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Antón Castro

EL HUMOR DE ALBERTO CALVO, EL ALTER EGO DE SUPERMAÑO

EL HUMOR DE ALBERTO CALVO, EL ALTER EGO DE SUPERMAÑO

  Alberto Calvo es un turbión de intuiciones. Abre la boca, lleve o no bajo el brazo la recopilación “Pa qué tanto” de su alter ego Supermaño, y dice: “¿Habrá agua caliente en Orense?”. Y así establece el clima del diálogo y dibuja el perfil de su humor. “¿Sabe una cosa? La primera vez que apareció Supermaño fue en el ‘Diario Vasco’ hacia 1985, en un suplemento de fanzines, Cuando iba a aparecer la segunda entrega, me dijeron: ‘Tú eres maño y tenemos que sacar a los humoristas de aquí’. Supermaño surgió por casualidad: al principio era un personaje íntimo, sólo para mí, pero en cuanto empezó a conocerse un poco era el que llamaba la atención. Y como a la fuerza ahorcan, tuve que darle más vida”.


Explica Alberto Calvo que él nació en la Jota, que iba a la escuela de la Jota, que paseaba por calles con nombres de joteros, y que además “como las jotas eran tan aburridas para una persona joven, mi hermana y yo subíamos y bajábamos el volumen del tocadiscos, acelerábamos las revoluciones y gritábamos ‘oé, oé’, y así nació este personaje satírico y satirizable, que acabaría pasando al Víbora. Yo intento ser satírico hasta donde me alcanza la imaginación, me meto con todo y si es un poco sagrado, mejor. Recuerdo que cuando empecé a colaborar en ‘El Jueves’ me dijeron: ‘Con la religión no te metas’. Sin embargo, uno de mis primeros éxitos fue aquel de un pescador que está pescando en el Ebro, y de golpe se produce una aparición con sonidos y luces. El pescador dice: ‘Aparta bicho que me espantas a los peces”. De repente, se da cuenta de la música de fondo, bastante insoportable, y dice: “Con esta música me ocurre como con aquella que pusieron en el metro de Barcelona, acompañada además de cierto olor a rosas. Al final, nadie quería coger el metro porque las rosas y la música invitaban al suicidio. Pues aquí, igual. Siempre me he preguntado por qué le gustaba Wagner a Luis Buñuel. Pues porque es una música patética y ahí reside el secreto del humor”.


         A pesar de su carácter satírico, Alberto Calvo matiza: “Yo me meto con las actitudes, nunca con las personas. Lo que es exagerado es caricatura en sí misma, pones algo fuera de contexto y si hace reír, eso es el humor. Pero yo tengo claro que la crítica empieza por la autocrítica. ¿De qué te puedes reír? De la falta de sustancia general, pero sobre todo mis viñetas son parodias de mí mismo. Yo cuento cosas que me pasan a mí: reírme de mí mismo es la base de mi humor; reírse de los demás, no es humor, es mala fe. Me agarro a los tópicos para destruirlos. Un ejemplo: aquello del ‘Chufla, chufla’ y el progreso. Y también me agarro a la mitología porque explica muy bien los tópicos. El humor es una reducción constante al absurdo”. 


         Alberto Calvo es un creador extraño. Lo mismo escucha a Philip Glass o Kurt Weill, que pasea bajo el brazo el libro “Aragón en el mundo”, textos sobre la perversión del lenguaje, o cita de memoria un cuento de Kafka. “Mi humor, lleno de surrealismo aragonés, se inspira en lo universal, y lo universal está en lo cotidiano, por eso me importan las vivencias. La experiencia es como echar carbón al tren de las ideas y del ingenio. La forma de expresarse es muy importante, somos palabras, silencios y miradas. Pienso en los chimpancés, que tienen mirada de hombres. Es como si nos dijesen: ‘Sacadme de aquí. ¿Quién me ha metido en este cuerpo?’. Yo valoro las cosas sencillas, como puede ser el diálogo interior”. Sostiene Calvo que la filosofía del aragonés es la de los pies en la tierra, lejos de fantasía. Aquí se teme a la lluvia, al pedrisco, a las pozas del río, pero “no somos los aragoneses fantasiosos. Y ahí estoy yo también, aunque no sé si lo he sabido hacer muy bien. Mi destino es casi patético: he hecho muchas cosas, incluso cursos de soldadura. Voy a empresas de trabajo temporal a ver si me cogen, y tampoco. Supongo que me habré equivocado en esa filosofía de los pies en la tierra. Y le digo otra cosa de mi sentido del humor: la humildad es el punto de vista desde el cual hay que colocarse, y no siempre es fácil saber hacerlo”.


         Alberto hojea las páginas de “Pa qué tanto (El libro)”  de Supermaño!, prologado por Guillermo Fatás, y dice: “Hay que apoyar a esta editorial Tomo Shibi, y recordarles a nuestros gobernantes que en este proyecto hay política y cultura, y también otra cosa llamada empresa. Vivimos la vida del cursillo y del tiempo, y hay que comer, hay que comer. Yo no soy un snob: me inspiro en mis propias limitaciones. Hago mis dibujos con economía, sentido de la síntesis y con el deseo de que sean agradables a la vista”. Antes de despedirse, dice que a veces tiene la sensación de ser de otro sitio, de haber caído aquí y de haber olvidado el código. Y ya en la calle, imita el gallego, como hizo durante años con Faemino, y pregunta: “¿Está seguro de que en Orense hay agua caliente?”. Alberto Calvo, Supermaño!, genio y figura.

3 comentarios

A.C. -

MARIMAR LA LADILLA ES DE ERRAZU. QUÉ TAL FEIM?

A.C. -

Gracias Supersergio Cide.
Ya queda aquí la información para interesados y curiosos:
-Los Héroes del ruido
-Pepe Persona
-Marimar la ladilla.

Un abrazo y gracias por tu visita y tu erudición permanente. Vivan los grandes ingenieros de Aragón, los grandes humanistas de la ciencia. Cúidate.

Cide -

Conservo en casa con mucho cariño los fascículos maravillosos de Supermaño que compraba con unos 15 años. Todo un descubrimiento el personaje del "Supermaño, noble y bruto". Aunque tiene un montón de personajes interesantes como "Los héroes del ruido" "Pepe persona" o "Marimar la ladilla". Hacen falta más humoristas irreverentes menos cantantes de Operación Truño. ¡Viva Calvo!