EL CÓNSUL FRANCÉS DE ZARAGOZA Y LOS NAZIS*
EL CÓNSUL QUE ESPIÓ A LOS NAZIS EN ZARAGOZA
Zaragoza también fue un nido de nazis que conspiraban contra el mundo y desde aquí, entre 1944 y 1946, un cónsul, conocido por “Ric”, iba dando cuenta de sus reuniones, sus actividades, sus estados de ánimo. Sus notas, más descriptivas que valorativas, “constituyen un viaje al interior de un nazismo que sintió el irremediable hundimiento del III Reich pero que albergó esperanzas de que un milagro en forma de arma secreta cambiara el curso de su historia y permitiera el nacimiento del IV Reich”. Aquel cónsul fue Roger Tur y era, además, el propietario de “un negocio de melaza, sirope para cigarrilos” con domicilio en la calle Asalto.
Así lo prueba el periodista e investigador Eduardo Martín de Pozuelo en su libro “Los secretos del franquismo” (Libros de vanguardia, 2007), en el que dedica el capítulo sexto a “La extraordinaria aventura del cónsul francés de Zaragoza”. Martín de Pozuelo decidió preparar una serie de artículos para “La Vanguardia”, basada en documentos secretos desclasificados por Estados Unidos. Su investigación en los Archivos Nacionales y Administración de Documentos de los Estados Unidos de América (NARA) dio lugar a multitud de sorpresas de todo tipo sobre la participación de los nazis en el inicio de la Guerra Civil española, la “amistad” de Franco con Estados Unidos, etc. En una carpeta, que se llamaba “Zaragoza”, halló esta historia. “No daba crédito –dice desde Barcelona Martín de Pozuelo, distinguido con el Premio Juan Carlos de Periodismo-. Te la cuentan en una novela o en una película, y dirías que es inverosímil. Allí, en un buen montón de folios, más de cien, estaba el relato pormenorizado de este hombre, Roger Tur, que ahora tiene calle en Zaragoza, y que terminó sus días, en 1972, a los 68 años: fue víctima de un atentado terrorista del colectivo de la Hoz y el Martillo que concluyó con su muerte”.
Roger Tur, procedente de Nimes y cónsul de Francia en Zaragoza desde 1934, debió prestar sus servicios a principios de 1944. Inicialmente, se puso en contacto con la embajada francesa, pero no atisbaron rentabilidad alguna a sus informes. Y entonces, se dirigió a los norteamericanos. Martín de Pozuelo cuenta que éstos “lo escucharon sin demasiado entusiasmo. Y ellos mismos le pusieron de nombre ‘Ric’, como el personaje de ‘Casablanca’, pero sin k. Este apodo sólo era conocido por ellos y por un hombre de su confianza, a su vez empleado de su empresa, Antonio García, que fue su colaborador más directo”. Desde entonces, semana tras semana, Roger Tur asistía a las reuniones que se celebraban en el domicilio del cónsul alemán en Zaragoza, llamado Seeghers, y que también solían frecuentar el jefe del partido nazi en Zaragoza, “un tal Albert Schmidt o Schmitz”, jefes nazis de Madrid y Barcelona, otros nazis “no identificados” que procedían de Berlín, y alguna vez más asistieron “unos militares que se sintieron incómodos y unos falangistas que no abrieron la boca”.
Martín de Pozuelo asegura que Roger Tur escuchaba, “pero jamás hacía preguntas. Eso se ve en sus textos. No debía levantar sospechas por varias razones: como empresario, era amigo de Johannes Benhardt, que fue jefe local del partido en Tetuán y artífice de gran parte del montaje empresarial nazi en España a través de la Sociedad Hispano-Marroquí de Transportes (Hisma, nombre sugerido por Franco). Luego se fundó la poderosa Sociedad Financiera Industrial (Sofindus), integrada por 24 empresas. Y por otra parte, el cónsul alemán Seeghers lo admitió porque debía pensar que era un colaboracionista francés que trabajaba con Sofindus y que estaba próximo al gobierno de Vichy. Roger Tur jugaba con fuego. De haber sido descubierto, lo habrían ejecutado de inmediato”.
Roger Tur oía las conversaciones en alemán, o en español, hacía su informe en francés y se lo entregaba al funcionario de los servicios secretos norteamericanos (las OSS), el precedente de la CIA. “Los informes constituyen una serie documental con sus sellos y sus fechas, y llevan las acotaciones de los funcionarios. Los norteamericanos valoraban cada vez más sus informes, pero no interfirieron en las reuniones. Sus informes explican perfectamente la caída de los dioses, explican cómo los alemanes se animan a sí mismos tras el suicidio de Rommel, el de Hitler, y falsean una realidad que va en contra de ellos un día sí y otro también”. Los informes se inician el 15 de octubre de 1944 y concluyeron el cuatro de febrero de 1946. Eran tan importantes, los consideraban ya de tanta valía, que hasta tres departamentos se preocupaban y peleaban por ellos.
Roger Tur hablaba de todo: decía que “los alemanes han recibido órdenes de fomentar la guerra civil en Italia, Francia y España”; hablaba del intento de crear el arma secreta V-3, que era “una bomba de cohete destinada a bombardear Estados Unidos”. El cuatro de febrero se cita muy explícitamente de Zaragoza: “Todas las personas que pueden tener cualquier responsabilidad y aquellos que temen por sus vidas o su libertad son enviados a España por avión y se les ofrece documentación completa, que demuestra su residencia en España durante muchos años. Todas las fábricas que tienen capital alemán reciben a estos refugiados: en Zaragoza, Tudor (acumuladores) ha recibido a ocho; en Flix (productos químicos) también fueron recibidos ocho; en Épila (refinería de azúcar) hay dos; en la nueva fábrica de producción química de la que hablamos hacia varias semanas hay 50...”
Alemania firmó la capitulación en Reims el 7 de mayo de 1945, pero las reuniones no se interrumpieron: vinieron otros nazis, contaba con uno de los “14 nuevos equipos radioemisores de onda corta” clandestinos. El 18 de noviembre de 1945, Roger Tur escribió: “El nuevo aparato de radio ha sido llevado de nuevo a casa de Seeghers. A través del mismo se recibió un mensaje del Comité de Resistencia en Colonia en el que solicitaban nombres por radio de todos los residentes alemanes en Zaragoza”. Los aliados le pedirían que indagase en algo que les perturbó: la expansión de una red clandestina nazi en la España de Franco.
Roger Tur, recuerda Martín de Pozuelo, recibió la Legión de Honor por “sus méritos en la colaboración de la liberación de Francia. Y tanto Pompidou como Franco enviaron mensajes de condolencia a la familia” cuando éste falleció el 7 de noviembre de 1972, cinco después del asalto, con incendio, al consulado de Francia, que acabó en una inesperada tragedia. Sus responsables, tres estudiantes de la Universidad de Zaragoza, fueron condenados a 30 años de cárcel y excarcelados en 1977. Pero ésa es otra historia...
*En la foto, Luis Gómez Laguna, alcalde de Zaragoza, saluda a una embajada francesa. Sentado a su izquierda está Roger Tur. Es el tercero por la derecha.
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