LA VIDA, LA POESÍA Y EL MISTERIO DE CARLOS BAYLÍN*
Zaragoza, en los años 20 y 30, fue cuna de un puñado de importantes vanguardistas. En ese núcleo de modernos estaban, entre otros, los artistas González Bernal, Alberto Duce, Federico Comps y Alfonso Buñuel, el cineasta Luis Buñuel, los arquitectos Regino y José Borobio y Fernando García Mercadal, el galerista y escritor Tomás Seral y Casas, escritores como Raimundo Gaspar, Ildefonso-Manuel Gil, Maruja Falena o Gil Comín Gargallo, enamorado de una pionera de la liberación sexual de la mujer como Amparo Poch. Y en un grupo distinto también se movía un joven odontólogo (se licenciaría médico en 1936), poeta y periodista en diversos medios, llamado Carlos Eugenio Baylín Solanas, que había nacido en la ciudad en noviembre de 1913.
Baylín era todo un personaje: había estudiado en los escolapios, en el Instituto de Enseñanza Media y un curso en los escolapios de Alcañiz, y arrastraba fama de hombre culto. Entre los detalles legendarios que adornan su biografía está el hecho de haber respondido a un examen de Histología en verso o el de haber pronunciado, con 19 años, una conferencia en la iglesia de San Pablo con el título de “Divagaciones académicas”. Desde muy pronto se carteó con el filósofo Eugenio D’Ors y se reunía con un colectivo de amigos más conservadores, de militancia católica en su mayor parte: entre ellos figuraban José María Castro y Calvo, Luis Monreal o el sacerdote y filósofo Manuel Mindán, uno de sus grandes amigos, que le dedicaría muchos años después magníficas páginas de evocación en sus memorias.
Al amparo de Baylín, durante algún tiempo, se congregaban estos amigos y otros en su domicilio de la calle Alfonso, en la denominada Cofradía de la Pipa. Todos estos datos y muchos más aparecen en los estudios de la recopilación de sus versos en edición facsímil, en un precioso estuche, a cargo de los expertos Juan Manuel Bonet y Luis Ballabriga Pina. El conjunto, “Poemas 1936-1939”, editado en la colección Larumbe, patrocinada por la Universidad de Zaragoza, el Gobierno de Aragón y el Instituto de Estudios Altoaragoneses.
Un santuario de amigos y pipas
Juan Manuel Bonet, autor de un imprescindible “Diccionario de las vanguardias en España: 1907-1936” (se excusa el autor por haber dejado fuera a Baylín) y ex director del Centro Reina Sofía, analiza los ecos del narrador y poeta. El joven escritor -muerto en 1940 “a consecuencia de enfermedad contraída en el frente”, según escribió HERALDO aludiendo a su nefritis-, fue recordado por vez primera por el crítico Benítez Claros en 1943, antologado en 1946 por César González-Ruano en su voluminoso libro “Antología de poetas españoles contemporáneos en lengua castellana” y vindicado, entre otros, por José Enrique Serrano en varios lugares, entre ellos el libro “Estrategias de vanguardia” (IFC). Ruano define a Baylín como “un tipo curioso, uno de esos ‘raros’ que no se olvidan después que han sido olvidados”, y se centra en su despacho, que haría correr luego riachuelos de tinta. “Lo que más le caracterizó fue su estudio, un cuartito pequeño en la típica y zaragozana calle de Alfonso, donde las paredes estaban materialmente tapizadas de dibujos, de letreros y de firmas”, anotó Ruano. Manuel Mindán, que lo consideraba “el alma” de su grupo, describió más por extenso el famoso estudio con su colección de pipas y “un mapa amatorio de Europa”, porque en él figuraban no los países o ciudades sino los amantes reales y de ficción: Abelardo y Eloísa, Romeo y Julieta, los Amantes de Teruel, y “entre La Rioja y Zaragoza, en letras muy visibles: ‘Tú y yo”. Aludía Baylín a una novia de Logroño; al romper con ella le envió por tren una pesadísima lápida con un texto fúnebre en latín.
Baylín compaginaba la odontología, era ayudante de su padre, con el periodismo -especialmente en “El Noticiero”: usaba muchos seudónimos como Personne, Testes o Coriolano; con el nombre de El Agente X hizo la crónica sobre “El misterio de la Casa del Duende”- y con la literatura. De 1936 a 1939 compuso cuatro “plaquettes” de poesía, que él mismo se financiaba en pulcras ediciones, y en el último año de su existencia redactó tres novelas policiacas en la revista “Letras”. Católico y conservador nada ultramontano, se afilió a Falange (dicen que fue detenido unos meses antes de julio del 36), y fue médico y corresponsal de guerra, en San Sebastián, al principio, y en Balaguer al final. Era un gran deportista, en tenis, hockey, ajedrez y tenis, poseía una magnífica biblioteca, dominaba idiomas “extraños” como el copto, el árabe o el japonés, y fue considerado por algunos críticos, con cierta desmesura, como “el mejor poeta de la nueva era”.
INSPIRACIÓN Y ESTILO: "POEMAS" *
“Poemas”. Así se titula el estuche de gran formato que incluye el estudio introductorio de Juan Manuel Bonet, que realiza una brillante labor de contexto y análisis de su producción poética y narrativa, y de Luis Ballabriga. Este analiza diversos aspectos de su biografía y exhuma los artículos y opiniones que le dedicaron Ruano, Benítez Claros, Castro y Calvo, M. Mindán, Eugenio Frutos o Serrano Asenjo. Además desmenuza su actividad periodística y dedica un capítulo a su completísima biblioteca.
Cuatro poemas. “Plaquette” aparecida en 1936 de la que se tiraron 16 ejemplares. Poesía de textura arcaizante en ocasiones, religiosa, pero también amorosa con un homenaje náutico a Julio Castro, más famoso como Julio Alejandro, guionista de Buñuel. Llanto de ausencia. Seis poemas que aparecieron en 1937, en una tirada de 150 ejemplares. Paisajes, amores imposibles, diálogos del poeta consigo mismo...
Retorno a la tierra. Un libro complejo del que se editaron 140 ejemplares en 1938. Bonet lo define como el más duro, el más unitario, el más desolado, casi siniestro, que ofrece una atmósfera que huele “a destrucción y a ruina”. El primer poema, “Pigmalión”, dice:“Hombre de ojos y cabellos / Tan negros como la muerte. /Loco por ausencia de desorden...”
Fuego interior Siete sonetos de amor, centrado en los atributos físicos y espirituales de la amada: ojos, manos, el cabello, el silencio, la voz. Aparecieron en 1939 en un volumen minúsculo, en dieciseisavo, por eso el estuche ofrece una lupa, aunque está reproducido a tamaño legible en la introducción. Bonet, a diferencia de Serrano Asenjo (que prefería “Retorno a la tierra”), dice que esta es “la más depurada de sus entregas poéticas”.
*Baylín era un gran apasionado del cine negro.Por eso colocamos aquí esta instantánea de Lauren Bacall y Humphrey Bogart.
5 comentarios
una personita -
además que son unas imágenes que se acercan mucho a lo porno son un montón
es un asco
poné una foto tuya si sos tan macho eh
espero....
y no demasiado
firma:
una personita
Pepe Cerdá -
¿Hay algo más de bibliografía que nos puedas facilitar sobre el personaje?.
En concreto, ¿hay alguien que haya escrito sobre su vida?
Muchas gracias.
Pepe
Fernando Sarria -
ENRIQUE -
Antonio -
www.losojosdelrio.blogspot.com