertadamente elegidas.