UN POEMA DE JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
Y LXXXII
Al fin, nos hallaremos. Las temblorosas manos
apretarán, suaves, la dicha conseguida,
por un sendero solo, muy lejos de los vanos
cuidados que ahora inquietan la fe de nuestra vida.
Las ramas de los sauces mojados y amarillos
nos rozarán las frentes; y, en la arena perlada,
verbenas llenas de agua, de cálices sencillos,
ornarán la indolente paz de nuestra pisada.
¡Mi brazo rodeará tu mimosa cintura,
tú dejarás caer en mi hombro tu cabeza,
y el ideal vendrá, entre la tarde pura,
a envolver nuestro amor en su eterna belleza!
[La Diputación de Huelva y Visor Libros publicarán, durante los tres años del denominado Trienio Zenobia-Juan Ramón, 1956-1958, las “Obras completas” del gran poeta de Moguer. Ahora sale, en esta primorosa colección, “Poemas mágicos y dolientes” (1909), cuyo prólogo es de Antonio Colinas. El texto ha sido preparado por el experto zaragozano Javier Blasco, editor, dicho ya de paso, de una nueva edición del Quijote de Avellaneda, firmada ya por Baltasar de Navarrete. Selecciono del libro de Juan Ramón Jiménez estos versos finales. La foto es de Eric Kellerman.]
3 comentarios
Anton -
Escribo esto,
Me hubiera enfrentado a la madrugada,
sé que sería capaz de mirarme en el espejo
con la poca luz que trae todavía el día,
pero me desespera no encontarte en el desayuno,
ya sabes que no hay soledad mayor
que oír solo la temperatura en la radio
y escuchar el gorgoteo desesperado de los pájaros.
Y me pregunto este poema es mío o del poeta de la pasión que se asoma por elblog.
Antón -
Juan Ramón me parece un poeta extraordinario, exquisito. Ilumina cuanto toca. Es la facilidad y el don de la palabra...
Un abrazo.
Fernando -