LA NOCHE DEL NADAL, SEGÚN JOAN BARRIL
Noche de Nadal en el antiguo Ritz, hoy Palace. Los nombres no hacen las cosas. El Ritz cuesta de traducir a Palace por un pleito de la propiedad. En el hall del Ritz --hoy Palace-- la gente busca su mesa y tal vez su musa. La mesa es la 36 y la musa es Mónica Martín, agente literaria con un reloj de dos esferas, que piensa en los éxitos de Nueva York y en la seguridad de Europa. Se sienta en la misma mesa un caballero con americana marrón y cabello negro. Me dicen que es Luis Garcia Montero. ¿Qué diríamos de un poeta que demostrara su vitalidad, su forma de vestir, su perfume y su coche descapotable? Pensaríamos probablemente que tal vez se trata de un impostor o de un advenedizo al Parnaso de la belleza. Porque el poeta, para triunfar, necesita dos condiciones básicas. La primera es ser invisible. La segunda, mucho más dolorosa, es haber muerto. Y a ser posible haber muerto en el olvido, en la pobreza y a edad prematura.
Pero Luis García Montero está tan vivo como Granada. Hablamos de vinos, de fútbol, de los amores. Recuerdo un magnífico poema suyo dedicado a las mujeres que se levantan temprano para ir a fregar los suelos de los poderosos. "Que la vida te trate dignamente", dijo en su día Luis. Y un servidor, que durante muchos años crucé la ciudad a las cinco de la madrugada siempre pensé en este verso. En unos de esos silencios que se producen en una mesa de desconocidos, me vienen a la memoria cuatro líneas de García Montero y las escribo: "Si alguna vez la vida te maltrata/ acuérdate de mí / que no puede dejar de recordarte / aquel que no se cansa de mirarte". Le tiendo esas frases con las mejillas arreboladas. "Perdona Luis. Mi memoria es frágil. ¿Escribiste algún día esos versos?". Y el poeta, pillado en el ámbito mundano, asiente con un gesto. Como los perros moviendo el rabo nos hemos reconocido. García Montero debe haber escrito 100.000 versos en su vida y un desconocido se acuerda de cuatro. La letra nos salva y la belleza nos lleva, siempre, a la misma mesa.
Gran Gaspart
Continuamos en el Nadal. A mi izquierda se sienta un escritor sensible y entregado. Nació en Galicia y reside en Zaragoza. Nos preguntamos si el premio Nadal todavía es un acto de la burguesía catalana y debo admitir que, en ese lugar, entre funcionarios, comerciantes, escritores y editores tal vez el único burgués catalán, por eliminación y extinción de la especie, debo ser yo. Mi compañero de mesa me advierte de que él no come carne. Consulto el arriesgado menú y le advierto de que no está la noche para muchas filigranas. Me levanto y encuentro a Joan Gaspart, dueño del hotel y de tantos otros hoteles y presidente que fue del Barça. Le digo que junto a mí hay un ictiófago impenitente y que tal vez podría arreglarse. Al cabo de unos minutos es el propio Joan Gaspart el que llega a mi compañero de mesa con un plato de rodaballo y una ensalada. Es, sin duda, el mejor premio de la noche y la evidencia de que no hay oficio humilde sino orgullo de estirpe.
Bisectriz
Hoy vuelve la razón de los días laborables. De nuevo la normal anormalidad de nuestros secretos inconfesables. Se acabó el ritual y llega, de nuevo, la aventura. La vida es la bisectriz entre lo seguro y lo incierto, entre el plato familiar y la sábana del amante.
*Joan Barril publica hoy un artículo en "El Periódico de Catalunya" donde narra la noche del Nadal. Ese escritor del que habla, como se ve en un texto anterior mío, es el gallegoaragonés dueño de este blog. No importa que Joan Barril se olvide mi nombre: fue tan gentil y cariñoso, tan afable, que qué importancia pueden tener los nombres propios. Gracias a los dos Joan: a Barril y a Gaspart, a quien le recordé un guardameta aragonés, Pepe Nogués, que fue arquero del Barcelona y entrenador del primer equipo culé que ganó la Copa del Generalísimo. Un abrazo a ambos.
4 comentarios
Luisa -
Chorche -
Fernando -
m ; ) -
Podría haberse olvidado de Gaspart.