FALLECE EL DIBUJANTE Y PINTOR LUIS GERMÁN (1915-2007)
[Esta mañana, fallecía en su casa, en compañía de Eduardo Laborda, el ilustrador y pintor Luis Germán. Hace algún tiempo le dediqué este reportaje que recupero ahora].
El pintor y realizador Eduardo Laborda nos puso tras la pista de Luis Germán. “Sigue vivo y tiene 90 años. Su historia es increíble”. Cuando abrió la puerta un hombre menudo y con zapatillas de paño, nos pareció demasiado joven. La casa de Luis Germán, que pelea con la sordera del oído izquierdo, está llena de sus pinturas, caricaturas y dibujos, pero en la salita hay una caja de madera que es su baúl de tesoros: ahí yacen los dibujos, carteles, postales e ilustraciones que hizo en la prensa, para los cuentos infantiles que leía media Zaragoza, para los tebeos y portadas de París, y para HERALDO.
“Nací en Zaragoza un trece de marzo de 1915. Mi padre, Dámaso Germán, era maquinista del tren de Utrillas, él inauguró la línea, y mi madre, Teresa Martínez, se dedicaba a sus labores. Yo era el tercero de cinco hermanos. Estudié en el colegio Ramón y Cajal. Mi primer empleo fue como aprendiz de dibujante en la fábrica de muebles Loscertales, pero con las huelgas y la llegada de la II República no volví. Además, a mí no me gustaba el dibujo del mueble, sólo el artístico”. Así comienza Luis Germán.
Manuel Bayo Marín -el gran ilustrador y caricaturista, el artista que fue el pionero de la utilización del aerógrafo, como probó hace poco Eduardo Laborda-, puso un anuncio en la prensa buscando un aprendiz de dibujante. Bayo tenía su estudio en Pignatelli 10 y Luis Germán vivía en Pignatelli 30. Fue a verlo, le enseñó “la copia que tenía a la mitad” y lo admitió. “Compartía el estudio con Luis Mata, el dibujante. Bayo Marín hacía caricaturas, estaba empleado en ‘La voz de Aragón’, y mi misión era completar cosas que a él no le daba tiempo a hacer, rellenar, iluminar. Bayo Marín utilizaba el aerógrafo que nadie conocía en Zaragoza, y luego me lo compré yo. Al cabo de un tiempo me metieron a sacar apuntes del fútbol, como hacía Vigaray con los toros: iba al campo de Torrero para seguir los partidos del Iberia y dibujar las jugadas para ‘La voz de Aragón”.
Cuando Bayo Marín se trasladó a Madrid, Luis se quedó sin trabajo. Trampeó lo que pudo durante un tiempo, trabajando aquí y allá, sin demasiada estabilidad, haciendo carteles o murales, pero un día coincidió en el taller de encuadernación donde trabajaba un hermano suyo con el impresor Luis García Garrabella, que le encargó que le iluminase una foto para unos recordatorios de defunción, y más tarde le pidió lo mismo para unos de comunión. Con eso, y con la decoración de stands para la empresa o el mural de la Feria de Muestras, de 10 metros de largo, iba sobreviviendo. Llegó a hacer una portada de “La voz de Aragón” en 1935 y expuso en el Casino Mercantil varias piezas, entre ellas, “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” (con su alegoría sobre la guerra, la peste, el hambre y la muerte), a la acuarela, piezas que aún conserva.
“Me incorporé a filas el trece de marzo de 1937. Yo había hecho una orla de médicos, le había dado mi toque con el aerógrafo y la había editado el fotógrafo Jalón Ángel. Éste tenía un empleado que se encontraba en la contienda como reportero. Había logrado retratar juntos a Franco y al general Moscardó, el del alcázar de Toledo, y se enteró de que yo tenía aerógrafo. Vino a casa para que se lo dejara porque quería retocar la foto, porque quería editarla y venderla. ¡Cualquiera se hubiera atrevido a rechazársela! Trabajaba en Prensa y Propaganda, y a los quince días me llamó por si quería incorporarme. Ni lo dudé. Mi misión era la de ser operador de cámara junto a Francisco Centol, que sería el director del No-Do, pero además hacía ilustraciones de películas”.
