LA LUNA DE AMOR Y MUERTE DE TESS GALLAGHER
Raymond Carver (1939-1988) murió demasiado joven. Ya se había convertido en el “Chéjov americano” por la magnífica y turbadora calidad de sus cuentos, piezas sobre lo cotidiano y sus ángulos inesperados, piezas que parecían mostrar lo menos aseado de la realidad y los sentimientos con una detonación oculta. Era tan importante, tan desgarrador, lo que no se decía como lo que se contaba. De repente, emergían de sus páginas palabras que no habían sido escritas, la conmoción de la historia oculta. Pero Raymond Carver no sólo era cuentista, probablemente uno de los más contundentes del siglo XX, sino que escribía poesía: redactó hasta cuatro libros de poemas que Bartleby ha recogido en un único tomo: “Todos nosotros”, con traducción y prólogo de Jaime Priede. Se trata de un conjunto de una rara intensidad, que huye de la afectación para contar lo íntimo, para abordar las pequeñas y grandes cosas que la vida con una inusual sinceridad. Carver igual explica la difícil relación con sus hijos o con un amor, que viaja a su infancia y evoca a sus padres, que describía una jornada de pesca o pintaba con palabras exactas como dardos los paisajes. A muchos de estos poemas asoma Tess Gallagher, su compañera y esposa durante los últimos once años de su vida.
La propia poeta dice: “Ray ha escrito prosa y poesía desde 1954. Este volumen, que abarca un periodo superior a los treinta años de labor creativa, nos permite comprobar que Carver no escribe poesía de manera circunstancial entre relato y relato, más bien al revés: la poesía es para él un cauce espiritual del que se desvía para escribir sus relatos”. Gallagher dice que su estilo “irradiaba humor, espíritu y una profunda sabiduría”. Raymond Carver no pareció nunca un hombre demasiado feliz: tuvo muchos problemas con el alcohol y falleció a los 49 años, cuando empezaba a ser reconocido como un maestro. Con el paso del tiempo, el representante de esa corriente denominada “realismo sucio” ha crecido como escritor, como teórico del cuento e incluso como poeta.
Tess Gallagher intentó encajar lo mejor que pudo su desaparición en 1988. Habían llegado a formar una pareja muy compenetrada, con un código propio de amor y convivencia y creación. La insoportable ausencia, el intento de asumir su adiós, le dictó en 1992 el poemario “Moon Crossing Brigde”, “El puente que cruza la luna”, que ha traducido con hermoso pulso Eduardo Moga, y no parecía fácil. Es el primer poemario suyo que aparece en España.
Es éste un libro muy personal, a veces hermético, a veces repleto de imágenes y de puntos de vista no fáciles de explicar, pero el tono general es excelente. En “El puente que cruza la luna” se mezclan muchas cosas: de entrada debemos hablar de una atmósfera elegíaca, pero serena. El fantasma del amado muerto reaparece en cualquier esquina, en un gesto, en una caricia, en un vaso, en un anillo, se posa en los objetos, agita la memoria. Anda por ahí, como una compañía invisible que desprende calor y acogimiento. Rara vez es un desvalido. En los poemarios hay una fusión constante de los tiempos: el presente se alía con el pasado incluso en el desgarro, en la melancolía, en la punzante herida, y las sensaciones irrumpen de golpe, como ráfagas simbolistas, como destellos del más allá. La autora se balancea con absoluta seguridad hacia la evocación, hacia el recuerdo concreto, y celebra una y otra vez el día de San Valentín, siempre distinto, o cumple el ritual de visitar la tumba y de comprobar cómo son las lápidas vecinas, qué inscripciones tienen.
Y lo más bello, Tess Gallagher habla en alta voz con Carver, y habla con él, como si estuviera más vivo que antes, en los versos. Hay otros rasgos del libro como el de la mujer que se mira al espejo, el de la mujer que acota un espacio propio, el de la mujer que siente despertarse en su interior un relámpago de sensualidad, el de la mujer que se dice a sí misma: “Yacer junto al amado // significaba disfrutar del jardín en todas las estaciones.// Ahora lo veo”. Elde la mujer que se abre a los otros. Alterna los poemas largos con los cortos, en este intento constante de rendir homenaje y de encontrar impulso para seguir viviendo. Anota: “Te cubro, en el homenaje del sueño, con la seda más cercana de mi cuerpo: atiendo, y revivo // atendiendo. Apenas sé que hacer // sin ti”.
“El puente que cruza la luna” es un poemario lleno de impregnación, de ternura, de dolor, es uno de esos documentos de sombra y belleza que parecen responder a una premisa de Isak Dinesen (citada por Gallagher al inicio de su texto, cuando define el estado final de ánimo de Carver: “Sin esperanza y sin desesperación”): “Todas las penas del mundo pueden mitigarse si se pueden encerrarse en una bella historia”. Estos poemas son las páginas y las palabras de un episodio de amor que se alza por encima de los montes de la muerte.
5 comentarios
Magda -
Atravieso todas las mañanas el mar, con un café en la mano y toda mi atención.
Muchas gracias.
Antón -
Mil gracias, madrina de México. Siempre tan atenta y observadora, siempre tan entusiasta con la poesía y con los blogs de los otros.
Es un honor que te asomes aquí, que des un brinco infinito atravesando el mar inacabable.
Un abrazo.Antón
Magda -
Sólo quise aclarar.
Buena semana.
Fernando -
Magda -
Raymond Carver vivió una vida dura, dificil, pero tuvo mucha suerte de encontrar en ella a Tess Gallagher, definitivamente se lo merecía. Ellos prometieron ayudarse el uno al otro. Parece ser que cuando deciden vivir juntos Carver se sentía hundido en la desesperación, sin querer volver a escribir. Ella también venía de una vida no fácil. Y ahora vemos, además, lo que hace un amor verdadero y con ganas de dar y saber recibir... Este libro es una muestra de lo mucho que guarda esta historia "que se alza por encima de los montes de la muerte".