Blogia
Antón Castro

SUEÑO Y SON DE SAN LORENZO EN CUBA

SUEÑO Y SON DE SAN LORENZO EN CUBA

  Una embajada cultural aragonesa partía hacia Cuba: actores, escritores, rapsodas, fotógrafos y cantantes con sus guitarras. Él integraba una compañía de teatro de Huesca que se vio obligada a llevar a Cuba un viejo baúl de cómico de la legua para representar una pieza de teatro dentro del teatro de José Luis Sanchis Sinisterra. Apareció cuando los nervios quebraban la moral del director del grupo: venía de blanco y verde, con el traje de fiesta y el sueño atrasado tras los imborrables siete días de agosto. Solucionó atropelladamente el pasaje, era el único de nosotros que no llevaba kilos de más de equipaje. A los dos minutos ya lo vimos en el suelo, en los bancos, sobre las mochilas, dormido, con una desordenada sonrisa de felicidad y abrazado a la resaca, como si la huella de tanta alegría apasionada se le hubiese estampado en el rostro. Luis de Góngora bien podría haber escrito para él aquello de “las venas con poca sangre, / los ojos con mucha noche”.  

Reparé en una cosa: se tumbaba por aquí y por allá, desgalichado como era, pero su traje no presentaba ni una sola arruga y ni una mancha. Creo que olía incluso demasiado bien: a noche de amor al suave relente tal vez, a verbena ininterrumpida de contoneos y besos. Dijo, transido de nostalgias: “Llevo muchas noches sin dormir. Huesca es un derroche”. Algunos pensamos de inmediato en el chupinazo, en la multitud, en un ilusorio olor a albahaca, en los danzantes, en las mairalesas (que siempre nos han parecido las perlas del caos incesante: esas damas, su garbo, y ese nombre: mairalesas), en las verbenas, los veladores, las tómbolas y el vino en torrente de las peñas. Todos pensamos en esa felicidad sin freno de San Lorenzo, en el jolgorio insomne, que con otros tonos y algo más de modestia nos hizo pensar algunas veces en San Fermín.  

Recuerdo que hace años tuve un amigo, un tal Chapulle, hijo de un empresario de máquinas agrícolas y estudiante hijo de Económicas o Derecho, que me dijo que la fiesta de San Lorenzo (fue Pío IX quien designó, en 1867, la fiesta del diácono a patrono de toda la diócesis) era como una celebración pagana donde se trasiegan el vino, la amistad y el amor como si fueron los días del fin del mundo. Él, que residía en un bajo sombrío y húmedo del Casco-Histórico de Zaragoza, donde se oían los trabajos y los días de las ratas, tenía muy claro que San Lorenzo era punto y aparte: el paraíso de la farra en una ciudad reducida donde todos eran primos, conocidos desde siempre o amigos entrañables. Como una gran familia con lazos insospechados. Hablaba de algunas danzas típicas como la “Danza de los palos” o la “Danza del degollau”, de aquel punto de la ciudad donde se arrojan periódicos a la comitiva municipal que pasa o de ese hábito refrescante de echar baldes de agua a los paisanos y paisanos que desfilan por el Coso. En el avión hacia La Habana me tocó junto al actor. Me senté junto a él y junto a un gallego al que conocía, sin saberlo, desde hacía 20 años. En aquel viaje a diez mil kilómetros de altura me ocurrieron muchas cosas, muchísimas pese a viajar en un avión (la más inesperada me la dijo aquel gallego de Betanzos, Luna: “estaba seguro de que tú ibas para figura del fútbol”), pero lo más bonito fue un sueño nítido y fascinante: me habían invitado a San Lorenzo y me había vestido de galán laurentino, en blanco y verde. Aunque no era “huesqueta de toda la vida” ni “basura fata”, como suelen decir en broma Luis Lles o Juanjo Javierre, sentía esa hermandad compulsiva y tribal que abraza a los oscenses en ese bullicio de identidad y jolgorio; disfrutaba como el que más con un vermú con gambas en las terrazas o en las atestadas tabernas. Iba de aquí para allá, en aquel bendito desorden, como un danzante improvisado por los efectos del alcohol. En esa película del sueño, no podía ser menos, me encontraba en los lugares más insospechados con los viejos amigos de la ciudad: Javier Brun, Carrera Blecua, Pepa Sánchez, Teresa Sas, Pilar Alcalde, Michel Zarzuela, Isidro Ferrer, José Domingo Dueñas, Fernando Herce, Guillermo Farina, José María Adé, Óscar Sipán, Pepe Escriche, María Jesús Buil, Víctor Pardo, Compairé, Carlos Castán, Damián Torrijos, Yolanda Liesa, Quique Torrijos, Jacques Valat, Fernando García Mongay, Jesús Arbués, Eugenio Monesma, Pablo Otín y tantos otros. Una semana de fiesta en Huesca da para casi todo. Y da incluso para el romanticismo: entre las sombras de mi sueño atisbaba a una mujer que era como una aparición y se ofrecía a enseñarte a correr delante de las vaquillas.         

