GABY MILITO VISITA HOY AVISPAS Y TOMATES
En sus tiempos de Independiente, donde era una figura absoluta en la zaga, alguien lo bautizó como “El mariscal”. Gabriel Alejandro Milito, pese a su insultante juventud, destacaba por su colocación, su capacidad de marcaje, la rapidez y su innata disposición al ataque. Era un líbero que se erigía en el catalizador del juego: frenaba al rival, aseaba el balón, lo acomodaba a su izquierda e iniciaba el ataque, con un pase en largo o con una combinación en corto que le permitía avanzar y asistir, e incluso buscar el remate de cabeza. Poseía ya entonces una incuestionable madurez y una técnica infrecuente para un defensor. Tendríamos que pensar en Cacho Heredia, en Trésor, en Beckenbauer, en esos jugadores que juegan atrás porque saben leer los partidos, saben destilar el sacrificio y el sudor de sus centrales, saben fajarse sin descoser el equipaje ni su elegancia natural. Esta carrera que se presumía meteórica, sufrió dos parones a causa de una lesión de rodilla. Pareció que el gran futuro se desvanecía de golpe.
Pero Gaby Milito volvió a su territorio ideal de operaciones. El ex jugador Américo Gallego le otorgó confianza en la selección, y el Zaragoza, en agosto de 2003, lo fichó. Se encontró con el tipo de futbolista que había soñado: fiable, seguro de sí mismo, sacrificado, peleón, un zaguero más bien inusual que exhibe un aire de suficiencia y de majestuosidad, un defensa que no maltrata el balón y que no pierde con facilidad el sitio. Gabriel Milito es uno de esos jugadores que otorgan confianza a sus compañeros, que les hacen sentir mejores porque es protector, competitivo, casi desafiante. Y tiene ese don no siempre frecuente: su presencia confiere equilibrio a la zaga. Equilibrio y soberanía. Gaby Milito es mandón, no se arruga, no se amilana. Su solvencia explica algunos de los grandes momentos del equipo: la Copa del Rey ante el Real Madrid en Montjuic en 2004, donde impartió una lección de seguridad, de entrega y de madurez; la Supercopa ante el Valencia en 2005; en la gran campaña del pasado año que condujo a la final, de nuevo, de la Copa del Rey tras tumbar, en las mejores eliminatorias de la historia probablemente, al Atlético de Madrid, al Real Madrid y al Barcelona, su participación fue definitiva: Ewerthon y Diego Milito fueron el arco y la flecha, pero él fue la empalizada.
Ahora suele lucir el brazalete de capitán. Le sienta bien: se acompasa rítmicamente bajo sus rizos de oro y tiembla de emoción y contundencia en sus tensos bíceps. Gaby Milito jugó el Mundial de Alemania y demostró lo que ya sabíamos: es un defensa con recursos, con personalidad, consciente de que la pelota no quema. La pelota no quema, no, y es el instrumento que busca y sueña un verdadero mariscal de campo como él.
[Avispas y Tomates. A las 21.30 horas. Presentación: Juan Martínez. Dirección: Javier Gil. Aragón Televisión. Lunes, 2 de abril.]
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adriana figueroa -