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Antón Castro

DOS MUJERES Y DOS HERMANOS

DOS MUJERES Y DOS HERMANOS


En un Festival de Cine de Huesca ocurren muchas cosas. Por ejemplo, en una de sus sedes, en el centenario Casino, tan pletórico de atmósferas y de reflejos, descubres la pasión de algunos ancianos por un partido entre Nadal y Djorovic. Era la hora de la siesta del viernes y alguno quizá sestease, pero había muchos que seguían los pelotazos entre el “Gerónimo” mallorquín,  musculado y radiante, y el modelo serbio de camiseta amarilla. En ese recinto, como una aparición, irrumpió una cineasta joven como la mexicana Elisa Miller, que acababa de ganar en el Festival de Cannes la palma de oro al mejor cortometraje con “Ver llover”. Es su primera historia: un relato de amor y tensión entre dos jóvenes de procedencia muy distinta. Él vive con su madre en un hotel y mira a través de la cerradura cómo las parejas hacen el amor o se encuentran para las abluciones gozosas de la siesta. Ella procede de una familia  conflictiva y sueña con ponerse el mundo por montera e irse.

Elisa Miller es nieta de españoles, alguien nos dijo que tenía incluso parientes en Aragón (una tía), y de austriacos que huyeron a México de los nazis. Cuando triunfó en Cannes, recibió la llamada de Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñárritu y una felicitación de Guillermo del Toro. Adora a los tres, y siente un gran interés por una película como “Las Hurdes. Tierra sin pan”  de Buñuel. Dice que le encanta el cine realista, Jim Jarmusch, Gus Van Sant o Chantal Ackerman, y que le encantaría hacer películas “pequeñas, intensas de emoción y de sentimiento. Me interesa mucho la adolescencia porque es un momento crucial en el que libran batallas, se toman muchas decisiones y vivimos llenos de contradicciones y pasiones”. Ella también levantó pasiones en Cannes el día que decidió lucir en minifalda, y las levanta a diario, cuando pasa, con esa belleza trigueña, con esa voluptuosa mirada de mar e inteligencia. Pese a todo, “Ver llover” no conquistó Huesca.        

No muy cerca del Casino, en las salas de la Diputación, se encuentran dos exposiciones de Carlos Saura. Abajo, hay todo un montaje de pantallas con secuencias de películas del realizador nacido en Huesca en 1932. El montaje es espectacular y exige tiempo y el propio capricho del visitante. Y al lado, en la sala del gran mural “Elegía”, está la muestra “Moi et moi”, una doble (casi triple) propuesta: “Moi” fue un trabajo fotográfico que realizó Carlos Saura en 1973 sobre el rostro de su hermano Antonio. Éste deformaba sus facciones de “manera tan agresiva como irónica” y Carlos, que es un espléndido retratista, jugaba con angulares y planos muy cortos para captar los gestos, las texturas, los ojos, la piel de saurio, el horror entrevisto. En el  fondo, Antonio intuyó que en esas tomas anidaba su obsesión por el monstruo. “Mi hermano Antonio, como la mayor parte de los artistas, era un depredador que sacaba partido de todo cuando llegaba a sus manos”, dice Carlos. Hacia 1976, el pintor hizo una serie de serigrafías de las fotos. Chus Tudelilla y Paco Algaba han reunido esos dos proyectos al abrigo del mural “Elegía”, el informalismo hecho color y alegría, y han convertido ese espacio en una referencia básica del Festival.

Ahí, emocionada, suave y casi en éxtasis, explicó Laura Sipán su corto “El talento de las moscas”, de exquisita factura. Su película, que congregó a media Huesca en las salas de la Diputación, está basada en el cuento homónimo de su primo Óscar Sipán, que prepara ambiciosas sorpresas para la Expo. Y ahí, arañado por esos ojos desmesurados, Juan Millares recordó que su tío Manuel Millares y Antonio Saura, fundadores de “El Paso”, fueron rivales, y sin embargo amigos, y de esa rivalidad salió beneficiado el arte español. De la complicidad de los dos hermanos Saura, como escribe Carlos, ha salido “un hijo con dos cabezas, un bicéfalo aragonés nacido en la calle Padre Huesca, n.º 2, en la ciudad de Huesca, Aragón”. 

*Una de las fotos pintadas de Carlos Saura.

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