El actor, al llegar a Cienfuegos, se compró otras ropas: camisetas, pantalones, y una caja de puros hechos a mano por un anciano que parecía el hermano gemelo de Compay Segundo. Intenté trabar amistad con él: le tomé fotos, elogié su actuación, nos emborrachamos de ron blanco. Entonces me pareció el momento apropiado para pedirle que me vendiese el traje. Cuelga en mi ropero por si vuelvo otra vez a San Lorenzo...

 

6 comentarios

anonimo -

qe caca de pajina

Jomve -

Perdona que te 'asalte' de esta forma en tu blog, que suelo leer con regularidad, pero traté de hablar contigo en el periódico para pedirte una información de contacto y me dijeron que estabas ausente por unas semanas. ¿Es posible enviarte mi petición como respuesta a un correo electrónico que envíes a mis señas que figuran en los datos de este mensaje?

Si prefieres no difundir tus señas volveré a llamar al periódico en un par de semanas. En cualquier caso, comprendo que elimines este comentario
Saludos

Anton -

Querido Adolfo: Tienes razón. La ignorancia es muy atrevida; pero, qué sería de un gallego si no tendiese a la desmesura.

Espero que estés muy bien. Me gustó mucho tu participación en "Vislumbre". Un abrazo. Cúidate y gracias por la visita.

Adolfo Ayuso -

Huesca, ciudad abierta. Yo también tengo un traje blanco con pañuelo verde. Pero está guardado, intangible, en el armario de una fotografía hecha en el Coso Bajo en 1958. Mi casa estaba allí, en esa ciudad dura que no tuvo que hacer el esfuerzo de inventar las fiestas populares tras el franquismo. Estaban ya inventadas. En San Lorenzo he comido costillas de ternasco con una familia que no conocía de nada. Vente a comer, dijeron. A Huesca le sale el alma por San Lorenzo, en qué buen tiempo has venido. Por eso llevo años reclamando mi nacimiento en ella.
Recuerdo al actor tirado en el suelo de Barajas. Y es cierto, estaba muy limpio para venir del tiempo de las uvas y el melocotón con vino.
Muy bueno el artículo, porque coge a la fiesta de refilón. Y a los oscenses, de frente. Pero querido Antón, vigila la grandeza de tus vuelos. Repasa el artículo y piensa que a diez mil kilómetros de altura sólo vuela el transbordador espacial. Quizá a esa altura vuele ahora Nancy Morejón, la poetisa de La Habana, que dentro de una semana o dos va a leer sus versos en Taipei. Igual el año que viene le invito a las Fiestas de San Lorenzo. Y lo que sobre para el bolsillo

Luisa -

He leído tu historia, Antón, tan evocadora.. como bien dice Fernando. Me ha encantado, pero no puedo dejar de pensar en que ayer falleció la madre de mi amigo Chema Lera, y en el terrible contraste entre la alegría de la ciudad y la tristeza de la familia de Chema, a quien siempre he visto vivir los San Lorenzo de forma especial.

FERNANDO -

MUY EVOCADORA LA HISTORIA...
Y HAY QUE DECIR QUE ENCIMA SE LEE ESTUPENDAMENTE CON ESTA BONDADOSA LETRA. GRACIAS POR ALEGRARME LA MAÑANA.UN SALUDO