Luis Germán tenía que grabar lo que pasaba cuando había ofensiva y luego se retiraba al cuartel general, ubicado incluso en la Universidad de Zaragoza, en la Magdalena, a revelar las cintas. Luis Germán estuvo en Lérida, en distintos lugares de Tarragona, en Binéfar, y finalmente recaló en Daroca y en Maranchón (Guadalajara), donde era su novia y futura mujer María Fortea. “Yo fui con los franquistas. Íbamos a la guerra, al frente. Vi morir a mucha gente pero nosotros no llevábamos ni una pistola. Una de las cosas más impresionantes, la viví en la Batalla del Ebro. En Soses y Altona, entre Lérida y Fraga, se había acumulado la fuerza republicana y se desplegó una brillante estrategia por parte de los dos ejércitos. Los republicanos tomaron una montaña, que luego recuperaron los nacionales. Tras el hecho nos mandaron a tomar vistas y a realizar un simulacro de lo que había ocurrido en la operación. Nuestros jefes iban borrachos perdidos, quizá para celebrar la victoria. De repente, apareció un teniente con una bomba de mano, de aquéllas a las que había que encenderles el cartucho. Decía: ‘A éstos del cine les pongo la emoción yo’. Y la puso, la puso, porque le estalló la bomba, le arrancó el brazo, le destrozó parte de la cadera, y le oímos decir: ‘Coja usted el mando que yo me muero aquí’. Al día siguiente leímos en la prensa su esquela. Se decía que ‘el teniente había muerto gloriosamente en la batalla”.
Luis Germán y sus compañeros volvían casi diariamente en camión a Zaragoza a traer sus materiales, pero además tenían la misión de proyectar cine. “Colgábamos un telón y pasábamos películas de Charlot, del Gordo y el Flaco, películas cómicas, o rodadas en Hawai con aquellas mujeres con flores, faldicas de paja. Eso animaba mucho a la tropa”. Al concluir la guerra, Luis Germán ingresó en la Sociedad Tipográfica Aragonesa, donde estuvo haciendo mapas y diseños con el gran cartelista Guillermo Pérez Baylo. Recobró su trabajo en García Garrabella, pero al cabo de un tiempo recibió una carta donde le notificaban que le faltaban tres o cuatro meses en el ejército y que debía retornar al servicio militar.
“Imagínese cómo me sentó aquello. Me mandaron a Regulares a Alhucemas, en África, cerca de las minas de hierro, a cielo abierto, del Rif. Pronto me asignaron trabajo de dibujante. Un día hubo un simulacro de guerra y a mí me cogió el capitán, y me dijo que le hiciese todos los planos de la operación. Fue algo costosísimo, eran seis dibujos muy grandes en papel cebolla. Se acercó a mí, tras ver la serie completa, y me dijo: ‘Tiene que hacer otras dos series para el mando de Melilla y para el mando de Madrid’. Por culpa de ese encargo de 18 planos completos, hube de quedarme un mes más en la mili”. Regresó a casa, se reincorporó a García Garrabella y allí estuvo trabajando hasta 1977, el año de su jubilación. Hizo de todo. Es feliz y aún pinta. “A mí me ha gustado y me gusta el dibujo, y ésa ha sido mi vida. Para qué más, oye”.
EL DIBUJANTE IDEAL DE MARTÍN TRIEP
Luis Germán quedó cuatro veces segundo en el cartel de fiestas del Pilar. Uno de los trabajos que mejor recuerda, por la exigencia de estudio y porque lo hacía fuera de horario laboral, de noche, fue un periodo muy intenso en que ilustró durante casi cuatro años desde 1956 a 1960, en estas páginas, colecciones enteras de relatos de boxeo de Budd Schulberg (el autor de “Más dura será la caída”, la novela que llevaría al cine Mark Robson en 1956 en la que iba a ser la última película de Humphrey Bogart), Ernst Hemingway (el relato “El luchador”), Irwin Shaw o John Huston (el texto “Tongo”), pero también novelas o cuentos por entregas de William Faulkner, como “¡Desciende Moisés!”, de Pearl S. Buck, William Saroyan, Graham Greene, Russell, Santiago Lorén...
Ese empleo le llegó merced a Pascual Martín Triep, que fue director de HERALDO y destituido luego por el franquismo. “Él me veía dibujar en García Garrabella, le gustó lo que hacía, mis portadas para París, mis postales, y me encargó esos dibujos de casi todo. Dibujar boxeadores no era nada fácil porque tenías que dar siempre la sensación de movimiento y hacer trabajos anatómicos difíciles. Luego él siguió escribiendo con el seudónimo de Fabio Mínimo. Y me hizo algunas fotos preciosas”.Luis Germán fue casi un moderno: aplicó técnicas de cómic y otras muy cinematográficas.
3 comentarios
AIDA MARIA -
Un beso
JUANROYO -
Blanca -