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Antón Castro

BÉCQUER, EL POETA QUE SE ALIMENTÓ DE VISIONES

BÉCQUER, EL POETA QUE SE ALIMENTÓ DE VISIONES

Jesús Rubio Jiménez publica, en un volumen de lujo de la Fundación Lara, “Pintura y Literatura en Gustavo Adolfo Bécquer”


Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1836-Madrid, 1870) está muy vinculado a Aragón por distintos motivos: escribió varios relatos de asunto aragonés para sus “Leyendas”, permaneció varios meses en el monasterio de Veruela (de esa estancia derivó el libro “Cartas desde mi celda”), donde se ha creado un Museo Bécquer en las estancias donde habrían pernoctado él y su hermano Valeriano, “que eran uña y carne”, con sus respectivas familias. Pero, además, algunos de sus principales editores trabajan en la Universidad de Zaragoza o son aragoneses, como Leonardo Romero Tobar, Esther Ortas y su máximo especialista Jesús Rubio Jiménez, director del departamento de Literatura Española. El director de la revista “El gnomo” y de una colección específica de textos becquerianos en la Diputación de Zaragoza, ha presentado ya “Pintura y Literatura en Gustavo Adolfo Bécquer” (Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006), un libro bellamente ilustrado que mereció el premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos. “Gustavo Adolfo y Valeriano nacieron rodeados de pintura. El taller de su padre, José Domínguez Bécquer, estaba en casa. En los primeros cinco álbumes de su padre, que donó Antonio Rodríguez Moñino a la RAE, se les ve en algunas de las imágenes: dibujando, tocando la guitarra, jugando. José Domínguez Bécquer era un pintor que pertenecía a la escuela sevillana, a la tradición de Murillo. Trabajaba en varias direcciones: la pintura religiosa, la pintura costumbrista, con abundantes escenas de niños, y una veta más vinculada con los tipos populares. Tenía, en acuarela, un catálogo de modelos de encargo”, dice Jesús Rubio. Lo mismo pintaba al viajero y escritor Richard Ford que a anónimos bandoleros con trabuco.        

El padre de los Bécquer, nacido en 1805 y fallecido en 1841, frecuentaba “mucho la tertulia del cónsul inglés Julian Williams. Por allí pasaban el propio Richard Ford, el pintor David Roberts, que realizó muchos paisajes, el barón Taylor, al cual envió el monarca Louis Philippe a que comprase arte en España. Roberts, que viajó mucho por Andalucía, ayudó a que cambiase la forma plástica de ver y representar el paisaje. El cónsul Williams, por otra parte, era coleccionista de pintura española clásica, de los maestros del pasado, y a la vez de la pintura nueva que se estaba haciendo”. Recuerda Rubio que, en aquel contexto, los pintores ingleses se apropiaban de la pintura española y viceversa. “De ahí la difusión de la imagen española y de algunos tópicos del siglo XX. Cuando se murió don José, el tío Joaquín Domínguez heredó su libro de cuentas de clientes y ayudó a Gustavo y Valeriano. También habían tenido otro maestro: Antonio Cabral Bejarano. Eran casi unos niños, y la salida normal era el oficio familiar. Gustavo Adolfo aprendió a dibujar, lo hacía bien, tenía una mano estupenda, pero se dejó llevar por la literatura”.

