RETORNO AL MAESTRAZGO
He vuelto a Ejulve, Teruel. Casi un año después, ha sido un fin de semana de ensimismamiento y de recuperación de viejas nostalgias. La primera impresión la recibí de la factoría de juguetes de cartón y papel que ha hecho mi cuñada Isabel Gascón Brumós, veterinaria en la Orihuela de Miguel Hernández, para su sobrino Tristán: cuando vi tantos coches, camiones y carromatos de circo pensé: qué sofisticados son los franceses. Luego, supe que eran piezas que ella armaba cada mañana con cajas de cereales: el niño, de tres años y francés, empieza a hablar castellano y no hacía más que pedirle juguetes y más juguetes. Si a la tía había algo que le salía mal, el nene le decía lo mismo que él se dice a sí mismo cuando se le cae un vaso: “No pasa nada”. Isabel es una de esas mujeres que parecen valer por tres: cocina como nadie, construye casas, diseña muebles, organiza a seis familias completas si es preciso, y siempre está de buen genio con sus sobrinos. Encarna la imaginación, tamizada de terquedad: para ella nada es imposible. O casi nada.
Por la tarde, antes de realizar un paseo hacia las masías del Barranco, me senté con los periódicos y las revistas en el paseo de San Pedro, que se abre hacia unas impresionantes vistas de campos, regatos, fincas, huertos y montañas que trazan una línea de crestas bajo el cielo. Parece un paisaje evocador de la Escuela de Vallecas, barrido por un viento suave y caliente. Allá están los Santanales, la ermita de Santa Ana, las Umbrías, Valdepinar, más allá, entrevista, la cumbre de Majalinos. Posiblemente, en este lugar he vivido los instantes de mayor intimidad, de viaje interior, de expedición hacia la memoria, el mito, hacia uno mismo. Y el sábado también: el paisaje estaba precioso, casi envuelto en un espejismo. Y una sensación semejante, volví a percibirla ya de madrugada: a las dos de la mañana, con mis sobrinos Jose, Isabel y María, con mis hijos Diego y Jorge, nos asomamos a ese precipicio bajo un roble. Arriba, diseminadas en la oscuridad, temblaban las estrellas. Las conversaciones iban y venían, banales, en el hechizado aire del desvelo. Vivíamos una noche de cuento.
Por la tarde, con Jesús Salvador y sus hijos José Manuel y Fernando, y con mi cuñado José Luis por guías, fuimos a ver las masías que van a restaurar, y descendimos al valle donde van a construir el hotel ecológico. La ubicación me recordó el peligro de Biescas: está en el fondo del valle, en un lugar tan peligroso como sugerente. No tengo nada claro que ese espacio sea el idóneo para pasar allí fines de semana o saborear los agrestes olores del monte. Subimos finalmente, tras veinte minutos monte a través, al mirador de los Órganos de Montoro: abajo el mundo parecía de juguete, los campos, los mases, las casas, y las montañas se elevaban, peña a peña, como de un fondo marino hasta alcanzar un celaje neblinoso, cristalino. El Maestrazgo irrumpía con toda su energía indómita, con su carácter pétreo y feroz. A lo lejos, Mezquita de Montoro encendió sus luces de atardecida y tuve la sensación de que el mundo, abajo, despertaba sus diamantes para recibir a la noche que avanzaba entre los cerros. Jamás había estado en aquel paraje; sin embargo, lo conocía: Kim Castells lo había retratado, tal vez al alba, para el libro que hemos hecho los dos sobre el Maestrazgo.
El domingo estuve en Alcorisa. Iba con Jesús Salvador, un apasionado de la caza y de pequeñas aventuras domésticas alrededor del paisaje. Me encontré con Antonio Martínez Borraz, director del Instituto de Secundaria de Alcorisa y de la revista “Balcei”: hablamos del próximo ciclo de “Encuentros con la historia”, centrado este año en el carlismo, y de un alcorisano que fue el encargado de construir la escalera del campo de exterminio de Mauthausen; gracias a eso logró salvar muchas vidas de presos españoles y en concreto del Bajo Aragón. Después fuimos a Cuevas de Cañart, un pueblo impresionante, construido en la piedra, donde aún quedan restos del monasterio de los Servitas, que era increíble, y del de San Francisco. Es un lugar absolutamente mágico, representa el poder de la piedra, el diálogo tenso de los elementos con la roca y la naturaleza exuberante. Allí vive Juan Álvarez García, cazador de cabras, de jabalíes y otros animales, cantor de todos los palos del flamenco y conocido como “El Niño del Pueblo”. Juan es manchego, se enamoró de estos parajes y aquí vive: convenció al cura para que le dejase un huerto, donde cultiva tabillas (judías), tomates, calabazas y unas higueras espléndidas y sabrosas. Un gran chorro de agua de las montañas revierte en su finca. Abajo, canta el río, abajo la montaña se refleja en la piscina…
Por la tarde, volví a San Pedro y una mujer me contó historias de la Guerra Civil sin parar. De la Guerra Civil y de los maquis. Una de las historias más increíbles y duras afectó a un comerciante de Ejulve, José María Brumós Gascón, al que la contienda sorprendió en Teruel cuando iba a abastecerse en Casa Ferrán. Lo metieron en el Seminario, allí conoció a Ildefonso-Manuel Gil (que lo cita en su novela “Concierto al atardecer”), finalmente, cuando había pasado todo y había concluido el conflicto, volvió a Ejulve. Le había dejado sin nada, la aviación le había bombardeado la casa. Lo metieron de inmediato en la cárcel, como a su hermano Eusebio, y allí enloqueció. Acabó sus días en el manicomio de Teruel…
Se levantó un viento que peinó las fincas, los campos roturados, el horizonte tiznado de rosa y granate.
*Panorámica de los Órganos de Montoro.
6 comentarios
Enrique Covisa Náger -
Bueno lo dicho, un placer reencontarte, espero vengas pronto a Segovia a contarnos cosas, aunque sean cuentos........ de los tuyos. Un abrazo.
Enrique Covisa Náger
Rodolfo, el amigo cubano -
Te comento que me ha gustado mucho, has hecho una descripción sintetizada de esa vivencias por esas tierras y en compañía de una parte de tu familia y los "Salvadores".
Tengo deseos de hacer ese recorrido, está en los planes con Jesús, quizás se a la semana próxima. Pero volviendo a tu escrito ha sido maravilloso, uno lo siente como si hablaras directamente con el lector. Me ha gustado de verdad.
Un saludo para tu familia y para ti.
jsalvador -
Fernando -
Además a todos nos encanta tenerte por allí y disfrutar de tu compañía.
Un abrazo
De Antón -
Un abrazo y espero que pases buenos días por ahí arriba. Antón
José María Ariño -