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Antón Castro

EN EL COCHE CON JANIS JOPLIN

EN EL COCHE CON JANIS JOPLIN

Paso algunas de mis mejores horas en el coche, oyendo voces. Hace pocos días, apenas una semana me fui a Ejulve  por donde voy ahora siempre: por Belchite. Logré salir antes de las diez porque me había enterado de que Juan Cruz, ese milagro maravilloso de la ubicuidad, entrevistaba a Julio Llamazares. Supe entonces que iba a estar una hora completamente desvelado. Llamazares habló de la memoria, de Vegamián, de su padre maestro, de la inundación de su pueblo, de la materia que constituía su literatura, e incluso me pareció oírle algo así como que estaba hasta las narices de esos agoreros novelistas que se pasan la vida diciendo que la novela ha muerto quizá porque no se atreven a decir que quienes han muerto son ellos.  

Paso algunas de mis mejores horas en el coche oyendo música. La que sea: desde Alejandro Fernández a Hermosilla, desde Coti a Julieta Venegas, que es mi favorita junto a Luz, desde Antonio Orozco a Amaral, que es mi favorita absoluta casi siempre. Pero también siento una gran debilidad por Janis Joplin: cuando me trasladé a la calle Toledo 20, poco después de casarme un 5 de noviembre de 1980 con 21 recién cumplidos, una de las primeras cosas que hice fue comprarme en Gay dos cintas: una de grandes éxitos de Janis Joplin y “Pearl”. La escuchaba a todas horas en un modestísimo casete que era la alegría de la casa, junto a una máquina de escribir Olivetti, de cara gigante. Siempre me fascinó esa mujer de voz desgajada y rota, de excesivas noches, de amores contingentes. Tuve entonces un amigo que me contaba siempre una anécdota de Janis (por cierto, en aquel año de 1980 el cantante gallego Bibiano Morón cantó en el Jardín de Invierno una canción dedicada a Janis; me pareció tan mala que no pude ni llorar): en un concierto, excitada como estaba, se pudo a orinar hacia el público. Fue un espectáculo fascinante de lluvia dorada: nadie rechistó. Siempre me pareció una prometedora leyenda urbana. 

Paso algunas de mis horas más bellas oyendo programas de radio. Estos días me gusta mucho Celia Maldonado, por su risa, por la iconoclastia de sus invitados, por la originalidad de sus temas, por esa voz cada vez más cuajada y con mayor personalidad. Ayer tuvo como invitados en “La Ventana” de la Ser a Santiago Roncagliolo y Fernando Iwasaki. Diego A. Manrique, hermosa voz de radio también, elogió el último disco de Bob Dylan (por cierto, hoy lo descuartiza Matías Uribe en “Heraldo”) y calificó al maestro judío Zimmerman como uno de los grandes poetas del siglo XX. Roncagliolo dijo: “Detesto con toda mi alma a ese tipo”. Iwasaki añadió que le resultaba indiferente. Manrique agregó que tenía mucho mérito tener tanto éxito a pesar de una voz tan mala. Cambié de emisora y allí estaba, de nuevo, Janis Joplin. Me pareció un bello y circular prodigio del dial.  

[Esta nota redactada a las 1.30 de la madrugada ha tenido una banda sonora especial: el disco “Las jugadas imposibles” de Tachenko].

5 comentarios

emilio torres -

sera verdad lo de la lluvia dorada? o solo un cuento de tantos. grande janis¡¡¡¡¡¡

Luisa -

Recuerdo haber comprado la cinta de "Pearl" en aquella tienda de discos del Tubo, que ahora no recuerdo cómo se llamaba -mi memoria a veces es desmemoria-. Bajé al centro desde mi barrio expresamente y regresé a casa inmediatamente. Yo tenía un casette en mono, con un sólo altavoz que le había incorporado para poder oir la música un poco mejor. Era una luminosa tarde de verano y lloré de emoción con Janis, mientras veía al fondo el alto barrio de La Paz. Siempre será Janis. Summertime.

LAMIMA -

Janis es inigualable. Hay vida en todo lo que canta; de la buena y de la mala.

pash -

Oí hace muchos años la misma historia de la lluvia dorada esta vez a cargo de Patty Smith, cuando cantaba su glorioso GLORIA en no se qué escenario de no sé dónde.

Cide -

Fantástica Janis.

Freedom is just another word for nothing left to lose.

Oh lord, won't you buy me a Mercedes Benz?