MIGUEL MENA, HIJO ADOPTIVO DE ZARAGOZA / Y 2*
[Hace un año, Miguel Mena publicaba uno de sus libros más emocionantes.Conversamos entonces y publiqué en "Heraldo" esta entrevista. La traigo aquí de nuevo porque ayuda a comprender el perfil del escritor y locutor del programa "Aragón". El ingeniero y lector Sergio Cide entró ayer en el blog y dejó esta perla:"Esta decisión del ayuntamiento no hace más que oficializar la manera en la que sentimos a Miguel Mena. Miguel es tan Zaragozano como los adoquines, las frutas de Aragón o los mantos de la Virgen". Por cierto, en esta entrevista hay una frase que dice: "Zaragoza me hizo".]
MIGUEL MENA: "ZARAGOZA ME HIZO"
-¿Qué es “1863 pasos” (Xordica, 2005)?
-Es un libro de viajes por lo físico y lo emocional, por un ámbito geográfico muy concreto de la memoria y de las emociones. Más de las emociones que de la memoria. Antes sólo quería divertir, entretener, ahora también pretendo emocionar.
-Concretemos algo más…
-“1863 pasos” está formado por tres relatos que son como tres homenajes y tres declaraciones de amor. El primero, “Vía muerta”, es una declaración de amor a la generación de nuestros padres, que están entre los 70 y los 80 años, una de las generaciones de la posguerra que ha vivido una España dura, gris y triste. El segundo, “Un dios que ya no ampara”, es una declaración de amor a mi hijo Daniel, discapacitado. Y el tercero, “1863 pasos”, como el título, es una declaración de amor a Zaragoza. Yo puedo decir aquello de “Zaragoza me hizo”.
-Vayamos con “La vía muerta”: un viaje desde la estación de Utrillas hasta la propia localidad minera. Hay historias conmovedoras…
-Es un reportaje, que es el género que me gusta en la radio, en la prensa e incluso en la literatura. Me fascina la pluralidad de voces, la diversidad de puntos de vista. Y aquí cuento historias que me han ido contando y que a veces son conmovedoras: pienso en la historia del maquinista Garcés, que no puede detener el tren en una bajada y se estrella y se muere con su máquina. O en la de aquel maquinista que no se ha enterado de que una muchacha se ha arrojado bajo las ruedas del tren y se ha muerto…
-Igual de estremecedor, o posiblemente más porque le afecta a usted mismo, es la segunda pieza: mientras viaja hacia el Moncayo usted hace una revelación humanísima pero terrible…
-Camino del Moncayo, el viajero, que soy yo, va narrando su propio estupor o incomprensión ante lo que le sucede a su hijo. Parece como si quisiera negarse a entender, a aceptar lo que le está ocurriendo: va descubriendo día a día que su hijo no podrá hablar y que padece el síndrome de Angelman o “de los niños felices”.
-Su viaje físico avanza y, como en otro plano, en una sucesión de revelaciones espeluznantes y cortas, describe la enfermedad de su hijo Daniel y dice en un momento que “es preferible verlo muerto”.
-Sí, pero esa idea se pasa, asumes cosas, las ves de otra manera y descubro en mi hijo Daniel a una criatura que ni me había imaginado que pudiera ser. Esta es una historia que me producía mucho pudor; la conté en una revista como “Rolde”, y recibía tantas muestras de entusiasmo y solidaridad, de cariño, que me animé a publicar. Yo no había barajado hasta entonces el terreno de los sentimientos, pero he contado las cosas hasta donde he querido: siempre hay parcelas de mi vida y de mis sentimientos –sentimientos, frustraciones, tragedias y tristezas- que no compartiré con nadie.
-Hablemos del texto largo que da título al conjunto.
-Nace del intento de convertir la rutina diaria en una especie de viaje en el tiempo. Para mucha gente ir al trabajo cada día es una pequeña desgracia y para mí no. Le encuentro un enorme placer. Tengo la inmensa suerte de cruzar hasta cuatro veces al día el río Ebro y siempre me produce alguna emoción.
-Explíquenos un poco más eso.
-Sí,es verdad. En esos 300 metros, más o menos, del puente hallo sensaciones nuevas y en ese lapso cuento muchas historias vinculadas con Los Sitios, con el pozo de San Lázaro y esa famosa foto de Luis Mompel de la gente saliendo del autobús, de Santo Dominguito de Val, de los Reyes Magos. Me emociona mucho El Ebro porque aunque soy de tierra adentro y el mar me parece un inmenso desierto azul, un lugar demasiado complicado, tengo una querencia especial por las montañas y los ríos. Miro y puedo ver el Moncayo, que parece colgado del cielo detrás de la Almozara, miro y veo los piragüistas, los remeros, una puesta de sol excepcional. Siempre hallas estampas impresionantes y a la vez muy relajantes.
-Otro de los capítulos más extensos se lo dedica al Gran Hotel.
-Está a poco más de 20 metros de mi trabajo en Radio Zaragoza, donde trabajo en el programa “Estudio de Guardia” con Juanjo Hernández y Mónica Farré, emisión que cumple ahora 30 años, y en “La fonoteca”. Llevo en la radio 22 años y prácticamente ahí sólo he visto futbolistas. Pedí un día el libro de firmas y encontré muchas cosas.
-¿Por ejemplo?
-Yo soy muy fetichista de las firmas, y ahí encontré las de Bob Dylan, Walt Disney, George Sanders, Hemingway, Maurice Chevalier, y todo eso me impresionó. Además, yo soy un gran amante de los periódicos antiguos y el Gran Hotel es casi como un periódico del siglo XX.
-La firma que no pudo encontrar fue la de Uma Thurman.
-Es cierto, pero cuento algo que me contó Félix Zapatero. Ella tenía 17 años cuando rodó aquí “Las aventuras del barón de Münchaussen” y Zapatero la acompañó a comprarse unas botas camperas. Me imagino que bien pudiera haberme cruzado con ella alguna mañana, en mis paseos. ¿No le parece que habría sido muy bonito haberla visto camino de la radio, que para mí es como la continuación del ruido de la calle?
-Desde luego. Está a punto de publicar una novela.
-Se titulará “Días sin tregua” [Esa novela ya ha aparecido en el sello D]estino y cuenta una historia de intriga en la España posterior al 23-F, en 1981, en torno al secuestro de Quini.
*Hace un año, Miguel Mena publicaba su libro "1863 pasos" (Xordica), que ya ha llegado a su tercera edición. Es un libro conmovedor y gira en torno al viaje exterior, en el centro del paisaje, y al viaje interior, matizado por el dolor y la melancolía. La foto es de Cristina Grande.
3 comentarios
Rafa -
ENRIQUE -
Chema -
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