JOSÉ ANTONIO LABORDETA: NUEVOS POEMAS
[Mariano Gistaín y su equipo de Zaragózame siempre están al quite. Mariano es la persona que tiene mayores intuiciones periodísticas que he conocido nunca. Siempre tiene ideas. Siempre sueña. Innova sin parar. Y disfruta con el periodismo como con las papas bravas en un chiringuito. No hay asunto social que se le escapa: respira información, curiosidad, vida. Siempre he envidiado su espíritu alerta, sus intuiciones, el conocimiento que tiene de lo que le interesa a la gente. Si fuese director de periódico o empresario, le pondría un despacho soleado y amplio con ordenadores, mesa de dibujos, piscina probablemente, un pequeño bar con licencia para fumar, un coche (si fuese descapotable mejor: así aún mejoraría sus fotos...) y un taller para sus manualidades en alambre y en cartón. Y le pediría sólo diez ideas por día.
Ahora, en Zaragózame, Mariano y sus socios abren un blog para José Antonio Labordeta, www.zaragozame.com/labordeta, que ha iniciado la escritura de sus memorias en verso. Liberado de la política y cosido al mar, donde reposa y sueña, Labordeta parece haber recuperado sus mejores sensaciones poéticas. Asalto el blog de Zaragozame y copio tres versos.]
LOS OLVIDOS
Los olvidos se guardan
en el armario viejo de mi madre.
Cuando lo abro
los inocentes salen a raudales
y el ilustre profesor sin chaqueta
sonríe con una lejana mueca
de tristeza.
Mi madre, reflejada en el espejo,
me vuelve a dar consejos
igual que cuando niños.
Cierro de golpe
y el silencio atenaza
las brumas del otoño.
LA SIESTA
En definitiva
dormir la siesta
es hundir el mundo en el olvido momentáneo.
Satisface.
Se agradece.
Morir sin saberse muerto
es fundamental
para no llorar por los vivos.
Y en ese instante mi madre
se apoyaba en el quicio
de la ventana huérfana
y lloraba por todos sus parientes abandonados.
La siesta, como siempre,
nos liberaba
del definitivo adiós a los olvidados.
LIBRO DE FAMILIA
Mi hermano Miguel cenaba siempre
con un gato negro sobre los hombros.
Los ojos de mi hermano sondormían
y los del gato, por el contrario, vigilaban
el ritmo de la casa.
Acabada la cena
el gato regresaba a su rincón
y mi hermano recitaba poemas de Mallarmé.
Mi madre, mientras tanto,
se quejaba de la huella
que el gato dejaba
en el viejo chaquetón de casa.
*Ella es Marilyn. Un eterno cuerpo de verano, una belleza permanente en la playa y en la memoria.
5 comentarios
Anónimo -
pintor de paisajes y acuarelas, poesía eres tú.
Una poesía un poco mundana y etílica eso sí, pero amantes como tú ya no quedan. Lo sé casi por experiencia...
Un abrazo. ¿Me reconoces?
Pepe Cerdá -
Saludos.
Luisa -
Están hermosos y pensativamente nostálgicos estos poemas del viejo profesor.
Te mando besos y brisas marineras.
Fernando -
Enrique -