Sostiene Jesus Rubio que Bécquer consideraba que el “lenguaje verbal era insuficiente, y para suplir las carencias de las palabras acudía a otras artes como la pintura y la música. Y a la propia literatura costumbrista que había leído de joven, claro. Cuando escribe, invita a la gente a visualizar cosas: el mercado de Tarazona, la aparición de la Virgen a Pedro Atarés en Veruela, un gran cuadro de Murillo o un grabado de Rembrandt. Maneja las distintas artes como expresión de lo inefable; la música, para él, era la expresión de lo más profundo. En sus creaciones literarias buscó siempre el apoyo de la pintura para enriquecer su discurso. Bécquer veía con ojos de pintor y suele sugerirle al lector a que se figure lo que cuenta mediante referentes plásticos”, avanza Rubio. Insiste en algo para él decisivo: “Bécquer era un periodista. Fue crítico de arte y crítico literario, oficios que adquirieron por entonces un estatuto social. En Francia ya lo tenían. Bécquer reflexiona sobre su trabajo y explica que se fija en una serie de puntos: la composición, el colorido, el tema... Tiene un método y defiende un determinado tipo de pintura, que estará próxima al realismo idealista. Cuando pinta, intenta plasmar sus visiones: hay un interferencia constante entre su poesía y su pintura, y eso se ve en los álbumes de Julia Espín, por ejemplo, y en otros trabajos”.

El libro esboza, además, las líneas de un catálogo de la pintura de Bécquer, a la que define como “los restos de un naufragio”, y explica las características de una producción que registra una visión costumbrista, centrada en Sevilla, una dirección más o menos arqueológica, pero también carnavalesca, claramente burlesca y aún satírica (un ejemplo serían el álbum atribuido “Los Borbones en pelota”) y fantástica. En ocasiones,  los recuerdos gráficos de su estancia en Veruela, Vera de Moncayo o Trasmoz cobran protagonismo. Los temas pictóricos de Bécquer están poblados de los fantasmas de su propio cerebro.        

Jesús Rubio parece no detenerse nunca en la investigación becqueriana. Pronto aparecerá una biografía del padre de los Bécquer y un libro sobre “La fama póstuma de Gustavo Adolfo y Valeriano Bécquer”, títulos que se suman a “Valle-Inclán, caricaturista moderno. Nueva lectura de “Luces  de Bohemia”, que acaba de publicar Fundamentos.
 

FICHA DEL LIBRO:
Pintura y Literatura en Gustavo Adolfo Bécquer. Jesús Rubio Jiménez. Ilustrado con un corpus de 40 páginas de láminas. Premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos 2006. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006. 452 páginas. [De este libro habló anoche en "Borradores", Jesús Rubio Jiménez].

4 comentarios

Pepe -

Hay una biografía que publica MundoLiteratura sobre Bécquer que puede ayudar a aportarnos más información.
http://www.portalmundos.com/mundoliteratura/escritores/becquer.htm

perico -

Una buena entrevista Antón. Jesús Rubio es un erudito de los Bécquer y lo demuestra en cada una de sus obras. Me gustó mucho "Viajeros románticos en el monasterio de veruela" libro dedicado a dicha exposición, aunque yo os recomiendo otro muy interesante aunque no muy conocido "Vera de Moncayo. Memoria Histórica" de José Ángel Monteagudo, editado por la Institución Fernándo el Católico. En él hace referencia a los Bécquer como vecinos de Vera y glosa sus obras referidas al pueblo, haciendo un paralelismo de fotos actuales con láminas de Valeriano. Una pequeña joya.
Un abrazo Antón y adelante con tus proyectos.

Diego de Rivas -

Gracias Antón por tu recuerdo y homenaje a los Becquer.

Tengo en casa este libro que dices: "Los Becquer en Veruela, un viaje artístico y literario" de Jesús Rubio.

Lo mejor: El testimonio común de los dos hermanos, Gustavo y Valeriano, sobre ese Aragón distinto y distante del tópico y lo manido a lo que con tanta frecuencia recurrian, en aquellas epocas, algunos costumbristas.

Esto se señala muy bien en el prólogo de esta obra.

La verdad es que Valeriano, desde mi humildad lo digo, quizás tradujo mejor la visión de Veruela y su entorno que su hermano.

Gracias y saludos.

Luisa -

Realmente, Jesús Rubio es incansable y sus trabajos sobre Bécquer dignos de encomio, sin duda. Os vi ayer. La entrevista fue lo que más me gustó del programa.